No es tarea fácil para un artista independiente sostenerse en el tiempo, y menos estar a la altura de su propia obra. El caso de Dillom es una muestra de superación personal en el terreno artístico. Si con Post Mortem (2021) había pateado el tablero del trap local -aunque lo suyo va más allá- y propuesto una estética alternativa, irreverente y deforme, en Por cesárea, su nuevo disco, sube la apuesta y desarrolla una obra conceptual en clave thriller psicológico. Son doce canciones que narran la historia de un personaje oscuro, posesivo, violento, algo psicótico, cuyo destino está atravesado por una serie de malas decisiones. La maldad como estética expresada en el interior de una ficción.
La evolución de Dillom como artista también quedó clara anoche, en la presentación del disco en el Luna Park, con entradas agotadas. A las nueve en punto, con una rigurosidad que señala que hay orden en el caos de Dillom, una cortina casi transparente de tan blanca se abrió para dejar ver a la banda y darle lugar al hardcore de Coyote, una de las canciones más intensas del disco. A puro pogo: así arrancó Dillom, que repite hoy, un poco más temprano por el partido. Con una descarga de electricidad corporal y rítmica que siguió con las satíricas Piso 13 y Pelotuda, y la picante Mick Jagger, con especial protagonismo de los parches de Haye y las guitarras diabólicas de Gringo.
La faceta pop de Dillom -inaugurada con La primera y revalidada en el feat con Miranda!, Dos- continúa en este disco con canciones como La novia de mi amigo, Cirugía -destinada a ser un hit difícil de sacar del repertorio- o la magnética Ciudad de la paz, más chill que las anteriores y buen cierre de disco. Del pop canción al hardcore y al punk más rabioso, todo parece caber en la música de Dillom.
Después de la breve Mentiras piadosas, con Broke Carrey, sucedió la escena más teatral y celebrada de la noche: la aparición casi fantasmal de Lali Espósito para interpretar La carie, del nuevo disco. "Dios mío, dame/ mi sueño de paz/ y no de pastillas", cantó Lali encarnando a la parca y haciendo uso de sus buenos recursos actorales. Dillom -o su personaje, más bien- se entregó a las tentaciones de la muerte: "Le prometí a mi papá que iba a ser el mejor/ pero ya no quiero ser mejor, quiero ser el peor/ Entendí que hacer el mal era la única opción/ Hasta el día que se corte mi respiración".
En este plan, con el aporte sonoro y orquestal del Cuarteto Divergente -comandado por Alejandro Terán-, el repertorio siguió con el clásico Rili rili y Mi peor enemigo, la pieza sombría y tormentosa que tiene como invitado a Andrés Calamaro, que no pudo estar presente en el Luna Park. "Un saludo a Andrés, la mismísima leyenda", dedicó Dillom.
Luego, el clima musical se volvió a acelerar con el hard rock Buenos tiempos ("El día que muera/ moriré en mi ley", desafía), la sintética Reality, la trapera Ovario (con Ill Quentin) y la punk Ola de suicidios, ideal para las rondas de pogo y baile. "No lo tenía pensado cantar, pero por cómo se están dando las cosas me la están pidiendo bastante", dijo antes de hacer una versión a capela de 1312. "Antes muerto que Policía de la Federal/ No voy a la comisaría, puta, me hace mal (…)/ Yo les digo que estoy limpio y me revisan igual", soltó el músico. Y en seguida desató la euforia del público, que respondió con "el que no salta/ votó a Milei", un clásico ya en recitales de rock.
En Muñecas se puso una máscara para potenciar lo tenebroso de la escena y simuló clavarse un cuchillo en el estómago al final de la canción ("Hay problemas que solo los soluciona la muerte") y en Cirugía se colgó la guitarra, con la colaboración del Cuarteto Divergente y Fermín, que se quedaron para Últimamente y 220, tal vez la canción más "inofensiva" de su repertorio.
"Les agradecemos de verdad por reventar este lugar. La cosa no está fácil y lo hacemos todo a pulmón. Muchas gracias, de corazón, estoy infinitamente agradecido con ustedes", dijo Dillom sin esconder su felicidad. Entonces, Ciudad de la paz, Amigos nuevos y Reiki y yoga fueron las últimas canciones de la lista. Con menos delirio que en otras ocasiones -no se lanzó a hacer mosh entre la gente, por ejemplo-, la presentación oficial de Por cesárea evidenció la madurez de su propuesta escénica además del concepto musical.
Lo de Dillom es cosa seria -no solemne, claro-. En su recorrido hay una búsqueda cohesiva y una clara intención artística. Por cesárea, de hecho, es un disco de artista. Porque refleja el aura de su creador, expresa un lenguaje propio y una idea original para comunicar. Y esto en el terreno de la música urbana, en el que se repiten fórmulas y se cae demasiado seguido en lugares comunes, no es poca cosa. En esa línea fina entre la fantasía y la realidad, Dillom es un experto en desplegar sus credenciales de poeta maldito del trap.