El viernes, a las diez y media de la noche, la Policía Federal se presentó en el edificio de Nora Longo, una de las detenidas por manifestar contra la Ley Bases. Nora había sido arrestada el 12 de junio durante la protesta en la plaza del Congreso mientras filmaba, con su teléfono, cómo en el operativo de represión los efectivos se llevaban preso a un vendedor de empanadas, junto a su hija y su nieta: la familia entera adentro. A ella misma, tras haber sido subida al camión celular en represalia por estar filmando la arbitrariedad policial, la pasearon tres días por alcaidías y el penal de Ezeiza, hasta que consiguió recuperar la libertad.
Este viernes, los policías que llegaron a su edificio le tocaron el timbre a sus vecinos: los interrogaron. Luego tocaron su portero eléctrico: le dijeron que estaban ahí para verificar si ella se encontraba en su domicilio porque “había una denuncia” sobre que se había ido del país. “Me asusté bastante”, dijo ayer esta emprendedora gastronómica de 59 años, que fue sola a la marcha al terminar de trabajar, que estuvo allí apenas 15 minutos hasta que la detuvieron y que todavía no termina de salir de la película de terror en la que fue metida de prepo y sin ningún argumento. La visita policial no puede ser entendida sino en ese marco, como un nuevo acto de intimidación y hostigamiento. “Esto de que la policía se presente en mi casa a las 10 y media de la noche de un viernes, además un día feriado, que hable con los vecinos, que me digan que era una denuncia de que me fui del país… fue todo muy raro. No parece que estemos viviendo en democracia”, señala.
En la causa judicial hay todavía cinco detenidos. Cristian Valiente está acusado de tirar piedras; es la persona a la que le encontraron una granada de mano, aunque él explicó que se trató de un aerosol lacrimógeno que la policía descartó en la plaza y él levantó y guardó con la intención de mostrarle a los medios con qué estaban tirando las fuerzas de seguridad. Daniela Calarco fue imputada de haber prendido fuego una parada de bicicletas de uso público; viene del activismo ambiental —vivió en un barrio fumigado—, actualmente es integrante del MTR Votamos Luchar y la única mujer que continúa encarcelada. Fernando Gómez fue señalado por arrojar piedras e intentar saltar un vallado. David Sica quedó imputado por golpear a una oficial mientras lo arrestaban: es un mecánico que quedó en la calle y ese día se dirigía a una esquina donde habitualmente dan de comer a los sin techo. Roberto de la Cruz Gómez está acusado de incendiar unos tachos.
Todos fueron procesados por la jueza María Servini, que les aplicó la figura antiprotesta de “intimidación pública”. En el mismo fallo, la jueza debió dictar la falta de mérito para las otras 28 personas que habían sido detenidas, reconociendo que no existieron pruebas para imputarlos, como había hecho el fiscal federal Carlos Stornelli por gravísimos delitos (atentar contra el orden constitucional, incitar a la violencia, perturbar la sesiones del Congreso, daños, lesiones y el agravante de terrorismo). La imputación de Stornelli estuvo en sintonía con la postura del gobierno de Javier Milei (la noche en que fueron detenidos calificó a los manifestantes de ser “grupos terroristas”). El fiscal incluso planteó, hace ocho días, que quiere que vuelvan a la cárcel, aunque ante el fallo que luego dictó Servini, en el que remarcó la "orfandad de pruebas", su reclamo no tendría chances de avanzar. La jueza, en ese marco, criticó el operativo: dijo que fue “desorganizado”, y que la policía “actuó mal”.
Este era el estado de situación cuando la policía se presentó en la casa de Nora Longo.
-¿Qué le preguntaron a tus vecinos?
- Si yo vivía acá, si estaba de viaje… esas cosas, y también tomaron los datos personales de cada uno de ellos.
-Después te tocaron el timbre.
-Me tocaron el timbre, yo atendí por el portero y me dicen que eran de la policía, que tenía que salir con mi documentación. Cuando salgo me preguntan si soy Nora Longo. Yo les presenté mi DNI y me dijeron que habían tenido que venir a verificar si estaba en mi casa porque alguien había hecho la denuncia de que Nora Longo se había ido a Estados Unidos, Canadá, a algunos de esos lugares. La policía me dice “debe ser otra persona”. Pero si fue otra persona con el mismo nombre, podrían haber verificado, al menos, el número de documento de la persona que salió! La verdad es que me asusté bastante, me hizo acordar a la época de la dictadura, cuando entraban a tu casa… Los dos policías que vinieron fueron respetuosos, igualmente. Uno de ellos, que estaba de civil, me dijo ‘la verdad es que me llamaron urgente para venir para tu casa, yo justo estaba de franco’. Todo esto me sorprendió. Me resultó fuerte porque es como… no sé, como si yo fuera una terrorista. Evidentemente no puedo salir del país, porque si vinieron a verificar si había salido o no del país es porque lo tengo restringido.
-¿Sabés quién les ordenó que fueran a tu casa?
-No. Yo enseguida la llamé a mi abogada, que el lunes va a ir a la fiscalía para saber si el pedido fue de ahí o de dónde. No sabemos de dónde salió, lo que sí sé es que indagaron a mi vecina. En mi edificio somos doce departamentos y todos nos conocemos, somos vecinos muy antiguos. A esta señora, mi vecina, le pidieron sus datos. Yo le decía hoy “no hay problema, hay que decir las cosas como son”, porque yo vivo acá, no me escondo de nada, no me fui a ningún lado, soy una mina laburante, una comerciante, me conoce todo el mundo. Y lo más extraño de todo esto es que, un rato antes de que vinieran a mi casa, yo había salido por la televisión. Había estado en un programa de C5N hacía nada más que un ratito.
La entrevistada lidia además con otras consecuencias de haber sido encauzada: “Hace doce días que no puedo trabajar porque no tengo el celular, se lo ha quedado la jueza Servini. Desde el miércoles al día de hoy, ya van doce días... De mi trabajo dependen dos personas que tengo empleadas. Yo hago delivery, viandas gastronómicas, y todo se encarga a través del whatsapp. Si no tengo mi lista de clientes es imposible trabajar. Hace casi dos semanas que no trabajo y que no le doy laburo a mis empleados, ¿cómo puede ser? Desde el día que me detuvieron hasta hoy ha sido una persecución en todos los sentidos, sobre todo en lo psicológico, porque ya no sé con qué van a salir, de qué se van a agarrar. Tuve que juntar todos los vídeos, los antes y los después de la detención, para mostrar que no cometí ningún delito”.
- ¿Cómo fue tu detención?
-Yo llegué a las cinco y media de la tarde a la plaza porque trabajo hasta las cuatro y media. A mis dos empleados les dije que terminaba de trabajar y me iba un ratito para el Congreso. Llegué a las 17.30, y a las 17.45, después de quince minutos, me detuvieron.
-¿Cómo pasó?
-Cuando llegué ya casi no había manifestantes, los manifestantes ya se habían retirado. Yo iba caminando sola cuando ví muchos policías sobre la calle (Virrey) Ceballos y a una chica que gritaba. Ahí saco mi teléfono y empiezo a filmar.
-¿Se estaban llevando detenida a la chica?
-Sí, ella gritaba que no sabía por qué, en la calle había además un hombre que estaba tirado en el piso, con seis, siete policías, arriba de esta persona, aplastándole la espalda con las rodillas, apretádole el cuello… y filmé eso. No creo que sea algo tan malo. Entonces viene un hombre vestido de marrón, y este hombre me dico que yo no podía filmar. Y yo le dije “la verdad, creo que estoy en toda mi libertad y mi derecho de filmar”, y ahí me agarró del brazo, me empujó y me avisó que estaba detenida. Así empezó la odisea mía. Terminé en Ezeiza, pero antes pasé por la Alcaidía de Madariaga, por Comodoro Py, en la alcaidía 28 de Lavalle y Talcahuano y en la cárcel, con ocho presas comunes a las que les agradezco porque fueron las que me contuvieron.
-¿Cómo fuiste tratada en ese recorrido?
- Fue horrible, en todo momento. Me hicieron desnudar, me sacaron fotos con el número… como una narcotraficante. En la alcaldía de Madariaga, yo no la conocía, ni sabía que existía eso, me llevaron a un subsuelo, en una ratonera, a oscuras. Ahí estuvimos más de 12 horas y fue donde conocí a estas dos chiquitas, que eran la hija y la nieta del señor al que yo estaba filmando, al que tenían en el piso, el señor que vendía empanadas. Fue algo deplorable. Después nos llevaron a Comodoro Py, con la jueza Servini. Nos leyeron la imputación: que yo era terrorista, golpista de Estado, y que sé yo cuántas cosas. Ahí declaré, dije que todo era mentira y pedí los videos grabados las cámaras, porque yo sé de mi inocencia, yo sé lo que hice y en toda la zona de Congreso hay cámaras. Pero hasta ahora no aportaron un solo de esos videos al expediente. Tuve que conseguir todas las grabaciones yo. A los 33 nos pasaron del mismo modo, a los 33 nos imputaron ser terroristas, querer dar un golpe de estado... todo mentira. Soy una señora de 59 años, tengo una enfermedad… mirá si voy a poner a pegarle a un policía! Yo en las manifestaciones reclamo por mis derechos, he ido a muchas manifestaciones y siempre me manifesté en paz. Lo único que hice fue filmar y por eso me llevaron esposada, encadenada al piso del celular, como la peor delincuente. Fue un maltrato psicológico terrible, que dejó secuelas. Y el día que me tocó el timbre la policía quedé paralizada, porque nunca había ido a mi casa la policía para nada. Vinieron como si estuviéramos en plena dictadura. Es horrible lo que pasé y me sigue conmoviendo cada vez que lo cuento. Este gobierno no tiene nada de democrático, porque el derecho a manifestarse está en la Constitución. Capaz que esta gente no sabe… capaz que a la Constitución todavía no la leyeron.