Solo hace falta recorrer cinco kilómetros desde la hiper explotada turísticamente ciudad de Cafayate para conectar con una de las tantas comunidades que mantienen a través del tiempo y contra los embates sociales e inmobiliarios, la raíz del pueblo Diaguita Calchaquí, originario habitante de la zona.

Si bien hoy es un gran pueblo con sentidos comunes, por su extensión, desde Jujuy hasta Mendoza, los diaguitas contenían historicamente muchos pueblos con denominaciones y prácticas culturales diferentes, entre otras razones, por sus locaciones geográficas disímiles: quilmes, tolombones, pulares y famatinas eran tan solo algunos de ellos.

Para entender aún más la raíz de este pueblo, hay que remarcar que fueron quienes mostraron una tenaz resistencia a la conquista de la corona española, comenzando un proceso conocido como las Guerras Calchaquíes, que se extendieron aproximadamente desde 1560 hasta 1667, formando un gran ejército al mando de Juan Calchaquí.

Carta étnica realizada por Eric Boman en 1908. Se observan los diaguitas hasta Mendoza.

Aquella extensa guerra sostenida por el Pueblo Diaguita al mando de Calchaquí hizo que el conquistador tuviera que gastar valiosos recursos y hacer cambios de estrategias constantes para doblegar la resistencia originaria, algo que les demoró más de cien años.

Los castigos recibidos luego de la finalización de las Guerras Calchaquíes fueron severos, y la estrategia para evitar nuevas rebeliones consistió en dividirlos y, en muchos casos, desarraigarlos de su territorio pensando que así finalizaría su cultura y resistencia.

A pesar de estos planes de exterminio, los diaguitas son un pueblo que se encuentra vivo y presente en toda la región de los Valles Calchaquíes, que se extienden desde Salta hasta La Rioja, y continúan con algunas ramificaciones hacia el sur y al este del territorio.

Una de estas comunidades organizadas, arraigadas y orgullosas de su legado ancestral, se encuentra en pleno valle, a pocos kilómetros de la ciudad de Cafayate, la Comunidad El Divisadero.

Vista desde El Divisadero (Imagen Cafayate Turismo).

Justamente, el nombre de la comunidad hace referencia a una de las características que el Pueblo Diaguita buscaba en los sitios donde buscaba afincarse: terrenos que tengan un espacio de altura para desde allí, divisar el valle y protegerse de peligros enemigos.

Hoy, con una relativa tranquilidad, comparada con otros tiempos, desde la Comunidad El Divisadero se puede apreciar la majestuosidad del paisaje vallisto y tener una vista privilegiada de la ciudad de Cafayate, donde existen también valiosos rastros arqueológicos de la cultura diaguita calchaquí, particularmente la sagrada Cueva del Suri.

En la misma entrada al sitio recibe Mariana, delegada de base de la comunidad. “Estamos ubicados al oeste de lo que es el pueblo de Cafayate donde se puede apreciar la Cueva del Suri o pinturas rupestres, que es un sitio sagrado para nosotros, y es un espacio dentro de la comunidad organizada con personería jurídica a nivel nacional”, informa. 

Mariana, que aparte de su responsabilidad comunitaria recibe visitantes y realiza los recorridos guiados, hilvana minuciosamente la organización que fueron conformando. “Nosotros tenemos cacique, consejo de ancianos, consejo de mujeres, consejo de jóvenes. Con 11.000 hectáreas relevadas a favor de esta comunidad, la última familia se aposta más de 5.500 metros sobre el nivel del mar”.

Si bien la delegada resalta que también están capacitados para hacer visitas a circuitos de alta montaña, reconoce que no todas las comunidades están abiertas al turismo, “es un trabajo lento, un proceso que no todas las comunidades lo llevamos al mismo ritmo. De hecho, nosotros somos los únicos que manejamos un libro de registro, podemos decir que somos un ejemplo en cuanto a la administración turística en lo que es Valle Calchaquí, especialmente entre las comunidades originarias”.

Mariana, pronta a realizar los recorridos guiados.

Otra de las mujeres que reciben al visitante a las puertas de la Comunidad es Gabriela Pastrana, artesana y también con responsabilidades dentro del grupo. “Pertenezco al Consejo de Mujeres, donde sostenemos nuestra cultura y nuestra historia. En el Consejo tenemos un rol, entre otras cosas, nos encargamos de buscar y recoger yuyos medicinales para la salud y poder sahumar”.

“Como Consejo nos preparamos para la fiesta del Inti Raymi, vamos recogiendo muchas cosas para la preparación de la ceremonia, porque para nosotros recién ese día llega el año nuevo. Nosotros tenemos un calendario con 13 meses de 28 días y 4 semanas cada mes, ese es nuestro calendario perfecto”, remarca Gabriela desde su sabiduría heredada.

“El 21 de junio se levanta la cosecha y guardamos para el siguiente año”, aclara y agrega que también son roles que se organizan y ejecutan como parte de las funciones dentro del Consejo de Mujeres. “También nos preparamos para el 1 de agosto, la Pachamama, y para cuando hay un conflicto o sostener prácticas antiguas, por ejemplo, las preparaciones de cocina, enseñanza que nos heredaron nuestros abuelos y que no queremos que se pierdan”.

Si bien la Comunidad tiene una puerta de entrada para quien viene de afuera a través del turismo, no es su única tarea. Mariana comenta: “en la Comunidad se destacan cinco rubros artesanales: tejido, cerámica, talabartería, trabajos hechos en madera y en simbol. Todos esos conocimientos los heredamos de nuestros abuelos y se trasladan de boca en boca, es un legado que uno tiene que aprender a través de escucharlos y más que nada, de observarlos, porque no hay una teoría, no es como ir a la escuela, por lo tanto, agradecemos siempre al consejo de ancianos ya que es la herramienta viva dentro de los pueblos originarios para que estos aprendizajes sigan circulando”.

Gabriela Pastrana.

Una de las artesanas de la comunidad es Gabriela, quien, entre otras actividades, realiza tapices. “Los hacemos relacionados a nuestra cultura. A la gente que llega le mostramos nuestros tapices y explicamos por qué los hacemos, le decimos que no solo es un dibujo bonito, sino que cada cosa tiene un significado plasmado, donde sobresalen los cuatro elementos vitales de la vida”.

Gabriela toma una de sus creaciones y explica: “la víbora es fuego, el sapo es agua, el cóndor es aire y el suri es tierra. Entonces, tiene un significado cada creación, como también hacemos la chakana que para nosotros es la famosa cruz del sur, pero, como aclaraban nuestros abuelos, para nosotros no es cruz, porque la cruz vino de afuera”.

"Me ha costado mucho desenvolverme, pero gracias a la Pachamama y a mis guaguas, mis hijos, me ayudaron a superar muchas cuestiones. Yo era muy cerrada, con mucho miedo, no quería que la gente vea lo que hacía, y mi guagua me decía, ‘mamita hacete ver para que conozcan tu trabajo y así valorar tu mano de obra y a tu persona’”, aclara la artesana, sobre hacer guiados y explicar la cosmovisión de su pueblo. Confirmando esa superación, hoy se muestra abierta y locuaz para recibir visitantes.

Así como sus hijos empujaron a Gabriela a poder mostrarse tal como es, fueron ellos mismos quienes tomaron la posta de las responsabilidades comunitarias. “Ellos forman parte del Consejo de Jóvenes. Porque aquí tenemos nuestro cacique y 14 delegados dentro de nuestra Comunidad, y saber que los delegados hoy son jóvenes nos hace sentir muy bien, porque sabemos que ellos serán el futuro. Yo siempre le inculco a mis guaguas que no importa que tengan un celular, pero sí es importante no perder la historia, la cultura, y las costumbres, y que nunca se avergüencen por ser diaguita, porque lo llevan en la sangre”.

Pinturas rupestres dentro de las cuevas (Imagen Cafayate Turismo).

Regresando al sitio sagrado de la comunidad El Divisadero, Mariana se detiene a resaltar los sentidos del sitio arqueológico, “toda la simbología que aquí vemos es parte de nuestra espiritualidad, es por eso que cada vez que hacemos nuestras ceremonias como la Pachamama, son partes fundamentales. En este espacio se puede ver un sitio sagrado, no tan solo cómo se observa el espacio ceremonial de la Cueva del Suri, sino también porque tiene mucho para mostrar en cuanto a viviendas, terrazas de cultivo y morteros, entre otras cosas”.

Aquella sangre guerrera heredada y con memoria de resistencias venida de tiempos inmemoriales, dejó una marca en la Comunidad, ya que, lejos de vivir en paz, continúan constantes los embates estatales y privados por apropiarse de lo poco que pudieron conservar frente el despojo sufrido.

La problemática por la tierra es en todo el territorio. Provincias como Jujuy, Salta, Tucumán, Catamarca, La Rioja, hasta el Puente del Inca en Mendoza, Santiago del Estero y norte de Córdoba, que ha sido nuestro territorio", remarca Mariana y agrega: "en todos esos lugares sufrimos lo mismo. Pero lo que nos caracteriza siempre es el diálogo, y lamentablemente con el Estado no hay un diálogo que se pueda llevar a cabo como corresponde, por eso es que nuestros derechos siempre están vulnerados y negados casi absolutamente, porque los recursos son los que más se miran en nuestros territorios, porque aquí están las nacientes de agua y es lo que más se buscan cuando hay emprendimientos. La puja siempre está, lo sentimos y también nos sentimos cada vez menos escuchados en estas cuestiones. El empresario pesa más que la gente común”.

Imagen del Suri en las cuevas (Imagen Cafayate Turismo).

Nosotros no tenemos una identidad de hace 200 años, las pinturas rupestres tienen miles de años y esa es nuestra identidad”, afirma con orgullo Mariana. “Esa es nuestra lucha y nuestra pertenencia. Quizás si el Estado nos viera de ese modo nos reivindicaría como lo dice el artículo 75 inciso 17 de la Constitución Nacional, y también como lo dice el artículo 75 de la provincia. Pero lamentablemente los recursos son los que más se miran, somos vulnerados por esa cuestión y muchas veces se nos ha visto como que nosotros somos objetos de estudio, no como sujeto de derecho. Sin embargo, aquí estamos, en plena lucha, somos un pueblo vivo y resistiendo”.

Desde la llegada de occidente a territorio de la actual América, los Diaguitas Calchaquí se vieron obligados a resistir diferentes embates sobre sus cuerpos y territorios, reinventándose a cada paso para lograr la supervivencia que les permita permanecer y sostenerse como cultura originaria.

Tal como Gabriela relataba con hondo orgullo, “nuestro abuelo decía ‘nunca te avergüences por decir que sos diaguita, así te tienes que querer, morocha, petisa, de pelo negro, así querete, esos son tus rasgos profundos', y aquí lo llevo, dentro de mi espíritu”.