Como titular de la Unidad Fiscal Especializada en Violencia contra las Mujeres (UFEM) de la Procuración General de la Nación, la abogada Mariela Labozzetta tuvo un rol determinante en los dos casos más resonantes de violencia sexual de los últimos años que concluyeron en duras condenas con una diferencia de una semana: a seis años de cárcel para Juan Darthés en Brasil y a 16 años, el exgobernador y exsenador de Tucumán, José Alperovich en la Argentina.

En una entrevista con Página 12, Labozzetta destacó la importancia de estos “litigios estratégicos” para animar a otras víctimas a denunciar y señaló como fundamental la expertise de fiscales en este tipo de delitos y la mirada de género para llevar adelante la investigación judicial. Además, analizó los estereotipos que suelen embarrar las causas de abuso sexual. “Es una noticia muy positiva que haya una condena de estas características en un caso que además es emblemático y, diría, casi único en el país en términos de quién es la persona acusada, porque rompe esa lógica de impunidad de la violencia sexual en general, y sobre todo de la impunidad del poder”, consideró en referencia a la sentencia contra el exgobernador y exsenador de Tucumán.

–¿Le sorprendió la condena?

-El punto es cómo hacemos para trabajar sobre la impunidad de la violencia sexual en general. Es algo que venimos haciendo hace dos o tres años en la UFEM cuando abordamos la temática de violencia sexual y llevamos litigios estratégicos, como el de Alperovich y el de Darthés, y también hicimos el “Protocolo de investigación y litigio de casos de violencia sexual”, que presentamos el año pasado porque hay una identificación de que el sistema judicial falla en un montón de aspectos. Esa falta de expertise en cómo se investiga un caso, la mirada estereotipada, las prácticas revictimizantes, son la causal de la impunidad. En ese sentido no me sorprendió porque es un caso que llegó sólido a juicio, a diferencia de lo que pasa con muchos otros: hubo una instrucción que fue sólida, porque la fiscalía a cargo de Santiago Vismara trabajó muy bien y en conjunto con la UFEM desde el principio y se hizo un requerimiento de elevación a juicio donde se marcó a la violencia sexual como constitutiva de violencia contra las mujeres. Y también trabajó muy bien el fiscal de juicio Sandro Abraldes. Es una noticia muy positiva que haya una condena de estas características en un caso que además es emblemático y, diría, casi único en el país en términos de quién es la persona acusada, porque rompe esa lógica de impunidad de la violencia sexual en general, y sobre todo de la impunidad del poder.

–¿Es una condena muy alta?

–La condena está dentro de la escala que prevé el Código Penal. El abuso sexual con acceso carnal es un delito muy grave por eso es fundamental cómo se lleva adelante la investigación. Desarrollar un caso con debida diligencia implica no archivar porque tengo solo el testimonio de la víctima, ni ir a juicio solo con el testimonio de la víctima. En los dos casos, porque están en juego los derechos de la víctima de obtener una sanción, pero también los del imputado de poder defenderse, de que lo acusen con pruebas, de cumplir las garantías constitucionales. No cualquier caso se puede llevar a juicio para una pena tan alta, lo mismo cuando hablamos de femicidio, que estamos hablando de delitos que se castigan con perpetua. Entonces hay que tomarse muy en serio desde el juicio cómo se acredita un hecho de estas características y cómo se construye una acusación en un caso así.

–La defensa de Alperovich, como en otros casos, apuntó a descalificar la palabra de la denunciante y construir la hipótesis de la causa armada como parte de un complot para destruirlo políticamente y también sacarle plata…

–Los casos de violencia doméstica como los de violencia sexual parten de un piso inferior al resto de los delitos. Lo primero que ocurre, el primer déficit que tenemos es que cuando alguien va a hacer una denuncia de estas características se pone en duda su palabra, porque ahí empiezan a operar desde el momento cero los estereotipos. ¿Por qué denuncia? ¿Si es mentirosa?… Se la manda a hacer un test para ver si tiene una personalidad fabuladora y también una pericia psiquiátrica para ver si está loca, si quiere vengarse, si es por despecho, si está haciendo una operación política como decían en este caso. ¿Quiere fama?, como decían en el caso de Thelma. Todo esto se va construyendo para desarmar ese testimonio. Acá tenemos un problema porque pareciera como que se invierte la carga de la prueba y entonces la víctima tiene que demostrar que es cierto lo que dice. Por eso muchas de las víctimas lo que piden es que les crean, más allá de ir a buscar a la justicia una sanción por lo que les pasó. Después empiezan a operar todo el resto de estereotipos: Si denunció mucho tiempo después es porque miente y lo inventó; si no se resistió físicamente es porque en realidad quería; si la violaron y se quedó, es porque consintió. Como el relato del libro que también se trajo a colación en el juicio contra Alperovich (de Belén López Peiró) Por qué volvías cada verano, donde se explica muy bien cómo opera esta problemática.

–Para entender todas estas cosas, en lugar de aplicar estereotipos, es importante saber cómo funciona el fenómeno criminal en este tipo de delitos…

–Claro, como quienes investigan la violencia económica, saben buscar papeles, dónde está el delito, cuál es la complejidad, tienen contadores, etc. para estos casos también hay una expertise, que es comprender cómo los delitos sexuales calan en las víctimas, qué pasa en ellas a partir de eso, cómo acercarse desde el sistema de justicia para generar una empatía, para esperar sus tiempos para declarar y poder recibir un testimonio que sea una prueba sólida. Es a la vez dos cosas el testimonio: por un lado, un momento en el que la víctima puede decir su verdad, pero también desde el ministerio público, la posibilidad de construir una prueba. Después voy a tener que ir a complementar con otras pruebas: pruebas testimoniales que den cuenta, si es que no hay testigos directos u oculares, que puede ser que haya, ya que hay hechos que ocurren, por ejemplo, en la vida pública. Pero en general, suceden en espacios privados. Entonces los testimonios de las personas allegadas a la víctima son importantes. Alguien que la vio inmediatamente después y puede contar cómo estaba, si estaba shockeada; un policía, un reporte del 911, si la víctima llamó, entonces ahí se escucha el tono de voz, en qué estado de ánimo estaba, qué dijo. Otro aspecto importante es la coherencia del relato, que a veces aparece y a veces no está por el trauma. Personas de la familia, psiquiatras, psicólogos que la pudieron haber atendido después de los hechos de violencia sexual, que pueden dar cuenta del estrés postraumático. Historias clínicas. Si la denuncia fue inmediatamente posterior, por supuesto, estudio médico y clínico para ver si hay señales.

–En este caso puntual, usted escuchó a la denunciante de Alperovich. ¿Cuáles fueron los puntos fuertes de su declaración y cómo se construyó la validación de ese relato?

El relato fue muy coherente, muy sólido en el modo de contar, con mucha capacidad expresiva para explicar cada detalle de lo que pasó, contextualizar los hechos sin irse por las ramas. Lo acompañó con capturas de pantalla del celular que fueron dando soporte a lo que iba diciendo y cómo armar todo el recorrido de lo que pasó, que fueron unos meses. Hubo otros testigos de contexto que compartían un poco el día a día de ellos ahí, que también fueron importantes. Y fue muy relevante el testimonio de la perito del Cuerpo Médico Forense, Mónica Herrán. No solamente porque la evaluó a la denunciante, sino también porque explicó cómo opera la violencia sexual en las víctimas, porque los argumentos de la defensa venían por sostener que se trataba de una operación política, que lo había inventado todo. Cada argumento de la defensa se desarmó.

–Uno de los ejes en los que insistió la defensa fue por qué demoró había demorado varios meses en denunciar y por qué se quedaba junto a Alperovich si él la abusaba y violaba…

–Eso ocurre en la mayor parte de los casos. En el caso de Thelma, fue muy interesante la forma en que uno de los jueces respondió al alegato de la defensa en relación con que no hubo ninguna resistencia física de parte de ella (cuando Darthés la violó). Dijo que es muy cruel pedirle a la víctima que además se resista físicamente. En muchos casos, las personas están entre el miedo a que les pase algo peor, entre morir y vivir, y muchas mujeres en ese momento lo que relatan de lo que sentían es: “tuve miedo y me quedé quieta para que termine rápido”, o “no me resistí para que termine lo antes posible y poder irme”, o “me quedé paralizada, no sabía qué hacer”, porque muchas de las personas que ejercen violencia sexual son del entorno de la víctima, o es un médico de su confianza, o un jefe. Estos relatos también hay que conocerlos y entender cómo funcionan. En la serie documental No estás sola, sobre el caso de La Manada de España, se ve a la madre de una chica que violaron y mataron que dice: “Ojalá mi hija no se hubiera resistido a que la violen porque estaría viva”. Entonces es como un dilema un poco perverso: si me resisto me pueden matar, si no me resisto nadie me va a creer.

–¿Cree que hubiera sido posible un fallo así antes del Ni Una Menos y toda la revolución que causó ese movimiento al poner el foco en las violencias contra las mujeres y diversidades?

–Fue un gran cambio. Que exista dentro del Ministerio Público Nacional y los ministerios públicos de muchas provincias unidades fiscales especializadas, o sea que haya institucionalidad en materia de género es determinante. Fijate que, en estos dos casos, contra Alperovich y contra Darthés, intervino la UFEM investigando el hecho en conjunto con la Fiscalía en el primero, y en el otro haciendo cooperación internacional con el Ministerio Público de Brasil. Fue absolutamente determinante que exista una unidad especializada que además pudo inscribir los hechos en una situación de violencia contra las mujeres. Esta mirada con perspectiva de género cambia nada menos que la impunidad frente a la no impunidad. Por eso desarmar la institucionalidad, que es lo que está pasando en este momento, es tan grave. Así como la denuncia de Thelma abrió muchas puertas y rompió muchos silencios y llevó a mucha gente a poder acudir al sistema de justicia o a pedir ayuda para poder denunciar abusos sexuales recientes o de muchos años, espero que este caso sirva como mensaje para decir que no tiene que haber impunidad con la violencia sexual y que salir de ese lugar de silencio puede ser reparador.