https://www.pagina12.com.ar/731692-humanario-un-foto-libro-sobre-la-condicion-de-manicomios-de-Murió Sara Facio, qué difícil escribir sobre ella. La noticia nubla las palabras como se nubla el sol ficticio en las decoraciones y las imágenes se convierten en esos muebles a los que devotamente hay que cambiar de lugar para descifrar el día.
¿Cuál es la primera foto que recordamos? ¿La que le sacó a quién? No queremos ser empeñosamente sentimentales y exageradamente románticas, pero cómo no serlo cuando empiezan a apretujarse las abstinencias y nadie pone en duda que no se puede hablar de la fotografía argentina sin hablar de Sara Facio. No son solo los retratos de los escritores que a esta hora del tiempo ya son tatuajes, no es solo esa mirada testigo de la cultural nacional, no es solo Perón y sus muchachos peronistas, el álbum enmarcado, los espacios institucionales dedicados a la fotografía que no teníamos y que Sara creó, no es solo la editorial La Azotea y sus publicaciones, su resultado en blanco y negro, sus fotos callejeras y las de la Ezeiza sangrienta, su dogma de protesta siempre inteligente, su feminismo inseparable, su vida junto a María Elena Walsh. No.
No hay un solo, nada está solo ni está detenido en este obituario, todo es camino como la sombra en los espejos. Sara nació en San Isidro en una casa llena de perros, gatos, dos hermanos y música (ópera, sobre todo). Se compró su primera cámara fotográfica, una AGFA Super Silette, en un viaje a Alemania (vivía en París gracias a una beca de estudio) y tuvo su primer trabajo como fotógrafa un 8 de diciembre porque el padre de su amiga Alicia D’Amico, que era fotógrafo, no daba abasto para retratar y revelar tantas comuniones.
Estos primeros datos biográficos en los márgenes de los recuerdos, apenas este azar de pocos, y la compañía lúcida de algunos nombres propios que Sara no olvidaba: Annemarie Heinrich, Grete Stern y Lee Miller, dan cuenta de una vida de pura peripecia independiente, tan independiente como impetuosamente revolucionaria. Busquemos fotos de Sara, las archiconocidas y las que nunca vimos. Un manjar de retratos, de pasiones, de adversidad en ida y vuelta. Papeles reveladores, hoy todo alcanza esa extensión sin literalidad. Miremos el maquillaje de la iluminación provechosa, el encuadre perfecto de una obra que despabila los vicios de la tecnología de los siglos como un verso a una poeta: “en mi alma en ti despierto”.
Es momento de encarnar ese tobogán continuo que bien revelará lo dificultoso y lo disímil, la confianza en la seguridad y la simetría. Busquemos fotos de Sara. A las personas que tuvieron la dicha de ser fotografiadas por ella y a las que no, a todas nos hubiera gustado que Sara nos mirara y nos sacara una foto, más de una.