Improvisar en tiempo real, provocar el movimiento de los cuerpos y desatar la fiesta colectiva. Esos son los ejes principales de Trash, el nuevo espectáculo de El Choque Urbano, la reconocida compañía que fusiona música, danza y teatro. “Trash es un lugar de encuentro en donde la gente puede venir a hacer lo que le pinta. Puede subir al escenario y estar alrededor nuestro, o en las gradas. Entonces, se arma como una especie de ring 360° y un vuelo musical con destino incierto”, explica Santiago Ablín, uno de los directores de El Choque, que se presenta todos los jueves a las 21 en Maquinal (Tomás Manuel de Anchorena 364). Con un invitado distinto en cada fecha, la propuesta también tiene un aspecto solidario: las entradas se pueden conseguir a cambio de alimentos no perecederos que luego la compañía entrega a comedores populares.
Trash se realiza hace casi un año en Maquinal, una sala alternativa ubicada en el barrio del Abasto. A diferencia de otros espectáculos de El Choque, que tenían un formato más teatral, con una quincena de actores, músicos y bailarines en escena, Trash está pensado más como una experiencia musical basada en la improvisación como fuente de creación constante. “Siempre hicimos espectáculos con una historia y guión, en teatros con butaca, como Fabricando sonidos, La nave, Baila y Fierro. Pero Trash viene con la necesidad de armar algo que focalice en el baile del público y la improvisación musical. Entonces, armé un equipo más reducido de cuatro músicos: Eugenio Loza, Daniel Corrado, Gonzalo Arévalo y yo”, cuenta Ablín, quien también se ocupa de la dirección artística junto a su hermano Manuel y la coreógrafa Analía González.
“Somos cuatro músicos en un escenario 360° que improvisamos pero sin ningún tipo de señas ni director. Entonces, es una jam completamente libre, bien al estilo improvisación jazzera”, explica el músico y docente de percusión corporal. “Armamos todos los instrumentos de El Choque que siempre usamos, como la torre de tubo de PVC, tachos de plástico de todo tipo, sartenes, una batería hecha de tachos y también algunos instrumentos electrónicos, como un octapad y un teclado. Y la percusión corporal, con bolsas y pelotas”, precisa. “Todo fusionado para que los cuatro lo podamos usar en el momento que lo sintamos y lo necesitemos”.
La particularidad de la propuesta, además, es que cada jueves va un músico o música invitade que le aporta un color distinto a cada presentación. Entre otros, han pasado Hernán Jacinto, Pedro Pasquale, Chango Spasiuk, Lula Bertoldi, Daniela Herrero, El Plan de la Mariposa, Arbolito, Noelia Recalde, Willy Bronca, Vale Acevedo y Los Carabajal. “Los músicos se suben a este juego de improvisar con nosotros, sin ninguna seña, y es muy interesante lo que sale. Y todo siempre con una impronta bien Choque a nivel sonoro y bien bailable, como emulando música electrónica traccionada a sangre y también fusionando con diferentes estilos musicales”, cuenta Ablin. Además, registran las presentaciones y suben las mejores sesiones a su canal de YouTube.
-Más allá de que es todo improvisado y no hay lenguaje de señas, ¿qué estímulos externos inciden en la improvisación?
-Hay muchas cosas que inciden y que suceden en el transcurso de la improvisación, como propuestas que van apareciendo. Pero ninguna de esas propuestas es pautada. Por ejemplo, si viene Daniela Herrero y quiere hacer dos temas de su disco, nosotros improvisamos arriba. Pero la mayoría de los músicos viene a improvisar directamente. Entonces, ahí la única consigna que hay es que empiece el invitado. Todo lo que sucede después tiene que ver con lo que pasa en el momento, con escuchar algún sonido y que de repente dos se sumen a eso. Los finales son completamente sin que nadie los avise. Y eso es muy mágico. A veces la gente no nos cree que estamos improvisando. Y hay mucha incidencia que tiene que ver con la conexión entre las personas.
-¿El desafío siempre es generar el baile?
-No es que todo lo que vas a escuchar es bailable y punchi punchi, pero sí todo te hace viajar y moverte, por más que de golpe entra un funky re lento, con unos sintetizadores locos. Te genera esa situación de sentirte en un viaje de movimiento, en un trance. La situación de trance sí está y es real. Y eso sí se busca. Es un lugar para ir a bailar y conocer gente.
-¿Y al público lo piensan con un rol activo?
-Sí, recontra. De hecho, desde siempre trabajo mucho con la percusión corporal y hago participar al público de diversas maneras cuando se va dando. Hay shows en los que se da en algunos momentos y en otros no. Lo dejo ser. Si en el momento pinta, empiezo a hacerlos tocar e incluso saltamos. Hay un rol activo musical del público a través de la percusión corporal y el canto.
-¿La percusión corporal y con instrumentos es la que predomina en el espectáculo?
-Somos cuatro percusionistas los que estamos. Uno de los cuatro toca teclados, y también hay cueros y percusión electrónica. La percusión es protagonista, pero cuando viene un invitado pasa a ser todo una misma orquesta y ahí no necesariamente la percusión es el motivo. Se arma tremendo menjunje y se compone algo uniforme. Una vez vino Luna Monti y dos bailarines de El Choque bailaron una zamba.
-Lo de cambiar entradas por alimentos para donar a comedores comunitarios es un gesto político importante en este contexto. ¿Por qué se les ocurrió esa idea?
-Somos conscientes de la situación y lo que pasó con los comedores es algo bastante terrible. Entonces, nos pareció que era una manera de poder darle al público acceso a un espectáculo gratis o económico, y al mismo tiempo poder ayudar a los que más lo necesitan. Creíamos que era el momento para hacerlo porque iba a venir bien. Primero se nos había ocurrido tocar gratis pero después surgió la idea de pedir alimentos para donar. Todos los alimentos que se juntan los viene a buscar un comedor popular, como la fundación de Juan Carr (Red Solidaria), La Poderosa o del movimiento LGTBIQ+. Estamos muy felices por eso y necesitamos que todo el mundo se entere porque el espectáculo tiene nivel internacional. De a poco también queremos que la gente se concientice que hay un ticket de 2500 pesos, que no es nada, y que eso ayuda a poder sostener la movida en el tiempo. La estamos remando mucho y estamos preocupados no solo por la parte cultural sino por la situación general del país; por ejemplo, con esto de dejar presa a personas por el solo hecho de manifestarse. Se está poniendo todo muy turbio.