Este es un caso en el que me parece importante destacar el coraje y la valentía de la denunciante para poder enfrentar todo el proceso. Ella vivió los abusos sexuales entre diciembre del 2017 y marzo del 2018 y quedó atrapada en ese lugar hasta que recién en mayo del 2019 pudo enfrentar a Alperovich y decirle que iba a dejar su trabajo por los abusos que había sufrido de su parte. A partir de ahí comenzó un proceso en el que trató de rearmarse.
Los abusos sexuales comenzaron a notarse en su cuerpo, perdió un montón de peso y empezó a notar cómo había afectado su psiquis. A partir de eso fue a buscar ayuda y tocar puertas que se le cerraron hasta que dio con un abogado que realmente pudo acompañarla y asesorarla. Ahí entramos junto con Celina de la Rosa, periodista también, más cerca de la denuncia con la difusión de la carta pública que hizo y tejiendo redes feministas.
Nosotras veníamos de hacer coberturas por casos de niñas abusadas obligadas a parir en Tucumán pero nunca habíamos pasado por una experiencia como esta donde necesitamos de las redes feministas para poder saltar las barreras mediáticas provinciales. En este caso, al ser tan complejo, la denunciante necesitaba poder hacer pública su causa porque de lo contrario probablemente hubiera quedado cajoneada o ninguneada.
De todas maneras, tuvimos que luchar mucho durante todo el proceso porque no fue fácil que esto fuera noticia. Hubo un primer interés, pero después también se produjo un silenciamiento en la causa, poco acompañamiento mediático y en general del caso tanto político como de muchas redes feministas que tal vez no estuvieron a la altura de la necesidad de llevar este caso como una bandera.
En lo personal, desde el primer momento tuve la convicción de acompañar a la denunciante. Asumí ese lugar un poco más visible sin dimensionar lo que estaba haciendo, con muchísima ingenuidad probablemente y también con un miedo que me atravesó durante los cinco años que duró el proceso. Ese acompañamienro ayudó a sostenerla a ella y a sostenernos a nosotras también en este rol que habíamos tomado un poco sin pensarlo, pero con toda la convicción.
La denunciante hoy encontró una reparación, no quería ni venganza, ni revancha, quería justicia. De hecho las imágenes del momento en el que Alperovich sale esposado y todo lo que sucedió alrededor de eso le impactaron un montón. No tuvo un regocijo en el dolor ajeno, al contrario, en todo momento fue muy respetuosa del entorno familiar de Alperovich y dejó de lado los ataques que sufrió de parte de sus familiares, porque lo que buscaba era justicia y sabía que el único perpetrador de los hechos que ella vivió era Alperovich.
La hija del ex gobernador tomó la postura de defensora de su padre y acusó a la denunciante de mentirosa. Lo mismo pasó durante el juicio, todos los familiares y muchas personas cercanas a Alperovich que eran amigos de la denunciante también decidieron encubrirlo, mentir y faltar a la verdad, de hecho hay varios que están acusados de falso testimonio. Son personas que eran de confianza de la denunciante y a la que ella le había llegado a comentar situaciones que había vivido que pusieron en duda su palabra de manera constante.
Nosotras no pensamos que lo íbamos a ver salir esposado, estamos tan acostumbradas a que no haya justicia a que todo sea tan difícil, que esperábamos ocho años y condicional, con prisión domiciliaria o sin prisión efectiva por los plazos, realmente fue una sorpresa. También teníamos mucho miedo de estar demasiado confiadas pidiendo esos ocho años y que quede absuelto porque la justicia nos ha escupido en la cara tantas veces que estamos acostumbradas a las decepciones.
Seguimos luchando para transformar la justicia y esto demuestra que se puede pero a la vez este caso también muestra que tuvo que el juicio tuvo que suceder en Buenos Aires porque seguramente en Tucumán, el acceso a la justicia hubiera estado más influenciado por el poder que ostentó durante tantos años Alperovich.
Creo que este caso sienta un precedente en muchos sentidos. Se cuestionó que la denunciante se preparó para denunciar, se asesoró, realizó dos denuncias y tenía una vocera, como si las víctimas tendrían que actuar siempre de una manera o ir desprovistas de cualquier estrategia. También se cuestionó si se reía, si viajaba, si volvía.
Los alegatos de la defensa realmente estuvieron plagados de lugares comunes y cuestionaron la carta donde la denunciante contó que Alperovich le decía “mirá cómo me ponés”. La defensa alegó que esa era una frase que utilizó Darthés. El fiscal dijo que eso es parte de la complicidad machista, es algo que forma parte de la vivencia de un montón de mujeres. Eso que mencionó la defensa muestra desde el lugar machista en el que se paran incluso para alegar.
Me parece también que este caso desmonta los mitos que sostienen que las víctimas mienten para llegar a un complot político. Darthes al igual que Alperovich dijeron que los acusaban para dañar su imagen. Cada vez que hay una denuncia de este tipo los hombres recurren a esos lugares comunes y al final se termina demostrando que los que mienten son ellos.
Si bien es súper complejo transitar el camino de la justicia y que las víctimas de abusos sexuales pueden elegir si recurren ahí para sanar, es importante remarcar que denunciar sirve, que luchar sirve, que no estamos solas y que no nos callamos más. En este momento de vaciamiento de políticas públicas, de estigmatización del feminismo es más importante aún esta sentencia porque para llegar hasta acá nos nutrimos y la justicia se nutrió de la lucha feminista, de las herramientas que hemos logrado conquistar durante todos estos años. Hay un impacto muy grande sobre la perspectiva de género y de nuestra lucha en esta sentencia.
*Periodista lesbiana feminista de La Nota Tucumán.