María Domecq era, según Juan Forn, un libro en el que podría haberse quedado a vivir. Cruce extraño entre la ficción y lo testimonial, alguna vez confesó que en el proceso de escritura se dio a sí mismo esta regla: a la hora de hablar de los muertos (los de su historia íntima y los de la Gran Historia), todo sería verídico; si se mencionaba a parientes vivos, entonces todo debía estar deformado.
A una década de su publicación original, Emecé reedita esta novela notable que vio la luz en un momento difícil de su vida, justo después de sobrevivir a un coma pancreático. El protagonista conoce a la mujer del título y a Noburo Yokoi, aprende a lidiar con el miedo a la muerte y a la vida, y descubre una historia familiar silenciada. El único personaje que está enteramente construido, entonces, es el de María Domecq.
Forn, quien solía decir que su historia como escritor era su relación con los adjetivos, fabrica aquí una potente máquina narrativa para abordar la decadencia de una clase y el poder curativo del amor.