1. La fábula del enfermo terminal
Alegrarse por un índice de inflación de 4,2 por ciento en el mes de mayo (como el 8,8% en abril) es como estar vivo después de una enfermedad terminal, una alegría inconmensurable que nos quieren hacer sentir. Pasar del 20 de enero al 4,2 es una alegría tanto como pasar del 17.000 por ciento de inflación que nos habría dejado el anterior gobierno al más del 100 por ciento desde que comenzó el gobierno Milei. La maravilla de esta fábula es que debemos estar contentos, que la cosa podría ser todavía peor, podríamos todavía tener menos plata, todavía podríamos sorprendernos más, todavía podría alcanzarnos menos lo que ganamos, en definitiva, podríamos estar muertos. Cada mes se espera el índice inflacionario como la llegada no del mesías sino de las huellas que marcan algo de que aún podría ser peor. Lo hemos logrado: no pensar qué pasa con los formadores de precios, con la desregulación del mercado, no se trata de algo econométrico ni de política de estado y de políticas económicas sino de un milagro, la inflación que ha evitado el gobierno de Milei.
2. La fábula de la cigarra y la hormiga
El que derrocha y el que guarda. Y ahí estamos observando de qué lado estamos. El que se gastó todo lo que tenía y ahora recuerda mejores tiempos. O aquel que está racionalizando la miseria, cambiando esos pequeños dólares que fue dejando bajo el colchón, mientras podía. Y ahora piensa muy bien en qué lo gastará. Y hace cuentas. ¿Cuánto nos alcanzará según nuestra expectativa de vida?
3. La fábula de “Correte, que me tapás el sol”
Nos miran absortos, aun sabiendo que somos el laboratorio del planeta. Uno de los laboratorios, por supuesto, porque hay muchos, pero el laboratorio de la bicicleta financiera, el laboratorio de los locos que toman el poder desde la ultraderecha y nos sacan hasta el último céntimo y nos hacen pelear entre nosotros; que vos sos K, que vos sos M, la increíble historia argentina, un continuo saqueo y una continua humanidad de gente que intenta progresar, seguir, intenta ser feliz como si la economía y la felicidad no tuvieran nada que ver. Un laboratorio que intenta demostrar con ratas “humanas” que no hay que tener demasiado para ser felices y de qué no nos vamos a quejar porque podríamos estar peor. Finalmente, somos filósofos estoicos. “Correte que me tapás el sol”, finalmente, ¿qué nos llevaremos al otro mundo?
4. La fábula de Alí Babá y los 40 ladrones
Siempre habrá alguien que nos tire un hueso para que podamos llegar al menos al día 15, al día 16. La solidaridad tratando de pedirle algo al que todavía tiene para que lo saque abajo de la cama, del fondo del armario. O nos encontrarnos con algo en la calle, o “hacerle un moco” al vecino, como se decía en las barrios vulnerables, que son eufemismo de villas de emergencia o villas a secas. Meter la mano en la basura, encontrar restos, finalmente los argentinos somos grandes emprendedores del resto, de lo que va quedando y de quienes van quedando.
5. La fábula del cruce del Mediterráneo
Nadie sabe cómo terminará la inflación, algunos dicen que la estrategia es la recesión, cuando no haya nadie más que compre, los precios no podrán aumentar, la lógica es tan brillante como de crueldad inimaginable. Si no hay personas, van a sobrar los departamentos y van a bajar los precios. También será una forma de que los argentinos y las argentinas saldremos a colonizar el mundo emigrando y llevando nuestra inteligencia por todo el planeta, ya lo han hecho otros países. El mundo está lleno de migrantes que se tiran al Mediterráneo buscando salir de sus lugares donde han nacido y donde los explotan y se mueren de hambre en sus lugares nativos: prefieren la barcaza repleta de otras personas que puede naufragar y hundirse. Entonces Argentina deja de estar sola en el mundo y comienza a ser parte de lo que acontece en todo un planeta en el que el dinero se imanta al dinero y se vuelve un engrudo y se pega a las manos de los que más tienen, que se pintan como los más piolas porque el dinero huele las manos de quien lo sostiene.
Y se estimula a los hijos a que emprendan un largo viaje, atraviesen el continente, se adentren en el Atlántico. Porque si ganan lo mismo, pero si ganan estable, nunca será lo mismo. Porque será estable. Y no la depredadora inflación. ¿Cómo algo puede costar lo mismo después de un año, dos años, tres años? Ya eso solo implica una diferencia tan grande como un océano que nos separa. Y seremos carne de trabajadores para el viejo continente en el que cae la tasa poblacional. Seremos esa sangre nueva que regenerará nuevamente pueblos que han salido a colonizar el planeta, se han animado y siguen extirpándonos la sangre, el oro y nuestros cerebros.
6. La fábula de la crisis que genera oportunidades
La inflación cambia el valor del dinero y de nuestra carne pero sobre todo es un generador increíble de fábulas, nunca se ha hablado tanto de las cosas y de los objetos, de los servicios y del transporte, de las góndolas y de la desesperación de no llegar a fin de mes. La gran oportunidad no es finalmente sostener que la inflación es sólo económica sino que aumenta mil por ciento las posibilidades de nuevas fábulas. Dependemos de lo que se cuente de ella, del relato. En definitiva, una fábula puede ser una gran mentira o una gran verdad, pero ninguna peor que la que sostiene que nos la merecemos porque somos argentinos.
* Psicoanalista y escritor.