La fotografía argentina tiene rostro de mujer. “Yo iba adelante con los faroles, que me critiquen, que digan los que se les antoje”, recordaba la indómita feminista que solía afirmar que lo que más le importaba de una foto es que trasmitiera “un sentimiento estético”. Con su silenciosa cámara Leica, Sara Facio, fotógrafa, editora, gestora cultural y curadora que murió a los 92 años, retrató a Jorge Luis Borges, Julio Cortázar, Ernesto Sabato, Pablo Neruda, Gabriel García Márquez, Alejo Carpentier, Mario Vargas Llosa, Octavio Paz, Alejandra Pizarnik y María Elena Walsh, quien fue su pareja durante décadas.
Fotógrafa militante
Como si el icónico retrato de Cortázar con el cigarrillo en los labios de 1967 no fuera suficiente para quedar en un primerísimo plano en la historia de la fotografía argentina del siglo XX, su activa militancia en la disciplina se materializó en varios frentes. En 1973 fundó la primera editorial argentina dedicada a libros fotográficos de autores latinoamericanos, La Azotea, junto a la guatemalteca María Cristina Orive, que murió en 2017. En La Azotea publicaron libros de Martín Chambi, Luis González Palma, Grete Stern, Annemarie Heinrich y Adriana Lestido, entre otros.
Facio dirigió la Fotogalería del Teatro San Martín de Buenos Aires, el primer espacio dedicado a la disciplina, donde presentó más de 160 exposiciones con sus catálogos. En 1998, en el Museo Nacional de Bellas Artes, creo la primera colección fotográfica de Patrimonio Nacional, para la cual donó 50 obras de su colección personal. Cuando cumplió 90 años, donó todos sus libros de fotografía a la biblioteca del Museo Nacional de Bellas Artes. En 1979 fue fundadora del Consejo Argentino de Fotografía junto a Alicia D’Amico, Eduardo Comesaña y Andy Goldstein, entre otros.
Siempre hizo lo que quiso. Lo decía con esa mirada concentrada, como si estuviera fotografiando a sus interlocutores también con las pupilas. Facio nació el 18 de abril de 1932 en San Isidro y se graduó en la Escuela Nacional de Bellas Artes en 1953. Una beca del gobierno de Francia le permitió viajar a París con su amiga Alicia D’Amico para ver museos, obras y producir un libro de la historia del arte. Cuando volvieron a Buenos Aires, el padre de Alicia, el fotógrafo profesional Luis D’Amico, las incentivó a interiorizarse en el arte de la fotografía. De la mano de su tutora, Annemarie Heinrich, se sumergió en el fotoperiodismo, disciplina a la que se dedicó durante muchos años. Su primer libro, Buenos Aires, Buenos Aires (1968) lo hizo junto con Heinrich y tenía un texto de Cortázar. En 1976 publicó Humanario, donde desplegó una serie de fotos de institutos psiquiátricos, nuevamente con textos del autor de Rayuela.
En el límite de la luz
Cuando lo conoció a Borges, en el taller del artista Juan Carlos Benítez, le propuso retratarlo. El escritor se acomodó como pudo en el “famoso” Fiat 600 de la fotógrafa y se fueron a la Biblioteca Nacional (BN). Lo fotografió entre 1963 y 1980, en su despacho como director de la BN o en el departamento de la calle Maipú. Las fotos al escritor le gustaban mucho por el claroscuro. Ella nunca utilizó flash ni iluminación especial, siempre trabajaba con la luz ambiente. Fuera de todo artificio, estaba convencida de que la luz natural era más auténtica y ayudaba a dar más clima al autor de Historia universal de la infamia.
Maestra en el arte de conseguir que sus retratos transmitan una sensación de intimidad, explicaba cuál era su “método”. “No hay que hacer sentir al personaje que está posando; el secreto está en que tiene que comportarse con naturalidad; por eso yo conversaba mucho antes de empezar a tomar fotos. Inclusive en el caso de Cortázar, que tomaba fotos, él me decía –y era un chiste que hacíamos entre nosotros– que no iban a salir porque yo sacaba en el límite de la luz. Las fotos que le tomé cuando estábamos en París con Gabriel García Márquez sólo estaban iluminadas por una lámpara de 60 watts; era imposible que salieran, pero hay que saber revelar”.
Facio decía que una foto queda “no por lo que te está contando sino porque sentís que está hecha por una persona sensible” y aclaraba que no le importaba que se luzca el fotógrafo por sus ángulos o por sus técnicas o por su espectacularidad, sino que se luzca por lo que trasmite. “A mí Cortázar me preguntaba por qué me gustaba su foto tan famosa y yo le explicaba que se parecía a Oliveira, el personaje de Rayuela. Cortázar se reía y decía que Oliveira era más buen mozo que él y hacía muchos chistes, pero la verdad es que estaba encantado con esa foto”.
Ciudadana ilustre
Sacar a la fotografía del ámbito de los fotoclubs. Eso es lo que se propuso. Junto a D’Amico inauguró secciones especializadas en los diarios Clarín y La Nación. Para una agencia de prensa francesa cubrió la jornada de duelo por la muerte de Juan Domingo Perón el 1° de julio de 1974. Una gran parte de ese descomunal trabajo se exhibió en Sara Facio. Perón, 115 fotografías inéditas que se pudieron ver en el museo Malba en 2018. Entonces manifestaba su objeción al título de esa muestra: “La verdad es que a mí el nombre de la exposición mucho no me gusta”, reconocía la más legendaria fotógrafa argentina cuando estaba por cumplir 86 años. “Me parece una falta de respeto poner en pie de igualdad a un jefe de Estado y una ciudadana común”, aclaraba Facio, que recibió numerosos premios como el Konex de Platino como Mejor Fotógrafa de la década (1992) y el Premio Nacional a la Trayectoria Artística, otorgado por el Ministerio de Cultura de la Nación. En 2011 fue nombrada Ciudadana Ilustre de Buenos Aires.
La obra de la autora de La fotografía en la Argentina: desde 1840 a nuestros días integra las colecciones del Museo Nacional de Bellas Artes, Museo de Arte Moderno de Nueva York (MoMA) y el Museo Nacional de Arte Reina Sofía (Madrid). Cuando Jacobo Timerman la increpó una vez, preguntándole por qué no leía La Opinión, escuchó, entre sorprendido e indignado, la respuesta de Facio: “Yo no leo diarios que no tengan fotos”. Cuando cumplió 90 años en 2022, hubo festejos por partida doble en el Bellas Artes y el hall del Teatro San Martín. “Ningún homenaje sería en verdad suficiente para destacar tantos años dedicados a la fotografía. Dicho de otro modo, es impensable no vivir en un estado de permanente agradecimiento a su figura. ¿Acaso sería posible la existencia de una feria especializada en fotografía sin el trabajo institucional que Sara realizó a lo largo de los años noventa? ¿Qué museos comprarían fotografías si no hubiese luchado tanto por la incorporación de este medio a sus colecciones patrimoniales”, planteó el curador Francisco Medial cuando se la homenajeó en Pinta BAPhoto.
“Tengo una visión de la vida ideológicamente de izquierda, aunque no lo quieras creer, desde siempre”, dijo en una entrevista con este diario en 2005. “La primera idea política que entró en mi cabeza fue el socialismo, por intermedio de los dos Ghioldi, de los que uno era comunista y el otro socialista, y hasta los conocí personalmente y les saqué fotos. Mis primeras fotos se publicaron en La Vanguardia. ¡Así que mirá si me atraía la ideología de izquierda! Lo que no me interesa para nada es el dogmatismo ni que tengas que pensar de la forma en que te dicen que tenés pensar... que porque sea de derecha no puedas leer a Borges, como sucedía en la UBA, es la inteligencia al servicio de la ignorancia”.
Aunque había dejado de tomar fotos hace tiempo, trabajaba con pasión en la Fundación María Elena Walsh, que presidía, para cuidar el legado de quien fue su gran amor y compañera de vida. Facio logró que la fotografía dejara de ser la cenicienta de las artes. Borges en su biblioteca. María Elena Walsh y las radiaciones de su sonrisa. Cortázar con el cigarrillo entre los labios. A través de sus retratos, impresos en las retinas de la cultura argentina, enciende la chispa de un legado inconmensurable como la "maga" de la fotografía argentina.