Cuando se le comenta a Nicolás Rizzo que Viendo cómo el fuego se alimenta, el cuarto y quizás el mejor disco del grupo cordobés, tiene el estilo característico de la banda, él acepta sentirse perplejo: “Me dijeron muchas veces cosas como ‘esto es re Benigno Lunar’ y te juro que no tengo ni idea de lo que están hablando. Pero entiendo que sí tiene que ver con cosas que no somos”. Benignos en una era de constante apología del mal y lo suficientemente lunares como para empezar el disco describiendo un liberador ataque de llanto, Rizzo, Guillermo Ochoa (guitarra), Robertino Metral (bajo) y Emanuel Bastos (batería) han logrado darle forma al álbum más épico de la banda, con arreglos de cuerdas de Renata Bonamici y violoncelos, violines, trompetas, trombones y coros infantiles incluidos.
Nicolás: “Tengo muchas canciones, pero hay bastante crítica dentro de la banda, siempre hay una participación de los cuatro. Venimos tocando desde hace años, y creo que el sonido tiene que ver con la relación con los compañeros de banda y con haber estado tocando juntos durante mucho tiempo”. Cinco años pasaron entre La religión de los árboles y este disco, que contó con la ayuda clave de Roberto Bachini: además de grabarlo, mezclarlo y producirlo junto a Rodrigo Lanfri en La Rambla Estudios, un excelente estudio de Córdoba, Bachini hizo las veces de mecenas: “Fue importante porque él nos quería grabar. Y estuvo bueno tener tiempo, pero también nos costó cerrarlo. En un punto las canciones siempre terminan hablando de lo mismo: el amor, el desamor y las cosas cotidianas están presentes, pero teñido por los colores de las situaciones que uno está viviendo. Hay menos metáforas que en los discos anteriores, que capaz que eran más surrealistas”. Con las nuevas composiciones más enfocadas en lo cotidiano, la ductilidad de Rizzo haciendo canciones es un oficio, pero también un trabajo: “Hace tres años que estoy dando un taller de canciones y eso me lleva a estar todo el tiempo en contacto con la poesía y la literatura. Me gustan El Mató y las bandas de La Plata y también las de la zona sur, quizás porque no tienen nada que ver ni con el rock chabón, ni con el pop más mainstream. Escucho de todo, aunque no leo revistas de rock”, dice y devela el secreto de un imaginario propio. “Ensayamos en una pieza con humedad que tiene un techo alto, una linda reverb y una ventana que da a un patio lleno de árboles”, define Rizzo, que menciona entre sus últimas lecturas Los viernes (ensayos de Juan Forn, editados por Página/12) y a escritores cordobeses contemporáneos (como La casa de los eucaliptus o La Maestra Rural, de Luciano Lamberti, o como Un cementerio perfecto, de Federico Falco). “En algún momento yo renegaba de que nos trataran como una banda del interior, sentía que quizás nos subestimaban un poco; pero ahora creo que realmente hay algo de la zona, aunque no hagamos folklore. Uno no sólo compone con una guitarra en la mano, también se puede componer leyendo un libro o paseando por las sierras con tus amigos o haciendo cosas que también cultivan tu imaginación”.
* Viernes 24/11 en Mi Casa, Agüero 787, junto a Lache y Wilo.