Aegon II Targaryen no es un villano, o eso dice el hombre que lo interpreta en La casa del dragón. A pesar de todas sus maquinaciones y golpes, el recién ungido Señor de los Siete Reinos no es malvado. "No creo que lo sea", insiste Tom Glynn-Carney. "Es producto de su historia. Es complejo y multidimensional y está plagado de inseguridades. Es empático".
El actor de Salford (Manchester), de 29 años, que se ha ganado el aplauso por su trabajo tanto en el teatro como en la pantalla en películas como Dunkerque y series como SAS: Héroes rebeldes, siente debilidad por el personaje, al que interpreta en La casa del dragón, la serie precuela del megahit de HBO Game of Thrones. Calificar de muy esperado el regreso de la serie a la pantalla sería quedarse muy corto. Su primer episodio atrajo a casi 10 millones de espectadores en 2022, convirtiéndose en el estreno de serie más visto en la historia de HBO.
Basada en la novela de 2018 de George R. R. Martin, Blood & Fire, y ambientada dos siglos antes de que naciera la Daenerys de Emilia Clarke, la extensa epopeya narra una época turbulenta en el árbol genealógico de los Targaryen, cuando las ambiguas y semimurmuradas últimas palabras de un monarca moribundo (interpretado por Paddy Considine) conducen a la violentamente disputada ascensión de un rey cuyo lugar en el Trono de Hierro se vuelve más precario a cada minuto. Glynn-Carney, en el papel del reticente niño-rey Aegon II, se encuentra en el centro del conflicto y en el punto de mira de los fervientes fans, más que felices de hacer saber a los actores cuando no están a la altura.
Glynn-Carney intenta no prestar atención al ruido. "Si lo hiciera, me volvería loco y no volvería a pisar el set", ríe. Pero si lo sintonizara, estaría encantado con lo que oye, ya que las críticas destacan a Glynn-Carney como uno de los mejores. Resulta memorable como Aegon, reivindicando el papel con una interpretación que contiene capas de petulancia adolescente, derechos privilegiados, inseguridad hasta los huesos y, sí, empatía. Cualquier idea de que su interpretación de Aegon sería un Joffrey 2.0 (un facsímil del magníficamente sádico rey de Jack Gleeson en Game of Thrones) se disipa rápidamente.
Por si sirve de algo, Glynn-Carney ve a Aegon y Joffrey como opuestos. "Puedo entender por qué la gente ha hecho esas comparaciones, pero yo siempre pensé que eran muy diferentes. Joffrey es frío y calculador, mientras que Aegon es frenético, y cuando siente, siente muy profundamente, lo que es tan peligroso como alguien que no siente en absoluto", dice, sonando un poco protector con su tan denostado personaje. "No tiene dónde poner eso, lo que supongo que a veces se manifiesta en violencia".
Glynn-Carney está casi irreconocible hoy en la lujosa suite del hotel. Entre otras cosas, porque sus característicos mechones plateados a lo Targaryen no se ven por ninguna parte. "En la primera temporada me teñí el pelo de blanco debajo de la peluca para acostumbrarme", explica. Para la segunda temporada, se lo afeitó. Desde entonces le ha vuelto a crecer el pelo; un mechón rubio sucio asoma por debajo de una gorra plana.
Recuerda la primera vez que se vio vestido: la peluca desaliñada, por supuesto, pero también la túnica real y el sello de los Targaryen en el pecho. ¿Se sintió poderoso? "Todo lo contrario", dice. "Me sentí muy expuesto. Al contrario que Ewan (Mitchell), que interpreta a Aemond, que me dijo que se sentía fuerte y regio. En cambio, yo me sentía desnudo, lo cual era interesante dada la trayectoria de sus personajes". En qué consiste exactamente esa trayectoria, no está en libertad de decirlo (y aún quienes vieron los cuatro episodios liberados a la prensa tampoco).
El legado de Game of Thrones proyecta una larga sombra, pero La casa del dragón es una bestia en sí misma. Por un lado, ha reducido la carnicería (al menos un poco). Una escena especialmente macabra al final del primer episodio, el degüello del pequeño Jaehaerys, se muestra fuera de cámara, con una contención poco habitual. "Eso dividirá a la audiencia", dice Glynn-Carney. "Algunas personas ven una serie como ésta porque quieren sangre y vísceras, ese factor de conmoción, pero creo que lo que nuestra imaginación puede hacer es a menudo mucho más impactante".
Del mismo modo, han enfriado las escenas de sexo y los desnudos. "Suponía que lo harían", dice Glynn-Carney. "Que adoptarían un enfoque diferente, porque tenía la sensación de que Game of Thrones se había acercado demasiado a la hipersexualización de la mujer, y no estaría bien que lo hicieran esta vez. Me pareció que fueron adecuadamente delicados y adoptaron un ángulo mejor, más sostenible."
Glynn-Carney conducía por la autopista cuando recibió la llamada de su agente diciéndole que había conseguido el papel. En aquel momento, ni siquiera sabía para qué se presentaba a la audición, pues sólo le habían pedido que grabara una cinta para un proyecto "no revelado". Seguramente habría tenido alguna idea. Los guiones sobre dragones y ascensiones al trono no abundan. "Todo lo que pude decir es que me pareció clásico en su lenguaje, un híbrido entre lo contemporáneo y Shakespeare, y ese es mi pan de cada día", dice Glynn-Carney, que protagonizó junto a su ídolo Mark Rylance The Ferryman, de Jez Butterworth, en 2017, y apareció junto a Amy Adams en El zoo de cristal cuatro años después. En 2018, ganó el premio Evening Standard Emerging Talent.
Cuando consiguió el papel, "no me estaba permitido decírselo a nadie", dice, "pero puede que accidentalmente se le escapara a Alfie (Allen, que interpretó a Theon Greyjoy en Game of Thrones) porque sabía que podía confiar en él, y estábamos juntos en el set (para SAS: Héroes rebeldes). Me dijo: 'Disfrutalo, devoralo. Es un mundo enorme, más grande que cualquier serie de televisión que puedas hacer, pero disfrutalo y confiá en tus instintos'".
Al parecer, Glynn-Carney era la única persona viva que no había visto Game of Thrones. "Me pasé ocho temporadas en tres semanas", dice. "¿Y qué pensó del tan denostado y criticado final? Esboza una sonrisa de complicidad. "Mire, diga lo que diga, me meteré en problemas. Me pareció que era un cáliz envenenado para cualquier escritor poder complacer a todo el mundo. Personalmente, creo que han hecho un gran trabajo".
Los guiones de La casa del dragón están protegidos como propiedad intelectual, documentos de alto secreto que se envían a través de enlaces encriptados. (Glynn-Carney es la excepción a la regla: "Soy bastante disléxico, así que tengo los míos en papel amarillo. No puedo leer tan bien en una pantalla"). El reparto y el equipo juran guardar el secreto "bajo pena de muerte", bromea. "Sentís el láser rojo en la espalda todo el tiempo. ¿Sabés que hay cámaras aquí?". Puede que no haya cámaras, pero hay dos publicistas acurrucados cerca, listos para atacarlo si se le escapa algo.
No tienen por qué preocuparse. Glynn-Carney sabe cuándo mantenerse callado. Después de todo, su primer papel importante fue en Dunkerque (2017). Christopher Nolan es muy reservado con sus películas. Es famoso por entregar los guiones en mano, impresos en rojo para evitar fotocopias. "Un rojo muy oscuro, difícil de leer", dice Glynn-Carney. "Cuando le dio el guión a Michael Caine para Dunkerque, incluso se sentó con él mientras lo leía y luego se lo quitó". Echa la cabeza hacia atrás y se ríe. "¡Está claro que no se fiaba de él!".
Me pregunto cómo será el rodaje de La casa del dragón. Es fácil imaginar a los ayudantes de cámara esquivando a Matt Smith acechando como el Príncipe Daemon, o a Emma D'Arcy manteniendo el estado de dolor de Rhaenyra Targaryen entre tomas. O quizás la insolencia de Aegon saliendo de detrás de la cámara.
"Cada uno lo hace a su manera", dice. "Para mí, siempre depende de lo que necesite el día. Si el día necesita que me mantenga en la zona, me mantendré en la zona. Si hay alguna oportunidad para la frivolidad y la alegría, la olfateo. Y todo el mundo, el reparto y el equipo, es muy paciente con lo que necesite cada uno". Glynn-Carney recuerda un par de días en los que había sido así. "Hay una personita en mi cabeza que dice: 'Espero no parecer un imbécil', pero es mi forma de hacerlo, ¡aunque no siempre!".
Además de ponerse una gorra calva, Glynn-Carney se mete en la mentalidad de Aegon a través de la música. ¿Qué escucha Aegon Targaryen, el Segundo de su Nombre, Señor de los Siete Reinos, Protector del Reino, en su tiempo libre? "Un poco de Eminem", dice Glynn-Carney. "Algo de Stiff Little Fingers, Sex Pistols, Rolling Stones. Mucha música clásica. Cualquier cosa con angustia y un golpe gutural". La lista de reproducción de la segunda temporada tiene mucho de Jeff Buckley. "Lean eso como quieran", sonríe Glynn-Carney, quien hasta hace poco formaba parte de una banda: "No hay suficientes horas al día para hacer las dos cosas".
La casa del dragón es sin duda el papel más importante de Glynn-Carney hasta la fecha. Y los bautismos de fuego no arden mucho más. Pero por ahora, disfruta de una existencia tranquila en el norte, en el campo, donde sus únicos vecinos son las ovejas. La mayor parte del tiempo puede pasar inadvertido. "Si tengo algo de vello facial, me salgo con la mía, pero en cuanto me afeito...". Se queda pensativo y abre los ojos. Le digo que lo más probable es que la próxima vez que hablemos lleve la barba crecida. Se ríe: "¡Y tatuajes en la cara!"
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.