Viene Paul McCartney, y viene al caso. Medio siglo después de su hechura, finalmente se editó “por las buenas de la ley” el que –dicen- es el disco más pirateado de la historia: One Hand Clapping. Incomprobable por donde se lo mire, claro, pero con que sea uno de esos incunables amados y seguidos por coleccionistas, amerita de por sí una fuerte mención. Un recuerdo en verbo presente.

Grabado y filmado en vivo en los estudios Abbey Road, dirigido por David Litchfield, y con los popularísimos Wings renombrados como Paul McCartney & Wings (agosto de 1974), el material muestra en su todo (dos vinilos, dos CD's, y simples en 7 pulgadas) la prematura solidez de una nueva formación de la banda, la segunda en una serie de cambios que sería una constante en su devenir.

Porque a la tríada originaria –Paul, su mujer Linda Eastman y el ex Moody Blues Denny Laine- se le acababan de sumar entonces Jimmy McCulloch, guitarrista procedente de los Stone the Crows, y el baterista Geoff Britton, fundador de East of Eden. Y lo que hacen los cinco -más eventuales participaciones del saxofonista Howie Casey, y de Del Newman, en arreglos- en apenas seis días de grabación, es una miel de la que no comen las hormigas.

No solo Paul McCartney & Wings redobla la apuesta y va a más con dos temas que habían tenido severos problemas de censura con la BBC de Londres (“Hi Hi Hi”, por su apelación a las drogas, y “Give Ireland Back to the Irish”, motivada como respuesta al oprobioso Domingo Sangriento, ocurrido el 30 de enero de 1972) sino que muestra atildadas entregas. La introducción instrumental se ofrece como ingreso onírico a un nutrido mundo de canciones, conformado entre otros por “Band on the Run”, tema homónimo al gran disco que la banda venía de publicar meses atrás, y la flamante “Junior's Farm”, que se editaría dos meses después como sencillo junto a la furiosita “Soily”, también parte de One Hand Clapping. Más perlas suenan en la campestre -bien country- “Sally-G”, y una pieza ocurrente llamada “Power Cut”, en la que McCartney considera los apagones eléctricos que ensombrecían la Inglaterra de mediados de los setenta, para crear una canción de amor entre velas. Por una parte, esto.

Por otra, cuasi contemporáneas rémoras Beatle hechas “a la Paul”. Un viñeta conmovedora de “Let it Be”, por caso. O la reelaborada –pero no tanto- “The long and Winding Road”, dispuesta en mini suite junto a “Lady Madonna”. Rescata además el material –en parte documentado fílmicamente- la antiquísima “Baby Face”, de Harry Akst y Benny Davis, igual de swingueada pero bien diferente a la que había registrado Little Richard, en 1958; y la emotiva “Twenty flight rock”, rockabilly de Eddie Cochran, cuya carga afectiva pasa porque justamente fue el blues de doce compases que Paul –con 15 años- le tocó a John Lennon el día que se conocieron -6 de julio de 1957- y motivó su ingreso a los Quarrymen, para terminar ya se sabe dónde.