La idea del racismo determina lo que es civilizado, es la idea de un goce único, de un único Dios. Con el monoteísmo inauguramos el racismo, la buena civilización, de tal manera que todo lo conectado al cuerpo era considerado salvaje. “el racismo (…) siempre es (…) reducir al otro a un cuerpo animalizado y, por lo tanto, ‘inferior’”.

Esa idea está en Racismo 2.0, donde Laurent, partiendo de Lacan, afirma que no se trata del choque de civilizaciones, sino más bien, del choque de los goces. El goce no es normativizado, sin embargo, rechazamos el goce del Otro. Con eso, normativizar el goce del salvaje es para su “supuesto ‘bien’ ”.

“Dejar a ese Otro en su modo de goce, es lo que sólo puede hacerse si no le impusiéramos el nuestro, si no lo considerásemos un subdesarrollado. Esos goces múltiples fragmentan el lazo social, de ahí la tentación del llamado a un Dios unificante.” (Eric Laurent, 2008).

Podemos afirmar que la frase: “soy negra, escúcheme sabiendo de mi lugar” puede ser una enunciación de un lugar nuevo, aún no sabido, que era encubierto por el enunciado: “yo nunca sufrí racismo”. Un analizante afirma: “sólo logré saber que eran violencias racistas cuando supe de mi negritud”.

El inconsciente no es estático, no es un depósito. En Lacan, el “inconsciente es la política”, y “se trata de un desdoble de otra tesis lacaniana ‘el inconsciente es el discurso del Otro’” Ahí surge el inconsciente en la dimensión del lazo social, que puede ser leído con todo lo que cabe a la esfera social, la identificación, la defensa, la represión y la no relación sexual.

Con eso, ¿cómo podemos creer que, al hablar del cuerpo negro y silenciarlo, no habría consecuencias en el inconsciente?

Nacemos sumergidos en una estructura de lenguaje que incluye el racismo y esa estructura nos revela una jerarquía, puesto que el blanco deshumaniza al negro para existir como humano (Frantz Fanon, 1952).

Con la caída del patriarcado, observamos una fragmentación del mundo, en que los cuerpos que antes eran silenciados ahora pueden usar la palabra a su modo, sin embargo, también se ven intentos de rescatar a un Padre opresor y violento.

En la clínica, cuando la frase “soy negro” es una enunciación, es necesario ofrecer un tiempo para la identificación, “autorizarse contando con algunos otros”, autorizar la identificación para entender que ser negro, es posible. Después, ir más allá del “negro” sin perderlo, como nos enseña Marina Recalde en su pase “‘la negra’ ya no está irremediablemente conectada a la injuria”.

*Fragmento del artículo “Nada será como antes, mañana” de la Revista Lacaniana XXI de FAPOL online. Traducción del portugués Paula Nocquet.