Desde Maalot, Israel

“Acabamos de salir de dos días sin estruendos; hubo una importante fiesta musulmana –el Aid al-Adha, Fiesta del Sacrificio del Cordero-- y ahora se retomaron los bombazos; los escucho por decenas todos los días de la mañana a la noche, cuenta Susana Durman por WhatsApp, argentina exiliada en Israel desde 1975 que vive a 10 kilómetros del Líbano, en el verde y ondulado pueblito de Maalot. Página/12 estuvo allí la semana pasada y atestiguó cómo, algunos curiosos salen a la calle en la noche a mirar rayos de luz que parten desde el sur del Líbano: como en un videogame --cuya pantalla es el firmamento-- otra línea de fuego brota desde Israel a interceptarlos. Y luego la explosión, un centenar por día. El público se relaja como ante un show de pirotecnia. Aunque a 10 kilómetros, en el pueblo de Jorfesh, un dron de Hezbolá mató a dos personas.

"Lo que más se oye son misiles que lanza Israel contra los que considera, son los dirigentes de Hezbolá. Pero cada vez que matan a uno, matan a diez más que andaban por ahí. Eso no lleva a ningún lado. La semana pasada me sonó la alarma de ataque y yo ya estaba en la habitación con ventana y puerta de hierro, porque ahí tengo la PC. Mi hijo ni se molestó en entrar: siguió mirando TV. Todo esto es normal en estos 20 años así que no tengo miedo: una sola vez cayó un misil a la vuelta de casa. Acá en el norte hay 80.000 israelíes desplazados de pueblos limítrofes, desde el 7 de octubre. Lamentablemente, toda esa gente quiere que haya guerra con el Líbano para liquidar a Hezbolá. Todo esto ya se hizo en 2006 y no sirvió de nada. Esta vez tampoco va a servir: solo habrá más muertos y destrucción a cada lado," dice Durman con fría resignación.

Guerra intermintente

Como parte de la guerra de baja intensidad en la frontera norte de Israel, este jueves se lanzaron desde el Líbano hacia Zarit 25 cohetes que dañaron casas sin lastimar a nadie. En el Líbano ya hay 90.000 desplazados y más de 400 muertos. Hassan Nasrallah, líder de Hezbolá, declaró que detendrán los ataques si se frena la invasión a Gaza.

Todo ejército usa el ardid del tero: grita aquí y pone el huevo allá. Benjamín Netanyahu dijo “estamos preparados para una operación muy intensa en el norte”. “¡Guerra!” gritó el extremista Ministro de Defensa Ben Bvir. Michael Malchieli, Ministro de Servicios Religiosos, dijo que prepara funerales masivos. Podría ser un señuelo, pero un rasgo de este gobierno ha sido su letal literalidad. Ya tienen 350.000 reservistas en la frontera norte.

El problema táctico para Israel si va a una guerra abierta en el norte, es que ya le cuesta controlar la Cisjordania ocupada y está empantanado en Gaza, asumiendo ya que no podrá exterminar a Hamas: la meta máxima sería eliminar al líder Yahya Sinwar. Y la liberación de los rehenes queda en segundo plano.

Escasez de tropa

La invasión al Líbano dejaría a Israel sin tropa para dominar los tres frentes de conflicto. Una causa del fracaso israelí el 7 de octubre ya fue que había demasiada tropa vigilando todos los pueblos, ciudades y rutas de Cisjordania: desatendieron el flanco sur. Esta semana trascendió que circuló entre los servicios israelíes un plan igual al ejecutado por Hamas y se lo descartó por impensable. Siguieron enfocados en los adolescentes que tiran piedras en los territorios ocupados: el viernes mataron a uno más, a Naim Abdullah Samha de 15 años en Kalkilia.

Ante la falta de tropa el servicio militar se ha extendido a tres años y los legisladores de la Kneset debaten qué hacer con el 18 por ciento de religiosos ortodoxos que no aportan sus hijos al servicio militar. Esto ha dividido al gabinete de guerra –dos generales del ala “moderada” renunciaron-- y el mismo Likud estaría por votar fragmentado. 

La escalada en curso le ha complicado a Israel la relación con Joe Biden, quien presiona para que no se invada el Líbano y le frena a Israel por unos días la entrega de armas. Netanyahu publicó un video diciendo: “es inconcebible que en los últimos meses Biden haya estado negando armas y municiones a Israel". El portavoz del Consejo de Seguridad Nacional de EE.UU., John Kirby, dijo: "Esos comentarios fueron profundamente decepcionantes e irritantes para nosotros, dada la cantidad de apoyo que tenemos y seguiremos brindando".

No solo armas le faltarían a Israel para atacar, sino electricidad. Lo advirtió Shaul Goldstein, director de Noga, la empresa de luz: “Israel no está en absoluto preparado para una guerra con Hezbolá, ni para el precio que un conflicto de este tipo costaría a la infraestructura energética… vivimos en un mundo de fantasía… Israel sería inhabitable después de 72 horas sin electricidad”.

Analistas militares estiman que Hezbolá tiene grandes recursos misilísticos y "drones suicidas" que acumula hace años vía Irán; ya ha arrojado 6000. Un ataque masivo y simultáneo no podría ser repelido con éxito por el sistema israelí Cúpula de Hierro. El inocuo ataque de 330 drones iraníes el 13 de abril no es parámetro: fue avisado horas antes para evitar la escalada y la mitad fueron derribados por EE.UU. y Jordania.

Hezbolá actúa como un ratón contra el gato por la asimetría de fuerzas. Y provoca a Israel para que caiga en la trampa de la invasión: en su propio terreno es donde le podría infligir el mayor daño. Esta sería la tercera guerra entre Israel y el Líbano en 42 años.

El pantano de Gaza

Cuando el político de derecha moderada Benny Gantz renunció al Gabinete de Guerra de Israel cumpliendo su advertencia --si no le informaban un plan a futuro en Gaza-- confirmó lo que todos intuyen: Netanyahu y sus espalderos no saben lo que van a hacer allí el día que esto termine. Su plan era exterminar a Hamas, pero eso será imposible. La guerra de guerrillas duraría años y el daño civil sería insoportable. Terminar con Hamas implicaría entregarle el poder a la Autoridad Palestina --AP-- que gobierna limitadamente en Cisjordania.

En un dialogo con Página/12 en Ramala, el dirigente palestino Dr. Mohamed Odeh explicó: “aunque no nos guste y yo disienta profundamente con ellos, Hamas es parte del ecosistema político de Palestina, tiene una representatividad y eso no lo podemos obviar”. El secretario general del Comité Ejecutivo de la AP, Hussein al-Sheikh, declaró que EE.UU. e Israel les ofrecieron el control del cruce de Rafah a Egipto, una vez que cese el fuego. Pero lo rechazaron: "La reanudación de ese control debería ser en coordinación con Hamas". Lo ideal para Israel sería que se repita la miniguerra civil entre Hamas y la OLP en 2006 cuando los radicales masacraron a los moderados.

El reconocimiento a la AP al frente de un Estado nunca ha sido parte de la estrategia de Netanyahu: este el grupo palestino que exige y acepta la coexistencia de dos Estados (el Primer Ministro israelí reconoce uno solo y de carácter judío, el status quo actual con ocupación militar de Palestina). Fue por esto que desde joven, Netanyahu apoyó económicamente a Hamas: como el grupo islámico no reconoce al Estado de Israel, se complementan. No hay nada que negociar si ellos están en el poder.

La única salida que pareciera tener en mente el Gobierno es despoblar Gaza, tratando de empujar a sus habitantes al desierto del Sinaí, algo que no sucede porque Egipto no los deja pasar para no hacerse cargo de 2 millones de personas: la Franja se vaciaría de inmediato si se pudiese huir. Sería una nueva Nakba –“catástrofe”-- como en 1948: los hijos y nietos de los expulsados del actual Israel terminarían refugiados otra vez, un poco más lejos. Y sin casa donde volver. Esto explicaría el ensañamiento israelí con la infraestructura urbana, aunque allí podrían estar sus rehenes.

El laberinto político

El politólogo John Mearsheimer de la Universidad de Chicago plantea que Netanyahu y el país están en un laberinto muy complejo: no han podido eliminar a Hamas ni liberar a los rehenes, ni expulsar a los gazatíes a Egipto; Irán bombardeó Israel por primera vez y no le paso nada; los hutíes atacan desde Yemén; la imagen de israelí se hundió –acusada de genocidio en la Corte Penal Internacional--, se tensó la relación con sus aliados árabes y se frenó el acuerdo con Arabia Saudita; Hezbolá les hizo vaciar el norte del país y tuvieron que volver a Gaza contra su voluntad –se habían retirado porque les resultaba incontrolable— y ahora están allí dentro entre las balas, sin saber qué hacer: Netanyahu estaba cómodo con Hamas en el poder y una semana antes del 7 de octubre, el Consejero de Seguridad Nacional de EE.UU., Jake Sullivan, declaraba: “la región de Medio Oriente está hoy más tranquila de lo que ha estado en las últimas dos décadas”. El cambio fue total y en términos geopolíticos, el más perjudicado es Israel.

Mearsheimer hipotetiza que una limpieza étnica con un éxodo total desde Gaza, resolvería todos los dilemas de Netanyahu: A) Sería más fácil exterminar a Hamas. B) Nadie volvería a una ciudad inhabitable y con el fantasma de una nueva guerra. C) No habría necesidad una dominación militar contra los palestinos ni un sistema de apartheid extremo, algo mal visto por la ONU. C) No habría una solución de dos Estados, aborrecida por la derecha israelí y acaso hoy por la mayoría de la población (no habría Estado en un territorio vacío: el plan sería no dejarlos volver o que no quisieran hacerlo). Este parece el panorama más factible, dada la situación. Salvo que hubiese un inesperado giro de 180 grados en la sociedad israelí.