El caso de la cerealera Vicentin es síntesis de muchas cuestiones, entre ellas, la confluencia entre los distintos estamentos del poder en el abuso del Estado. La historia económica y política reciente tiene allí uno de sus capítulos emblemáticos, que el realizador Andrés Cedrón indaga en su documental Cuellos Blancos: El caso Vicentin, estrenado en El Cairo Cine Público (Santa Fe 1120), con funciones previstas para hoy a las 20.30 y 22.30. “La intención es ampliar públicos, tratar que desde la forma y el contenido otras personas se informen y se rompa la identificación que intentan los medios hegemónicos, al apoyar a un poder económico que poco tiene que ver con las ciudadanas y los ciudadanos que trabajan y se sienten argentinos. La intención es no solo hablar a las compañeras y los compañeros del campo nacional y popular, sino tratar de ampliar y mostrar un nuevo saqueo en la Argentina”, explica  Cedrón a Rosario/12.

-La película está dedicada a Pino Solanas y Coco Blaustein; de hecho, la manera cómo encarás el relato guarda relación con el cine de ellos.

-Tuve la suerte de trabajar con ambos, mucho más con Coco; con Pino durante un tiempo corto, pero fue muy intenso. En cada minuto, Pino te enseñaba algo, te problematizaba todo lo que hacías. Y al hacer esta película, sentí que era también retomar su legado y plantear este nuevo saqueo de la riqueza del pueblo argentino. Quise también hacerlo ahora, porque las películas en general tardan en hacerse y cuando todo ya pasó, se pierde la oportunidad de retomar el tema y ponerlo en la opinión pública. Me parece que en ese cine urgente que hacía Pino nos sentimos reflejados, y lo pudimos llevar adelante; todavía estamos en fecha para acompañar las causas y que esto no quede impune.

-Es mucha la información puesta en juego, la película sabe organizarla y hacerla accesible; ¿cómo trabajaste el guion?

-Fue tal el aprendizaje y la devolución, que el título “Cuellos Blancos” lo puse casi al final de la película; eso como anécdota, pero la verdad es que uno parte quizás de la información más dura, y la preocupación era cómo contarlo y mostrar los lugares. Una cosa que me interesaba son esas plantas y puertos privados que son del primer mundo, y que pocas veces se muestran en pantalla. Después fuimos encontrando las complejidades sociales, ¿por qué la identificación con la empresa? ¿Cuál es la historia previa de Vicentin? Esa historia como empresa también cuenta la relación con el Estado. Y así se fueron sumando aristas que eran muy difíciles de encajar. Me sentí un espectador más, que debía aprender de temas sociológicos, económicos y políticos de la historia argentina, para poder trasladarlo a la pantalla y en poco tiempo, en apenas 100 minutos, para que el espectador hiciera el mismo recorrido que hice yo durante más de dos años.

-Un desafío estético y ético, más aún en este contexto.

-Respecto al desafío de buscar esos espectadores, que al principio se podrían negar a ver la película, intenté levantar la vara lo máximo posible en calidad y recursos estéticos; por otro lado, está la cuestión de tratar de ser honestos y de criticar las cosas que se hicieron mal, desde la intervención y el intento de expropiación de la empresa. Siempre digo que, si la película se quiere ver desde un costado ideológico, yo me paro del lado clasista, como un trabajador que vive de su trabajo, y que poco tiene que ver con este grupo de empresarios unido a multinacionales que no quieren al país, y que no le importa que esté lleno de pobres. Creo que desde ese punto de vista podemos acercarnos a otro público, que a veces se confunde o tiene información errónea, pero quiero creer que quieren al país, quiere la soberanía sobre nuestros recursos, y le indignan los casos de corrupción o delitos económicos que realizan los empresarios.

-¿Lo de Alberto Fernández fue una oportunidad perdida o una mascarada, que nunca iba a concretar aquello que parecía proponer?

-Quizás fue el primer tropiezo de algo que después se fue confirmando, de lo que iba a hacer su gobierno, donde evitó cualquier tipo de confrontación y el poder económico se llevó grandes ventajas luego de la recuperación de la pandemia. Siento que fue una oportunidad perdida, pero no de un gobierno, sino de todo un país, para tener una empresa testigo, para saber qué pasa en el comercio exterior de granos, qué pasa por el río Paraná y más allá de la Administración General de Puertos, que pasó a ser parte del Estado. En ese tiempo, me parece que se debió avanzar en ese camino, porque la falta de dólares o esta frase de que no hay plata, para mí siempre fue una motivación. Ahora se hizo eslogan por el presidente Milei, pero la realidad es que siempre se habla de la falta de divisas y poco se investiga. Sí hay mucha gente que se dedica a estudiar estos temas en las universidades y por eso fuimos a consultarla, pero poco es lo que llega a nuestra clase política, y ni hablar a la opinión pública. Siento que hubiera sido necesario mucho trabajo de comunicación previo y no solo con los sectores implicados; al estar entrevistando, era recurrente que todos se habían enterado por televisión del proyecto de expropiación, como así también se enteró todo Avellaneda y Reconquista, lo cual preparó el terreno para cuando llegaron los interventores; eso es algo que así no se hace: primero se interviene y después se da la conferencia de prensa. Desde el minuto cero, ya partimos con un error.

En relación a la circulación de la película, Cedrón agrega: “Más allá de las exhibiciones en salas comerciales, hay un montón de pedidos de parte de universidades, movimientos y agrupaciones, que quieren ver y debatir la película; ahí está también la posibilidad de aportar un granito de arena, para pensar un futuro distinto, en donde se puedan replantear estos temas”.