“Queremos que nos dejen seguir cocinando.” Esa frase, pronunciada por Vilma, cocinera del comedor San Martín de Porres de Moreno Sur con la banda celeste y blanca cruzada en el pecho a modo de reconocimiento, al finalizar la misa celebrada por el presidente de la Conferencia Episcopal Argentina, monseñor Oscar Ojea, sintetizó el reclamo conjunto de la iglesia y las organizaciones populares que dan de comer a cada día más gente con menos recursos. El fenómeno de la precariedad alimentaria está concentrado en la provincia de Buenos Aires, y sobre todo en el Gran Buenos Aires, y según el ministro de Desarrollo de la Comunidad Andrés Larroque se agravó con el quite de fondos del Estado nacional al Servico Alimentario Escolar, el SAE. 

Para conmemorar el Día de la Bandera, los curas de los barrios populares y villas decidieron homenajear a las mujeres que sostienen los comedores con su tiempo, energía y esfuerzo, que además sufren una campaña de desprestigio y estigmatización por parte del gobierno, y designarlas “Madres de la Patria”.

La cita era a las 11, pero la parroquia, situada en la esquina de la avenida Crovara y Cátulo Castillo, muy cerca de la estación Justo Villegas del ferrocarril Belgrano Sur, en Ciudad Evita, del partido de La Matanza, se llenó mucho antes. A las 11, la multitud ocupaba la vereda y comenzaba a extenderse hacia la calle, por lo que la policía local decidió cortar el tránsito.

La parroquia ocupa la esquina, pero detrás tiene la sede de Cáritas local, que lleva el nombre de "Padre Bachi", que para los matanceros ya es casi un santo. Frente a la parroquia, donde algunos años atrás había un baldío, se encuentra lo que denominan “la obra del Padre Tano”, como todos conocen acá al cura Nicolás Angelotti.

Caacupé, como su nombre lo indica, recibe a una gran colectividad migrante, proveniente del Paraguay. Dos banderas, una argentina y otra paraguaya, bien visibles, ocupan lugares de privilegio a cada lado del altar. 

La misa en La Matanza coincidió con una serie de misas simultáneas, en distintas parroquias ubicadas en Córdoba, Mar del Plata, Salta, Santiago del Estero, en La Matanza y en otros puntos del país.

El hecho, encadenado al reciente encuentro del papa Francisco con el gobernador Axel Kicillof, la frialdad manifiesta entre el pontífice y Javier Milei en ocasión del G7, a la foto de este con la bandera de Aerolíneas y a la comida servida por monseñor Jorge García Cuerva en la Catedral porteña, marca una distancia cada vez mayor entre la Iglesia católica y el gobierno libertario.

Oscar Ojea leyó el sermón de la multiplicación de los panes y los peces, invitó a leer o releer la encíclica Frateli Tutti, del papa Francisco, y recordó que "compasión no es lástima, todo lo contrario, es sufrir con el otro, porque el otro puedo ser yo".

“Jesús se pone en el lugar de aquel que tiene hambre, de aquel que tiene necesidad”, señaló en otro de los pasajes en el que llamó "a imitar su corazón, para contrarrestar la globalización de la indiferencia”.

“Las mujeres que trabajan en los barrios, con corazón de madre, no solamente son madres de sus hijos: son madres de todo el barrio”, afirmó Ojea al destacar que, en esa acción se evidencia "un empeño y una delicadeza propios del corazón de la madre, para saber cómo servirles mejor”.

“La homilía de Ojea fue clarísima, la ceremonia fue profundamente sagrada y religiosa y todos estuvimos ahí para dar gracias por la existencia de estas mujeres, su compromiso, su tarea cotidiana", sostuvo el padre Leonardo Silio

"Nuestros barrios se sostienen gracias a ellas, el hambre de los pobres es algo sagrado, darles de comer es algo sagrado, porque es el propio Jesús el que nos invita a hacerlo. No fue una misa kirchnerista, como se intentó instalar los últimos días”, agregó el integrante de la diócesis de Moreno.

La Eucaristía estuvo concelebrada por Eduardo García, Obispo de San Justo; Jorge Torres Carbonell, Obispo de Gregorio de Laferrere; Marcelo Margni, de Avellaneda-Lanús; Juan José Chaparro, Obispo de Merlo-Moreno; y su auxiliar, Oscar Miñarro; y Gustavo Carrara, Obispo Auxiliar y Vicario General de Buenos Aires.

Una jornada especial

 

La iglesia de Caacupé nació, como es habitual, con la construcción de una canchita de fútbol para atraer a los chicos. Alrededor de ese espacio se fue armando el resto. Primero, la sala de reuniones, donde se trabaja para sacar a los pibes de las adicciones, entre otras cosas. Hoy hay una escuela, una cancha de fútbol de once, una de sintético y un playón polideportivo.

El clima de la misa fue popular, futbolero de entrada. Los curas, más de una docena, con los rostros de Carlos Mugica y Enrique Angelelli en sus ropas, esperaron afuera, como un equipo en el túnel, dándose ánimo entre ellos. Finalmente, cuando desde los altavoces se anunció su presencia, atravesaron dificultosamente la multitud. A Mugica lo mató la Triple A. A Angelelli la dictadura cuando era obispo de La Rioja. 

Los curas villeros y en opción preferencial por los pobres explican que tienen, en sus prácticas, mucho de los primeros cristianos y de los cátaros. Viven en casas o ranchos iguales a las de sus vecinos, sienten sus mismas alegrías y penurias. Sus ceremonias son más festivas y más descontracturadas. Dicen que de otra manera las distintas vertientes del evangelismo los iban a dejar sin fieles.

Tienen también su propio cancionero, ligado a las preocupaciones cotidianas de los sectores populares, con frases como “la vida como viene vamos a recibir”, “hagamos lugar en la gran familia”, “María y Jesús, ellos no te engañan”, “no podés quedar de brazos cruzados y sólo mirar al que está tirado”.

Pelean y pelean

Concluida la misa, las “Madres de la Patria”, también llamadas “Madres del Pasillo”, por maternar también a los hijos de sus vecinos, fueron pasando una por una junto al altar, donde les fue colocada la banda con los colores celeste y blanco.

Cada una de ellas traía de hinchada los voluntarios de su comedor y la gente de su barrio. “Nuestro comedor se llama 22 de Enero, igual que el barrio", cuenta Paola, que vino con su hijita, que también la acompaña cuando le toca cocinar. Y agrega: "Cocinamos de martes a viernes, para 120 tuppers. Algunos son de 4 personas, otros de 8, no sabemos cuánta gente vienen a buscar comida. Si todavía no cerramos es porque los curas pelean y pelean para conseguir la mercadería”.

“¿Qué cambió en estos meses? Hay menos laburo, menos changas, menos guita, más gente que viene a buscar comida y menos alimentos para cocinar", explican los voluntarios del comedor “Nuestros abuelos” .

"Hay más consumo de drogas y más violencia, también, los grandes ganadores de todo esto son los transas y narcos”, dicen los integrantes del comedor cercano al hospital Alberto Balestrini, en González Catán.

Uno de ellos es joyero de profesión. Perdió su último empleo con la anterior ola importadora, en 2017. Desde entonces, changuea. Últimamente, iba temprano a los frigoríficos, “porque rajaron gente y están muy justos, por eso a veces necesitan a uno de jornalero, pero hace tres semanas que ni eso”.

Siguiendo esa realidad, Ojea centró parte de su discurso en la lucha contra las adicciones, las que consideró una “lastimadura tan honda en nuestros barrios”. “Nos conmueve y estamos orgullosos del trabajo de nuestras comunidades en los barrios, de nuestras Cáritas, de los Hogares de Cristo, y de tantos esfuerzos por construir comunidad, para aprovechar los anticuerpos que tienen nuestros barrios para defenderse de la droga”, afirmó. 

Por eso, destacó lo que definió como "un granito de arena o una gota en el mar": "Este trabajo, que es un trabajo en la defensa absoluta de la vida”.

“Estamos trabajando para no entregar nuestros barrios al narcotráfico, para no entregarlos al enemigo que se instituye en dueño de nuestras vidas y va formando un Estado dentro del otro Estado" dijo y aseguró:  "¡Estamos a tiempo! Hay tanto que hacer, tanto por trabajar”.

Ricardo vive en Villa Palito. “Por supuesto que hay necesidades, pero a nosotros la urbanización nos cambió la vida. Una chica del barrio, que estudia economía en la Universidad Nacional de La Matanza, dice que no tenemos porqué estar pasando hambre, que plata hay pero el Gobierno tiene otras prioridades”, cuenta, y agrega que con sus hijos, leen diarios del exterior, "porque la mayoría tienen edición en castellano". "Ahí dicen de Argentina lo que muchos medios argenitnos no se animan a decir", concluye. 

Cuando terminó la misa, en el patio de la parroquia, se compartió un almuerzo. Aunque, por esta única vez, a ellas no se les permitió cocinar.