El gobierno libertario utiliza cada fecha patria para exhibir su objetivo refundacional. No solo se advierte en los discursos del presidente, al referir que algunas de sus políticas se implementarán recién “en las próximas décadas” –como si su mandato fuera por tiempo indefinido–, sino también a través de acciones simbólicas que cuestionan la percepción histórica hasta el momento. 

Dos ejemplos concretos son el busto del expresidente Carlos Menem colocado en el Hall de honor de la Casa Rosada y el nuevo bautismo que se realizó al Centro Cultural Kirchner al denominarlo “Palacio Libertad”. La mirada sobre el pasado se modifica de acuerdo a los contextos y la administración actual busca imponer un relato oficial en diversos sentidos. Cuatro historiadores y divulgadores de la historia son consultados por Página 12 para responder por dónde creen que se orienta la batalla cultural que la gestión busca imponer.

"Una nueva Argentina"

La propuesta que invita a “fundar una nueva Argentina” a partir de una Ley que sienta las Bases, también tiene pactos de mayo –aunque finalmente no se cumplan en el tiempo esperado– e incontables alusiones a lo que el gobierno interpreta como logros de su gestión recubiertos de épica. 

Al respecto, Laura Luciani, docente en la Universidad Nacional de Rosario, comparte su reflexión. “Con la Ley Bases lo que buscan es transformar toda la estructura económica y social del país. No es algo completamente novedoso, pero sí se puede decir que el aparato normativo se dispone para habilitar y profundizar las prácticas extractivas”. Y continúa con una referencia al uso de datos para justificar acciones. “Hay un empleo de datos que se enuncian pero no sabemos de dónde salen; es claramente la era de la posverdad. La derecha construye la imagen de que el dato por sí solo es una verdad y que no depende de las interpretaciones”.

En ocasión del 20 de junio, por el Día de la Bandera y desde Rosario, Milei dijo: "Quiero aprovechar este día con la bandera argentina flameando en el cielo, avanzada ya la sanción de la Ley Bases y el paquete fiscal, para convocar a que nos encontremos la noche del 9 de julio en Tucumán para firmar el Pacto de Mayo y finalmente empecemos juntos a dar vuelta la página de nuestra historia". Y subrayó que "Belgrano no esperó las órdenes de nadie" y apuntó: "Era un maximalista de la libertad, no había peros. La libertad no pide permiso, la libertad se impone, no espera las ordenes de ningún burócrata".

Bajo esta premisa, el historiador y divulgador Sergio Wischñevsky, opina: “Según los contextos, la mirada del pasado cambia totalmente y no lo hace porque se modifiquen las fuentes. De repente se valorizan aspectos que antes no se valorizaban y cada oficialismo rescata cosas distintas. Milei realizó un discurso en que señalaba a Belgrano y su lucha por la libertad”. De esta forma, se iluminan unos aspectos y se ocultan otros. Se olvida de Belgrano su promoción de la industria local, su crítica a la concentración económica en pocas manos y su propuesta de reforma agraria que planificaba una redistribución de la tierra en favor de los grupos desfavorecidos de la sociedad.

Próceres de cabecera

Cada gobierno establece sus próceres preferidos y el podio de la administración libertaria parece estar dominado por Juan Bautista Alberdi. De hecho, la Ley Bases lleva el mismo nombre que las “Bases de Alberdi”, piedra angular de la Constitución Nacional sancionada en 1853. Académicos han cuestionado la lectura parcial que el gobierno realiza de las figuras destacadas de la historia en Argentina. En una entrevista reciente, Natalio Botana, por ejemplo, señala que “Milei no le presta atención al Alberdi propulsor de la educación pública financiada por los recursos fiscales, sino al Alberdi que habla de la omnipotencia del Estado, donde proponía un Estado mínimo”.

En la misma línea, Alejandra Rodríguez, directora de la Licenciatura en Historia de la Universidad Nacional de Quilmes, propone: “Con la crisis de 2001, también hubo una revisión que implicó pensar de qué manera se había llegado a ese momento, qué se hizo mal, qué perdimos en el camino. Lo mismo con los feminismos, con las mujeres ganando las calles se promovió una nueva búsqueda en el pasado de historias vinculadas a ellas. No solo se amplió el panteón de próceres, incorporando a Macacha Güemes o a Juana Azurduy, sino que también se realizó una nueva lectura bibliográfica a contrapelo para rescatar procesos que protagonizaban y que habían quedado a un lado”, destaca.

En algunas ocasiones, no ha faltado la reivindicación por parte de los libertarios de una figura como la del General San Martín. Quizás por confusión, o bien, por una lectura parcial de la historia, reverencian a uno de los denominados “Padres de la Patria”, que abogaba por la integración latinoamericana, mientras este gobierno hace de la disputa con los países vecinos –y no vecinos— todo un culto. Wischñevsky hilvana una hipótesis sobre ello. “El panteón de próceres es móvil: de repente se baja a un prócer que antes había sido tenido en cuenta y sube uno que antes había sido olvidado. Casos muy fuertes son los de Juana Azurduy o el de Rosas. Incluso los que no bajan nunca, como San Martín y Belgrano, con los contextos son interpretados desde diferentes perspectivas. En las dictaduras, se exaltaba su faceta militar; durante el peronismo se rescataban como militares, pero también sus costados anti-imperialistas”.

En una de las últimas conferencias matinales, el vocero presidencial, Manuel Adorni se animó con una chicana. “Ya lo decía Néstor Carlos Kirchner, ‘el equilibrio fiscal debe cuidarse. Eso implica más y mejor recaudación, y eficiencia y cuidado en el gasto. El equilibrio de las cuentas públicas, tanto de la Nación como de las provincias, es fundamental’. “Claramente es una chicana de Adorni, sabe que hay más de uno que admira a Néstor. Kirchner tenía una boletita en que todos los días se fijaba cuánto se gastaba y cuánto dinero se recibía. Estaba muy atento a ese tipo de cuentas”, subraya Wischñevsky. Y Rodríguez agrega: “La historia siempre ha sido y es un espacio de inscripción política. En el presente, la discusión pública que se da es poco seria. Está, más bien, al servicio de una lectura de buenos y malos, maniquea”.

La historia se mueve, es dinámica, se adecúa a los escenarios y, sobre todo, a los portavoces que buscan revisitarla y construir una nueva percepción al respecto. En concreto: no se recuerda a Manuel Belgrano o a San Martín de la misma manera que se los recordaba apenas fallecidos, 100 años después, o bien, en el presente. “Menem fue indiscutiblemente peronista. San Martín fue el prócer favorito de Juan Domingo Perón, de hecho, durante sus mandatos se hicieron muchos actos de homenaje al prócer. Pedir coherencia ideológica es complicado porque en la realidad cada uno arma sus teorías y sus formas de esbozar la política. A Belgrano lo reivindican todos: los fachos, los radicales, los peronistas, todos”, sentencia Wischñevsky.

Los demonios que invocan

“La historiografía tiene sus preguntas y recorridos pero, en parte, también tiene que ver y está atravesada por el tiempo social. Una buena manera de ver cómo varían las lecturas sobre el pasado tiene que ver con ver lo que sucede en los actos escolares. A veces no cambian tanto los próceres representados, sino cómo se los mira. Hay toda una rama de historia de la educación que trabaja sobre los manuales y demás, para observar tales cuestiones”, indica Luciani.

Si hay una fecha histórica sensible es el 24 de marzo. Lejos de una perspectiva basada en los derechos humanos, la administración libertaria busca también dar esa batalla cultural y plantea “contar la historia completa”. La teoría de los dos demonios, esa que equiparaba el terrorismo de Estado con la resistencia guerrillera en un mismo escalafón, busca imponerse nuevamente como lo hizo en los 90. Hasta la cifra de los 30 mil desaparecidos, una y otra vez explicada, parece diseccionarse y el oficialismo manifiesta interés en rediscutirla.

Ello quedó claro en el video institucional que el último 24 de marzo compartió la cuenta de la Casa Rosada. Fue titulado “Día de la Memoria por la Verdad y la Justicia. Completa”, por intermedio del cual buscan imponer un nuevo enfoque sobre el terrorismo de Estado y aquello que infelizmente denominan “excesos”.

Martha Rodríguez, profesora en la UBA y en la Maestría de Historia Pública y Divulgación de la Historia en la UNQ, detalla cómo se edifica la “memoria oficial”. “No todas las instituciones y colectivos sociales tienen la misma capacidad material y simbólica para imponer sus visiones, para generalizar sus interpretaciones y para sostenerlas en el tiempo. Quiénes, cómo y por qué algunas personas son reconocidas como próceres nacionales puede modificarse con el tiempo o entre diferentes grupos. Generalmente las iniciativas oficiales, materializadas en políticas públicas tienden a tratar de estabilizar un sentido más o menos unívoco, una memoria oficial”, dice.

Se manipula el pasado, se construye una percepción ajustada a los intereses del presente; y se moldea de acuerdo a los objetivos coyunturales. En la actualidad, sin embargo, el oficialismo parece ir más allá: una lógica refundacional no solo corrige la visión actual, sino que establece sus cimientos y borra de un plumazo todo lo demás. La motosierra también actúa en la destrucción de una parte de la memoria.

Rodríguez se desmarca de ese punto de vista estático sobre la historia y afirma: “La percepción de la historia se transforma porque toda historia es anacrónica, está escrita desde el presente. Lo que nos interesa conocer del pasado cambia con los contextos y con las experiencias”. Luego ejemplifica lo que sucedió tras la recuperación democrática, cuando hubo un boom editorial y la proliferación de films “que mostraban a los próceres ya no como militares, sino como hombres y mujeres de carne y hueso. Después de la Dictadura era imposible ensalzar los procesos castrenses a quienes consideramos padres de la patria”.

¿Divulgar el pasado para quién?

En la actualidad, la divulgación de la historia adquiere características distintivas por las posibilidades tecnológicas y la transformación de los nuevos públicos. En el presente, cada humano sobre la Tierra dispone de su propia computadora móvil, los celulares, con capacidad para acceder a contenidos educativos fascinantes sin despeinarse. Existen videos breves, contenidos interactivos, realidad virtual y aumentada que pueden mejorar la experiencia de aprendizaje de los individuos en edad escolar. Al mismo tiempo, la lectura profunda, única, sin hacer nada más en simultáneo, parece esfumarse de a poco. Esa concentración que demanda un contenido, supongamos de historia, ya no se sostiene por horas. En efecto, resulta todo un desafío intentar captar atenciones y que estas se conserven en el tiempo.

“El mundo digital trae nuevas posibilidades y nuevos desafíos. Más personas pueden emitir contenidos y llegar a públicos masivos. También sabemos que somos esclavos del algoritmo y que la mediación de las plataformas, administradas por empresas privadas, imponen censuras y límites, y reafirman su mirada del mundo”, expresa Rodríguez. Y continúa con su detalle: “Hoy priman las explicaciones banales, fragmentarias y descontextualizadas, antes que la comprensión más profunda y más lenta que propone la reflexión crítica de la historia”. Una buena estrategia para Rodríguez es “tratar de ser anfibios”, es decir, poder sumergirse en el abordaje de las fuentes pero también saber que es necesario manejar narrativas novedosas para volver disponible ese pasado.

¿Cómo narrar lo que pasó, historias complejas con una perspectiva muy puntual, pero de manera sintética y entretenida? ¿Cómo explicar unitarios y federales, el orden conservador, el modelo agroexportador y el peronismo en videos de cinco minutos? En definitiva, ¿de qué manera se podrá acceder a un conocimiento histórico complejo e irreductible?

Aunque son interrogantes difíciles de responder, Wischñevsky se anima. “Hay dos aspectos. Uno tiene que ver con ir a hacer producciones a los lugares en que los jóvenes consumen. Esto es: tenemos que ir, básicamente, a las redes sociales. Eso es obvio, pero no alcanza. El segundo aspecto, entonces, tiene que ver con divulgar la historia, pero partiendo de temas que en el presente les estén preocupando o que logre seducirlos. Mostrarles, en definitiva, que para algunos de los problemas que ellos tienen, la historia puede tener respuestas y que no son sumamente complejas”. De aquí la necesidad de crear narrativas con las cuales las nuevas juventudes puedan empatizar: “Cualquier relato histórico que no les toca una fibra íntima les rebota inmediatamente. Hay que interpelarlos”.

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