Pese a no haber estado en la agenda de políticos y expertos, las deudas de los hogares ocupan un lugar fundamental en la dinámica económica nacional. A contramano de la preocupación hegemónica imperante, Ariel Wilkis mira los patrones de endeudamiento en la Argentina “más allá del radar tradicional”, para interpretar las construcciones políticas y sociales de los últimos 40 años. Wilkis es investigador del Conicet y decano de la Escuela Interdisciplinaria de Altos Estudios Sociales (Idaes), dependiente de la Universidad Nacional de San Martín. Desde este doble rol, que conjuga experticia y compromiso con la formación pública, hace un aporte no menor en su reciente libro: suma una perspectiva sociológica a un aspecto eminentemente económico. El recorrido que propone Una historia de cómo nos endeudamos. Créditos, cuotas, intereses y otros fantasmas de la experiencia argentina (Siglo XXI) permite entender el vínculo entre el lugar que ocupamos en la estructura social y las oportunidades de endeudamiento. Concretamente, un amplio sector de la población pasó de la oportunidad de un ascenso social a través del crédito hipotecario a participar de un mercado del crédito “para llegar a fin de mes”.
-Algunos expertos sostienen que en la Argentina las deudas de las familias no son un problema, pero su libro muestra que las deudas -por fuera del radar de la estadística pública- sí representan un tema de magnitud. ¿Son un problema?
-Durante mucho tiempo, la deuda pública ocupó toda la atención en detrimento de otro tipo de deudas. Básicamente, porque desde fines de los 70, la Argentina ingresó en una espiral de endeudamiento externo que condicionó los instrumentos de la política económica y la vida de muchos sectores de la sociedad. En paralelo, la atención dominante se orientó al impacto de la inflación en los hogares y se prestó poca o nula atención a las deudas de esos hogares. Más de una vez escuché a economistas decir: “En la Argentina, las deudas de las familias no son un problema”.
-¿Por qué cree que lo ven así?
-Ese argumento alude a la ausencia de crédito. Es cierto que la inflación redujo el mercado del crédito en Argentina a niveles muy bajos si se los compara con lo que sucede en otros países del mundo. La escasa proporción del crédito, medida en relación con el PBI, llevó a los economistas a dedicar poco tiempo a estudiar las deudas originadas con el sistema bancario formal. Sin embargo, las deudas -no solo las deudas con los bancos- ocuparon un lugar fundamental en los últimos 40 años. Por eso la propuesta del libro es definir una noción más amplia de endeudamiento.
-¿Qué incorpora esta noción?
-Incorpora dinámicas de deuda más heterogéneas, no solo el endeudamiento formal sino también el informal: el endeudamiento con el Estado, con los servicios, etc. El libro busca reconstruir una mirada de la historia argentina desde el ‘83 hasta hoy, en momentos clave, que incluyen crisis sociales como políticas. En esas instancias, el contexto permite entender mejor esas dinámicas políticas porque incorpora una ventana de observación que no suele tenerse en cuenta. En el texto propongo un movimiento doble: por un lado, mirar el endeudamiento más allá del radar tradicional desde donde se suelen mirar las dinámicas de endeudamiento, y por otro lado, releer construcciones políticas y sociales críticas de los últimos 40 años, donde las dinámicas de endeudamiento tienen un rol clave y ayudan a entender mejor esas construcciones.
-¿Qué efectos tiene la baja presencia del crédito en las familias?
-Esa baja relación entre deuda de las familias y PBI mejoró en los primeros años de la convertibilidad. Uno no puede entender la convertibilidad y las expectativas que generó sin considerar las oportunidades de acceso al crédito que hubo en esa época. Al mismo tiempo, no se entiende el fin de la convertibilidad sin atender al peso que tuvo el endeudamiento a partir de esos mismos créditos –muchos en dólares– sobre la crisis que transitaron las familias en 2001. Allí hay una relación permanente entre expectativas y frustraciones, no solo las que se dieron en ese momento sino las que tuvieron lugar en el largo plazo y dan cuenta de la manera en la cual se transformó el mercado de crédito.
-¿Qué características tuvo esa transformación?
-Comienzo la obra con la crisis que ocasionó la Circular 1050, con los créditos hipotecarios que fueron indexados al final de la dictadura, y que se incorporó a la agenda del alfonsinismo como una promesa reparadora en relación con la crisis social que había producido la propia dictadura. Si recorremos ese momento hasta hoy, el mercado de crédito hipotecario está desaparecido, en comparación con lo que fue en la década del ‘80. Hoy ese mercado está muy segmentado y en gran medida es utilizado por las familias para llegar a fin de mes, no para comprarse una casa. En este trabajo me propongo mirar las transformaciones del mercado de crédito considerando, por un lado, el fracaso de las promesas de la democracia y, por otro, la dinámica del empobrecimiento de la sociedad argentina. Los créditos permiten el ascenso social, mantenerse o no caer. En el largo plazo, el mercado de crédito se ha reducido, en el mejor de los casos, a evitar la caída de las familias y, en menor medida, a generar algún grado de ascenso social.
-¿Qué denominadores comunes se observan cuando se comparan las crisis más profundas desde la recuperación de la democracia a esta parte?
-Las grandes crisis de la democracia argentina tienen algunos rasgos parecidos y otros muy diferentes. A diferencia del ‘89 y el 2001, esta crisis tiene una periodicidad singular porque no hay un momento de quiebre, es una crisis que se ameseta y se alarga en el tiempo. La del ‘89 está pegada al final de un ciclo de endeudamiento vinculado al mercado hipotecario y a otro de endeudamiento vinculado a la primera experiencia de descenso social de los sectores medios en muchas décadas. Las deudas aparecen para evitar la caída de sectores de clase media que empiezan un camino de descenso social muy abrupto, para amortiguar aquello que era casi inevitable.
-¿Por qué el acceso al crédito es tan regresivo? ¿En qué medida eso aumenta la brecha entre algunos sectores que acceden a un crédito progresivo y otros sectores, los más empobrecidos, que acceden a créditos usurarios?
-Las deudas permiten amortiguar una caída que podría ser peor. Una de las invitaciones sociológicas del libro es a entender qué parte de la gestión del lugar que ocupamos en la estructura social tiene que ver con las oportunidades de endeudamiento bajo determinadas condiciones. Para entender cómo habito mi lugar en la sociedad tengo que entender las oportunidades de acceso al crédito y la experiencia subjetiva de gestión de esas oportunidades. No se suele prestar atención a esta mirada social. Habitualmente lo que miramos es el mercado de trabajo y los ingresos.
-¿Cómo se traduce esto en la gestión de la vida cotidiana?
-Hoy en día podés tener un muy buen salario, estar muy bien ubicado en el mercado de trabajo, y estar mal ubicado en el mercado de la vivienda: alquilar y no tener acceso al crédito para comprar una vivienda. Entonces, el mercado de trabajo no logra absorber todas las posiciones que existen para experimentar una posición en la estructura social. Podés tener un mal trabajo y un buen acceso al crédito porque tenés una garantía familiar y una mejor posición en la vivienda. Propongo una mirada que incluye las oportunidades de acceso al crédito en términos objetivos y en términos de la experiencia de esa gestión, para entender la manera en la cual experimentamos nuestro lugar en la estructura social. Un segundo movimiento es político. La agenda política no toma en cuenta lo que se pone en juego cuando las promesas políticas dejan de lado lo que sucede en el mercado de crédito, en particular lo que se juega a nivel de las expectativas sociales en relación con el mercado de crédito.
-¿De qué manera la aparición de nuevos medios de pago se vinculan con la deuda y cómo funcionan a nivel social?
-La pandemia hizo proliferar los medios de pago digital y las billeteras virtuales de manera masiva en el mundo. En el caso argentino, además del contexto de pandemia, se agrega el contexto inflacionario, que ha favorecido muchísimo el crecimiento de los medios de pago por los beneficios y descuentos que proveen. En segundo lugar, los medios de pago son una entrada para muchas operaciones financieras que están insertas en la vida cotidiana, no solo la toma de crédito sino también el mundo de las microinversiones. A esto se suman hoy las apuestas. Tanto las apuestas como las inversiones y la toma de crédito son operaciones financieras muy vinculadas al nuevo acceso a estos medios de pago. Lo que uno identifica es la enorme inserción de estos mecanismos en la vida cotidiana, que facilita la revolución de los medios de pago digitales y que se hace extensivo a todas las historias sociales y a todas las generaciones. Ahí observamos también una ampliación hacia operaciones financieras, apuestas, toma de crédito e inversiones hacia generaciones más jóvenes.
-¿Qué lazos sociales se establecen a partir de las deudas?
-Una de las cuestiones fascinantes de analizar todas las dinámicas del endeudamiento es la manera en la cual se hacen y deshacen vínculos sociales. Las deudas vienen acompañadas de esa ambigüedad: favorecen la solidaridad pero también ponen en riesgo esos vínculos sociales. Permiten que las personas se sientan más cerca, pero la propia dinámica del endeudamiento –si se devuelve o no y bajo qué condiciones se devuelve– puede generar heridas en esos vínculos sociales.
-¿Cuál es la relación entre género, cuidados y deuda?
-El foco de atención era poner la gestión monetaria de los cuidados como parte de los cuidados y no como algo separado. Si para nosotros la gestión monetaria de los cuidados es parte de los cuidados, y los cuidados están desigualmente repartidos por una dimensión de género, también la gestión monetaria de esos cuidados está desigualmente repartida. En las mujeres no solo recae una mayor tarea de cuidados sino además una mayor responsabilidad de la gestión monetaria de los cuidados. Y dentro de ese paquete está la dinámica del endeudamiento. Si las tareas del cuidado han sido invisibilizadas históricamente, también lo fue la gestión monetaria de los cuidados. Esa gestión monetaria de los cuidados expone desigualmente a las mujeres a una trayectoria de pobreza. Básicamente usamos la metáfora de “bolsillos rotos”: las mujeres están obligadas a mantener monetariamente los cuidados de sus hijos e hijas y son, a su vez, las más expuestas a endeudarse para mantener esos cuidados y las que deben dedicar cada peso que le entra a su bolsillo a mantener esos cuidados y pagar deudas.
-¿Qué fracasos y promesas incumplidas deja entrever esta historia del endeudamiento?
-El punto de llegada del libro es describir la radiografía argentina actual, en la cual la economía no tiene crédito pero la sociedad tiene muchas deudas. No hablo de deudas metafóricas, sino de una sociedad atravesada por diferentes tipos de deudas que muchas de las veces están por fuera del radar de la estadística oficial y, sobre todo, de la política. Leer el largo plazo de la sociedad argentina, este período de 40 años, nos permite entender que sus momentos de “mayor esplendor”, por ejemplo los primeros años de la convertibilidad y los años del kirchnerismo, aunque con políticas muy distintas, fueron las mejores etapas de la sociedad argentina en términos de acceso al crédito. Esos contextos generaron un vínculo con la política que, en otros momentos, estuvo desaparecido.
-¿Qué clase de vínculo se generó con la política en esos períodos?
-No es que todo el mercado de crédito se juegue en su vínculo con la política, pero el acompañamiento de las expectativas sociales acorde a las promesas políticas que se procesan, se modulan alrededor del mercado de crédito. El mercado de crédito no es cualquier mercado sino un mercado que cumple un rol clave en los modos en los cuales se vincula la sociedad con la política. Parte de la interpretación del ascenso de Javier Milei tiene que ver con el desencuentro entre la sociedad y la política. En el libro, narro ese desencuentro desde un lugar singular: la manera en que la sociedad argentina gestionó sus deudas. Y lo que encuentro es que las gestionó de alguna manera que va más allá de la expectativa que tuvo el Estado de generar una idea de cuidado. A través de la dinámica de la gestión de las deudas podemos entender cómo una parte de la sociedad entendió que si el Estado no te cuida, nosotros nos cuidamos a nosotros mismos, prestándonos entre nosotros y debiéndonos entre nosotros.
-¿Cómo se da la gestión del endeudamiento en este momento, en el cual parte de la clase trabajadora argentina debe acudir al desahorro para mantener su nivel de gastos?
-Quisiera identificar dos momentos en relación al ciclo político actual. El primero fue el acompañamiento a la oferta política de Javier Milei. A través de la gestión de las deudas de las familias uno puede entender el desapego experimentado por parte de la sociedad hacia el Estado. Supuso decir: “vos, Estado, decís que me estás ayudando, pero en realidad quienes me ayudaron son mis familiares o amigos . Ellos me prestaron plata y yo tuve que esforzarme para devolverles. Yo hice un enorme sacrifico. ¿Y vos? Muy poco o nada te sacrificaste”. Por lo tanto, este esfuerzo o sacrificio asociado con las deudas generaba condiciones favorables para distanciarse del Estado y la política y para sentirse atraído por una oferta política que los denunciaba por sus privilegios. Esa dinámica de endeudamientos alimentó un ciclo nuevo de expectativas políticas. Incluso cuando esas mismas familias no llegan a fin de mes, pierden beneficios sociales, pierden su nivel de ingreso, dejan de pagar el colegio o la prepaga, ese sacrificio realizado en el pasado que alimentó el desapego con la política “tradicional” tiene un efecto sobre el presente que amortigua, que acompaña la aceptación de un gobierno que está tomando medidas que van contra los intereses materiales de ese sector que lo apoya.
-¿Hasta dónde puede llegar este acompañamiento?
-Es el segundo momento, si un nuevo ciclo de frustración con un gobierno democrático se cifrará alrededor de las deudas de las familias. Hoy la radiografía de la dinámica de endeudamiento muestra, por un lado, que los hogares contraen su consumo y lo hacen a través del mercado de crédito; prefieren no endeudarse con el mercado, pero al mismo tiempo tienen otro tipo de deudas vinculadas con no poder pagar los servicios o pedir prestado para pagarlos. Como decía, si miramos las estadísticas oficiales estas deudas quedan fuera de todo registro. Las estadísticas del Banco Central dicen que bajó el nivel de endeudamiento porque bajó el acceso al crédito. Pero la deuda es un problema porque crece en los márgenes de la estadística que dice que la deuda se está reduciendo.