“¡Amo! -exclamó con vox aflautada y chillona- ¡amo ser el topo dentro del Estado! Soy el que destruye el Estado desde adentro”, siguió diciendo el primer mandatario de Argentina 2024. Y agregó que se siente Terminator viniendo de un futuro apocalíptico. Sabemos que no viene para mejorar el bienestar general (como sería esperable en un presidente) sino para exterminar, humillar y lastimar. Se siente eufórico por haberse infiltrado en filas enemigas (es decir, su pueblo) y goza hambreando a quienes creyeron en él y le cedieron el poder sin imaginar, por cierto, que detrás del león se escondía un caballo, el de Troya.

Acusa de golpista a humildes vendedores de empanadas o a personas hambreadas mientras se autoproclama golpista de Estado “desde adentro”. ¿En qué quedamos?

Milei publicó la imagen de un león con banda presidencial caminando orgulloso sobre cuerpos abatidos. La metáfora es perversamente lograda, pero niega los ideales liberales. La victoria de ese león se erige sobre los cadáveres de la población. Un triunfo a lo Pirro, en el que obtiene más daño quien vence que quien pierde. Una caricatura salvaje de alguien que presenta anomalías o desviaciones notables en relación a su especie, algo semejante a la definición de monstruo.

Alaba a su ineficiente (por decir algo liviano) ministra esconde comida, y aplaude a otra ministra (¿Unabomber?) que manda a sus hombres a disfrazarse de terroristas incendiarios. Pero la puesta en escena no funcionó. Los supuestos terroristas eran agentes de seguridad. Se refugiaron detrás del vallado militarizado entre aplausos de los demás poli-ciborgs represores, equipados tipo guerra de las galaxias, con la plata que no hay.

Muy irracionales y poco serias las estrategias de la ministra eficiente para hacer daño. Sigue victimizando a las personas “cazadas” en la calle. Son sus trofeos. Salió de cacería y se cobró veinte piezas, les presas y los presos de la represión libertaria.

Maltrata, insulta, miente, desprecia a mujeres, vejeces, artistas, en fin, no quiere a nadie, excepto a un grupito de bestias, y de allegados, y de super poderosos de derecha. Deja sin pan a quien lo necesita y se lo cede -convertido en salmón- a la casta. Hace apalear a manifestantes al boleo y amedrenta y amenaza con más sufrimientos y violencias. Persigue a les débiles, es narcisista y cruel. ¿Esto es un hombre?

En la Argentina se ha implantado una animalización política que tensa el orden de las instituciones atravesadas hoy por una brutalidad en ascenso. Comida estatal que se pudre o se vende por Facebook, prostitutas y champán para los machos de Petri. ¿Y el presidente? Pasea por rancios cónclaves mundiales chupándole las tetas a su tan odiado Estado, que también es el nuestro.

“¿Quién es el monstruo?” pregunta el niño protagonista de La inocencia, de Kore-eda Hirokazu.Yo, porque me injertaron un cerebro de chancho”, auto responde. Esta película se estrenó en nuestro país la misma semana que nos ocurrió algo violento y monstruoso: el poder ejecutivo les compró una ley a legisladores corruptos/as para destruir nuestra justicia social y nuestra soberanía, mientras las fuerzas de seguridad gaseaban a lo pavote, disparaban balas de goma y les robaban sus celulares a las viejitas.

Hirokazu muestra que la represión sobre las niñeces y el bullyng crea monstruos. Individualidades con cerebro de cerdo que solo saben odiar y tirar sus excrementos por el mundo como venganza socializada por su trauma no resuelto. ¿Será el caso de las anomalías notables que nos gobiernan? ¿O es maldad sin anestesia? Personas frustradas que desarrollan alucinaciones de grandeza. Antes se decía megalomanía ahora delirio expansivo, por acá se manifiesta como violencia libertaria.

Hay antecedentes históricos: el mediocre Eróstrato de Éfeso reduciendo a cenizas el templo de Artemisa -una de las siete maravillas del mundo- con la única finalidad de hacerse famoso, o Hitler convirtiendo su joven frustración académica en asesina furia antisemita y crueldad generalizada. Tenía razón el niño de la película: si te injertan cerebro de chancho te convierten en monstruo.

La libertad avanza en el márquetin de la violencia, con orgullo por reprimir y llamar golpistas a gente común o a provocadores dirigidos por la incalificable ministra de los robots ¿humanos? Estos lujosos juguetes asesinos son más eficientes que las laser, ya la ministra, con la volatibilidad ideológica que la caracteriza, se olvidó de ellas. El día de la ley aprobada a fuerza de garrote y corrupción (orquestada por quienes van a reuniones por la paz y se dicen trasparentes ante el FMI) vimos -quizá por primera vez en esta fallida gestión- el contrapoder del pueblo que sigue manifestándose cada día en estadios, plazas, esquinas tradicionales y hasta iglesias. La patria no se vende.

De todos modos, no es menor que hayan logrado sacar su ley sin un solo artículo a favor del pueblo y plagada de permisos para vender el país y negarse a socorrer a quienes lo necesitan. Pero, ¿esto es una expresión liberal?, ¿o es fascismo puro y duro?

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Son tiempos de monstruos, odio, sadismo e incertidumbre. Leo y escucho que Karina Milei ordenó que se vuelvan a encarcelar a los liberades por la acusación de terroristas. Y me pregunto, ¿es real o es inteligencia artificial? En el caso de que fuera verdad, ¿el poder ejecutivo le da órdenes a otro poder y, además, el otro cumple? La casta judicial se arrodilló frente al auto confesado golpista libertario y la mitad de la casta legislativa aceptó dádivas personales para votar una ley contra la justicia social y la soberanía nacional. Si quienes nos gobiernan delinquen desvergonzadamente, todo está permitido. Hay nihilismo político, desvalorización de los principios supremos: patria, libertad de expresión, democracia, Constitución, ética, verdad. Se aniquiló el respeto por las convenciones sociales. Este desvirtuar el sentido de las palabras no es inocente. El discurso es del orden del poder. Pero se está tocando fondo. Y es ahí donde se toma impulso para la lucha. Algo huele a podrido en los enclaves gubernamentales que despierta a las personas de su sueño dogmático. En la medida que crece la indignación por la torpeza autoritaria de la ultraderecha resurgen los movimientos y acciones populares para reafirmar la libertad con igualdad, la soberanía nacional y la vida misma.