América latina se había transformado en elslabón mas débil de la dominación neoliberal en escala mundial. Por haber sufrido, de forma concentrada, los cambios en el mundo, fue el continente que parió los únicos gobiernos antineoliberales.
Después de mas de una década de avances en la contramano del orden neoliberal que reina en el mundo, disminuyendo la desigualdad, superando la recesión económica, y desarrollando importantes iniciativas de integración regional, esos gobiernos sufren brutales ofensivas de la derecha para intentar frenarlos. Lo han logrado en algunos países –Argentina y Brasil–, sin que, con ello, hayan cumplido lo que prometían: retomar el crecimiento económico, combatir la pobreza, bajar el desempleo. Al contrario, la situación económica y social en Argentina y en Brasil es mucho peor de la que antes del retorno de los gobiernos de derecha.
En el nuevo escenario de la región, Brasil se presenta como el eslabón más débil de la cadena neoliberal en el continente. La combinación de varios rasgos de la forma en la que la derecha ha retomado el gobierno en ese país hace que ahí se den los combates mas importantes de la región.
Al contrario de Argentina, en Brasil la derecha ha recobrado el gobierno no mediante elecciones –donde fue derrotada cuatro veces, sucesivamente–, sino mediante un golpe parlamentario-jurídico-mediático. El nuevo presidente y su gobierno no tienen siquiera legitimidad institucional, aun más porque ponen en práctica el programa derrotado en las elecciones, incluso en la ultima, en 2014.
El nivel de apoyo del que disfruta el gobierno –tres por ciento– representa la falta de popularidad que sufre la aplicación de ese programa, después de que Brasil haya vivido el mejor período de su historia, por el combate a la desigualdad social, por el regreso de la autoestima de los brasileños, por la proyección interna e internacional de Lula como el más grande líder político del país.
La ruptura es sentida como brutal por la gente, que lo manifiesta a través del apoyo a Lula, que supera el 40 por ciento. La izquierda no está dividida , aunque haya sectores que no manifiestan apoyo a Lula. Toda la izquierda al menos reconoce en él al gran dirigente que puede rescatar la democracia, el desarrollo económico y la justicia social.
Mientras que la derecha no tiene candidato, su partido tradicional, el PSDB, paga caro el haber apoyado al golpe y al gobierno de Temer. La derecha busca nombres fuera de la política, pero lo que le falta es un discurso y un distanciamiento del gobierno de Temer, para poder tener algún candidato con cierta popularidad. El único que mantiene cierto apoyo –Bolsonaro– es de extrema derecha. su candidatura facilitaría el triunfo de Lula.
Por todos esos factores, Brasil es hoy el eslabón mas débil de la cadena neoliberal en América latina. Se decide el futuro de Brasil en los próximos 12 meses o incluso antes. O la derecha, de una u otra forma, se consolida en Brasil y se consolida, a la vez, el viraje conservador en la región. O Lula o el candidato que él apoye triunfa y Brasil retoma la dirección política y económica anterior, con las consiguientes consecuencias para América latina.
La combinación entre un gobierno extremadamente débil y una candidatura fuerte como la de Lula es lo que hace que la disputa en Brasil sea decisiva para el futuro del país y de toda América latina.
Lula se juega por entero en las Caravanas, que se han vuelto un gran instrumento de movilización popular y de formulación del programa de rescate del país. Cuanto más es atacado por los medios y por sectores del Poder Judicial, más aumenta la popularidad de Lula. Si fuese candidato, tendría grandes posibilidades de triunfar en primera vuelta. Puede ser que lo proscriban de ser candidato a la presidencia. En ese caso Lula hará de Gran Elector y escogerá a un candidato para el PT. De cualquier manera, el fortalecimiento del nombre de Lula es el fortalecimiento del proyecto que él ha representado y sigue representando en Brasil.