“Estaba muy hermoso mi hijo, muy lindo. Estaba totalmente embelesada del hermoso pibe que hicimos con Rolo”, le dijo Micaela Mendelevich a Intrusos cuando fueron a buscarla para hablar del tema que monopolizó los comentarios posteriores al Martín Fierro: la declaración amorosa de Marina Calabró y el silencio indiferente de Rolando Barbano. Se habló más de ese desencuentro amoroso que de los discursos de Alejandro Bercovich pidiendo la libertad de los presos políticos, de María O'Donnel con mirada feminista, de Ernesto Tenenbaum contra el autoritarismo o de Beto Casella contra la precarización laboral. En estos raros tiempos que corren, la ex de Barbano puso un poco de cordura desde la pantalla de televisión: “Che, hablemos de eso, tiene 12 años el chico, no está bueno meterlo”. 

Ya se sabe que la mirada de los medios de comunicación es adultocéntrica, y que un niño es casi un florero cuando se trata de propagar un chimento. 

Es quimérico pedir que alguien piense en lxs niñxs si en el país más de un millón de niñas y niños deja de comer alguna comida (desayuno, almuerzo, merienda o cena) por falta de dinero en su familia, según la última encuesta de Unicef sobre condiciones de vida de infancias y adolescencias. El mismo relevamiento indica que unos 10 millones de chicas y chicos en Argentina comen menos carne y lácteos en comparación al año pasado por falta de dinero, y que en nueve de cada diez familias, los ingresos no alcanzan para comprar la misma cantidad de productos básicos que en 2023, mientras que en el 82%, los ingresos no logran solventar gastos específicos de chicas y chicos, como útiles escolares, transporte, vestimenta y calzado.

Y si bien a Rocco Barbano su padre lo subió al escenario y le dedicó el premio (así como a la nena, Nina), su presencia se usó más como una admonición a Calabró (¿cómo le va a hacer eso (a él) estando su hijo adelante?). Rocco podrá verse afectado por el vaivén emocional de su padre, y las chicas que conquista, pero está en el lote de niños que gozan de derechos, fuera del amplísimo porcentaje de niñxs abandonados a su suerte por un Estado que -como escribió Caetano Veloso en su tema Haití- "ve tanto espíritu en el feto y ninguno en el marginal".

Tienen apenas un par de años más que Rocco los niños que el ministro de Justicia Mariano Cúneo Libarona y la ministra de Seguridad Patricia Bullrich quieren meter presos al bajar la edad de imputabilidad penal. El abogado mediático devenido funcionario lo situó en 13 años. Es decir que el mismo Estado que los lanza a la pobreza y el desamparo, va a castigarlos desde el momento en que tendrían que estar empezando su educación secundaria.

¿Qué tiene que ver una cosa con la otra? Aunque la relación parezca forzada, la sociedad que despliega su crueldad hacia las infancias muestra distintas caras. El lunes pasado murió Lorenzo "Lolo" Somaschini, de 9 años, un precoz piloto que sufrió una caída durante un entrenamiento en el Supebike de Interlagos, en Brasil. Entre las voces que se alzaron para justificar la participación de niños desde los 8 años en competencias de motociclismo, se habló de los deseos infantiles -aunque poco se señaló sobre las ocasiones en las que buscan cumplir las expectativas de mapadres-, y sin embargo, el riesgo de este tipo de deportes es más mensurable por personas adultas. ¿Para qué están las personas adultas sino para proteger y acompañar a las infancias a su cargo? 

De eso se habla poco también, del lugar adulto en las trayectorias de vida de las infancias. Salvo que sea para culpar a la madre, claro. ¿Qué hacía la madre mientras...? es una de las preguntas preferidas que se lanzan en redes sociales, donde el lugar del padre nunca se pone en cuestión. 

Y sí, hay quienes piensan en las infancias día y noche: el millón y medio de jefas de hogares monomarentales que no reciben la cuota alimentaria en tiempo y forma, por ejemplo. Allí tampoco se visualiza que se trata de un derecho de niñas y niños, y se pone el foco en ponderar -y también alentar- el "sacrificio" de la adulta responsable. Porque en el sistema patriarcal, las cargas de la responsabilidad parental son desparejas, y las exigencias tienen diferencias abismales. 

Tampoco se pide en esta columna que las personas adultas releguen sus propias necesidades, pero el lugar de los adultos está tan desdibujados que la crueldad sobre las infancias toma diferentes formas. 

Desde hace más de una semana, Loan Danilo Peña es buscado en Corrientes, donde se perdió de vista luego de un paseo hacia un árbol de naranjas. Hay tres detenidos entre los adultos que lo tenían momentáneamente a su cargo, pedidos de la Fundación Alameda para que se investigue en la justicia federal por trata de personas, acusaciones familiares cruzadas, y la ominosa sospecha de un ejercicio de la crueldad sobre ese cuerpo infantil.

En contextos diversos, desde la fugacidad frívola de los chimentos hasta los peores crímenes, hay una marca de la sociedad centrada en la mirada adulta: la concepción de lxs niñxs como objetos de la satisfacción adulta. Como ocurre en la enorme cantidad de casos de abusos sexuales contra infancias que la justicia desmiente o descarta.

Claro que no todas las personas adultas tienen esa mirada, pero se trata, sí, de una marca de época: (casi) nadie quiere pensar en las infancias.