“¿Entendieron?”, preguntó Fabiana Cantilo previo al bis, y tras advertir que no pudo hablar antes porque la dinámica del espectáculo no se lo permitía. Si ya era una rareza que pusiera en suspenso su verborragia a lo largo de dos horas, fue aún más singular la propuesta que presentó en la noche del viernes en el Luna Park. Después de agotar tres veces el Teatro Gran Rex en 2023, la cantante, música y compositora regresó a calle Corrientes de la mano de una ópera rock. “Apocalipsis No” fue el nombre de este concepto que versó sobre la esperanza y el nuevo comienzo. “No es el fin del mundo”, afirmó la artista en la epístola con la que promocionó a este show. “Hoy en día la humanidad está en la vibración más baja que existe y necesitamos dar el salto cuántico que va a dar la tierra a la 5ta dimensión”.

Como respuesta al miedo y la incertidumbre que desataron el covid-19, en la pandemia empezó a tener eco la expresión “nueva normalidad”. Si bien inicialmente fue acuñada para dar cuenta de las consecuencias de la recesión económica de 2008, se retomó durante el confinamiento a manera de reacción frente a las secuelas sanitarias, psicológicas, sociales, económicas y hasta políticas que estaba por causar en ese entonces el coronavirus. Sin embargo, lo que nadie previó fue que el término, antes que tener una connotación positiva, vaticinaba un cambio de era bisagra para el que nadie se encontraba preparado. A nivel metafísico, espiritual y astrológico, era el preludio de un proceso bélico, del derribamiento de estructuras y de un nuevo contexto para las revoluciones. Tanto internas como colectivas.

“Es muy importante que tratemos de vibrar más alto, conectar con la frecuencia de la luz del espíritu. Es un esfuerzo de libre albedrío que tenemos que hacer cada uno individualmente”, instaba Cantilo en la perorata que contextualizaba a “Apocalipsis No”. Y, además, destacó: “A mí me toca ser puente, plasmando a través de mis canciones la idea del paso de lo más denso a lo más elevado, de los más oscuro a lo más iluminado”. Es imposible saber si ese estadio abarrotado de público consiguió entender la preocupación de la artista. La realidad es que ella cumplió con la consigna del show. No sólo lo dejó patente en la curaduría del repertorio, eligiendo canciones de su obra (algunas ignotas, e incluso compuso una para la ocasión) afines al relato, sino también en la puesta en escena.

Luego de su apogeo en los años 70, cuando obras como Jesus Christ Superstar, de Tim Rice y Andrew Lloyd Webber; Tommy, de The Who; Phantom of the Paradise, de Paul Williams; The Rocky Horror Picture Show, de Jim Sharman; y The Wall, de Pink Floyd, llegaron al cine, la ópera rock experimentó un declive. Pero sólo en lo que a popularidad se refiere, porque su producción no se detuvo. De eso pueden dar constancia, tan sólo en la Argentina, los álbumes La hija de la lágrima, de Charly García, y La salvación de Solo y Juan, de Los Fabulosos Cadillacs. La pandemia reflotó el formato (con limitaciones en la narrativa). Una vez que los Instagram Live se hicieron redundantes, y se supo que la confinación iba para largo, los artistas le pusieron onda a sus streaming improvisando esta variante del musical.

Lo que muchos hicieron en la virtualidad, Fabi decidió ponerlo en práctica frente a una audiencia presencial. No hubo diálogos, ni invitados que afectaran la historia de manera explícita. La única interacción que tuvo fue con un cuerpo de baile que se aferró a la circunstancia performática. Ahora que está por estrenar su película Lágrimas de fuego, el propósito estuvo más cerca al de una road movie, con ella actuando y con las canciones como sostén. Todo muy prolijo. Pese a que conoce ese estadio a la perfección, esta vez desembarcó en solitario. Decidió hacerlo después de quedarse sin voz el año pasado y tras conocer a un gurú que le dijo que su propósito en la Tierra era el de ser mensajera. Si bien eso se lo tomó en serio, jugó con el título del célebre film de Francis Ford Coppola, Apocalypse Now, para llamar a su show.

El telón se levantó con otro parafraseo. O más bien con un tributo al tema “Algo flota en la laguna”, de Pescado Rabioso, al que ella denominó “El monstruo de la laguna”. Mientras lo interpretaba, apareció arriba de todo y de todos. Sobre el escenario, captaba el espacio y la atención una estructura ataviada por pantallas. En la parte de abajo solían estar los actores, y en la de arriba se encontraba su banda. Y ella circulaba por todas partes. Siguió con “Miedo”, a la que le sucedieron el pop épico “Ya no quiero” y el britpop “Terra, en la que canta: “Yo me voy a quedar, detrás de la oscuridad. Ésta es la batalla final”. En la beatlesca “Cuidado”, bajó por un elevador, para luego ubicarse adelante de varias reproducciones de la bandera de los pueblos originarios. Lo que le dio pie a rockearla en la ecológica “Coma”.

Si “Nada es para siempre” arrancó la primera ovación, “La arena del amor” tuvo al primer comensal de la velada: Fena Della Maggiora, en guitarra. Justo ahí, la artista ingresó en un cuarto (dentro de la puesta) que con el avance del tema fue tomando forma astral. 

En el siguiente acto, la entrada a escena con candelabros de su grupo performático empezó con un canto vikingo (como de las series de Netflix), y acabó en góspel. Ese réquiem fue el preludio de “Mi enfermedad”, escoltado por el pop chinesco “La batalla”. Entre un tema y otro, la cantante y compositora desapareció. En su ausencia, se difundió un video en el que ella recitaba la plegaria “La gran invocación”, publicado en 1945 por la escritora y esotérica inglesa Alice Bailey. Al regresar, lo hizo con cambio de outfit y con un tema de cadencia triphopera, “Mundo imaginario”.

A continuación, se subió a una carroza blanca con la que recorrió el predio hasta llegar hasta la otra punta del escenario. En esa especie de nube de algodón, cantó “Desde el cielo”. Y el espectáculo ya parecía una eucaristía. Alimentada por la grey y por un cancionero en cuya recta final recurrió al pop “La huella”, al folk “Ya sé qué hacer” y al hit “Un pasaje hasta ahí”. 

Sin embargo, el clímax del show, así como de esa inmaculada voz, arribó con “Mary Poppins”. Tras discurrir sobre planetas, meteoritos y delfines, en el bis Fabi habló y estrenó “La era del dragón”, tema para el que invocó al grupo indie Silvestre y La Naranja (les devolvió la invitación que le hicieron en 2023 en Obras). 

El cierre fue con su revisión pop electrónica de “Fue amor”, de Fito, en tanto afuera del recinto aguardaban la Luna de fresa y el renacimiento.