Godzilla Minus One - 8 puntos

Japón, 2023

Dirección: Takashi Yamazaki

Guion: Takashi Yamazaki, sobre la creación original de Ishiro Honda y Takeo Murata

Duración: 126 minutos

Intérpretes: Ryunosuke Kamiki, Minami Hamabe, Munetaka Aoki, Sakura Ando, Kuranosuke Sasaki, Yuya Endo, HidetakaYoshioka.

Estreno: Disponible en Netflix.

Volvió Godzilla y en su mejor versión. Esta vez el padre (¿o madre?) de todos los kaijus, palabra que engloba a los monstruos gigantes de las películas japonesas, regresa en Godzilla Minus One, una de las películas más logradas de la saga y del género, aunque por desgracia se estrena vía streaming, sin haber pasado por las salas locales. Una lástima, no solo porque se trata de un gran espectáculo que este año fue reconocido con el Oscar a los Mejores Efectos Visuales, sino porque logra condensar lo mejor de una tradición con un linaje muy extenso. Al mismo tiempo, se nutre del valioso legado cinematográfico japonés, del que ahora también forma parte.

Godzilla Minus One no tiene vínculo con la versión estadounidense del llamado Monsterverse, cuyo último exponente es Godzilla y King Kong: El nuevo imperio, estrenada en marzo pasado. En cambio, esta película conecta de forma directa con la original de 1954, clásico dirigido por Ishiro Honda, con el que comparte incluso sus connotaciones históricas. Ambientada en la inmediata posguerra, se trata además de la primera película “de época” de la saga, ya que todas las demás o bien coincidían con la época de sus estrenos o transcurrían en el futuro.

Shikishima es un piloto kamikaze que durante los últimos días de la guerra decide, por temor, no cumplir con su misión y aterriza simulando un desperfecto en una base en la emblemática Isla de Odo. Y ya se sabe lo que la deshonra significa en la cultura nipona. Esa misma noche, las instalaciones son atacadas por una criatura monstruosa y una nueva muestra de “cobardía” del protagonista le cuesta la vida a casi todos los soldados y mecánicos ahí apostados. Esa culpa, que irá sumando motivos adicionales, es uno de los motores que alimentan el drama y funciona como espejo de un sentimiento colectivo: el de un país que siente que fracasó en la defensa de los suyos.

El regreso a casa tras la rendición será sin gloria alguna. Shikishima se encuentra con una Tokio arrasada, sus padres muertos y su casa reducida a escombros. Para colmo le termina dando refugio a una mujer con un bebé que también lo perdió todo. Lejos de reducirse a la superficie de la acción, Godzilla Minus One se apoya en el desarrollo de sus personajes y sus tensiones internas. A tal punto, que muchas veces, salvando las obvias distancias, estas subtramas de tono intimista podrían pertenecer a alguno de los clásicos melodramas familiares de Yasujiro Ozu. Incluso la estética o las puestas de cámara, los sostenidos planos fijos y fundidos a negro, remiten con claridad al cine de los ‘40 o los ‘50. En esa línea, la película evita perderse en confusos montajes frenéticos, presentando cada acción de forma sobria y prístina. 

Como en la original, el demonio de la energía nuclear vuelve a meter la cola a partir de las pruebas de los Estados Unidos en el Pacífico. Su fuerza destructiva afectará a Godzilla, que más grande y enojado marcha sobre Tokio. La escena de su paso por el barrio de Ginza, símbolo de la capital japonesa, es impresionante no solo por su factura, sino como puesta en escena del drama de Hiroshima y Nagasaki. Es ahí donde el Minus One del título dialoga con el de Alemania año cero, de Roberto Rosellini: el combo de guerra + Godzilla (el kaiju como metáfora de las bombas) deja a la reconstrucción del país en números negativos.

Pero el monstruo no solo simboliza el horror atómico, sino que se trata de una alegoría que resume el vínculo cotidiano que Japón tiene con las catástrofes. Una bestia que llega desde el mar, como los tsunamis, para hacer temblar el suelo que pisa. Por eso sigue funcionando el viejo truco de que la cámara vibre con cada paso de Godzilla, porque la tierra también puede ser un monstruo. Por eso, Godzilla Minus One es también una oda a la resiliencia del pueblo japonés.