Carla y Gabriel, ambos realizadores de cabinas fotográficas, decidieron usar su saber para crear una calesita móvil que pueda girar por todos lados. Son de Lomas de Mirador, aunque tienen su taller en San Justo, dónde se inauguró la calesita por primera vez el 17 de junio pasado en un hermoso festival.
Gabriel es hijo de calesiteros, así que el oficio lo sigue desde pequeño. Su padre tuvo la primera y única calesita en San Francisco del Monte de Oro, San Luis. Luego se trasladó y la pusieron en Mataderos, en el parque Juan Bautista Alberdi, donde hoy atienden su hermana y su madre.
Pero el proyecto de ellos empezó a gestarse en sus cabezas en 2016, cuando se conocieron, ya que viajaban mucho. “Después tuvimos un nene y veíamos que en los pueblos en los cuales entrábamos con nuestro hijo no había calesitas. Obviamente que había varias cuestiones. Una era porque eran lugares chicos y no era rentable, la otra era por un tema de costos, una calesita es algo bastante caro de mantener”. Fue entonces que apareció con claridad la idea de hacer una estructura portable. Se dieron cuenta de que era imposible construirla solos y ahí fue cuando decidieron comentarlo en sus grupos de amigos y fundar con los que se entusiasmaron una ONG. Hoy en día son seis, tres hombres y tres mujeres.
También decidieron llamar a muchos artistas para intervenir la carrocería. Participaron más de cincuenta pintando caballos, cenefas, escudos, paneles. “Nos parecía interesante además de brindar el juego que también los chicos pudieran acceder a la experiencia artística de ver un montón de caballos intervenidos por pintores, grafiteros, tatuadores e ilustradores. La calesita tiene un contenido de aprendizaje bastante interesante, por ejemplo en las cenefas que es lo que la recubre por arriba para darle una terminación, tiene pintados todos paisajes de Argentina. Después en los escudos tiene animales que son especies vulnerables autóctonas o en peligro de extinción, y así en cada parte hay un significado y un por qué”.
Las calesitas están presentes en las ciudades, son parte del fondo y de la experiencia de muchas niñeces. Pero en los pueblos no es así “y no se trata incluso de las barreras de clases sociales, no es un problema ya ni siquiera económico. Porque vos podés vivir en un pueblo y no importa la clase que seas, si no hay una calesita no te podés subir porque no está ahí. Lo que hace que sea más valioso. De hecho, pasó en San Francisco cuando mi viejo puso la calesita que era súper apreciada y visitada por gente de otros lugares cercanos”.
En el pueblo todavía la recuerdan, comenta Gabriel, quien volvió a ir para que el mismo tornero que hizo la sortija de su padre, haga la del proyecto móvil. “Lo fuimos a buscar, lo encontramos y nos mostró una foto con mi viejo de hace muchísimos años atrás. De hecho volvió a tornear la misma madera de aquel entonces que es caldén, una pera muy similar a la que había tenido la primera calesita que tuvo mi viejo, allá por los años 90. Así que fue muy emotivo porque si bien es una pieza que la puede tornear cualquier tornero de madera, que la haya hecho la misma persona simbólicamente representa para nosotros, una cuestión sentimental muy importante, ¿no?”
Financiamiento
El proyecto se financió enteramente con los ahorros de la pareja, “cosas que decidimos no hacer o cosas en las cuales decimos no gastar, como irnos de viaje, de vacaciones o tal vez cambiar el auto, y ahorramos.” Agrega Gabriel.
Cuando lograron desarrollar la primera parte del proyecto, recibieron plata de personas que quisieron ayudarlos comprando materiales, por ejemplo. Para la construcción, afirman que se acercaron más de cien voluntarios, “fue una construcción comunitaria, si bien principalmente el proyecto lo dirigimos Carla y yo, después sí hubo mucha participación. Todavía estamos buscando sponsors, marcas que quieran aparecer en el vallado perimetral que nos ayuden a financiar los viajes”. Actualmente, en sus redes sociales @lacalesitaentupueblo tienen disponible merchandising y reciben donaciones y propuestas
El proyecto no lo realizaron con una finalidad económica. Pero hoy en día, todo el dinero que tenían ya lo invirtieron. Su deseo es poder viajar, conocer lugares nuevos y llevarles alegría a un montón de chicas y chicos. “Queremos darles a muchas infancias la oportunidad de tener un momento de felicidad distinto.”
Cómo acceder
La logística de la calesita necesita de seis personas y un vehículo, una 4x4 que permita trasladar el peso del trailer. La calesita tiene un gran volumen, aunque no es pesada, afirma Gabriel. “A la hora de planificar una gira, es un trabajo que hay que hacer en conjunto con la comunidad, si es que el objetivo es que funcione de manera gratuita, por ejemplo en la plaza de un pueblo. También existe la posibilidad de alquilarla de manera privada. Pero no es nuestro principal objetivo. Cuando nos contactan tienen que saber que lo ideal es que llegue a muchas personas. No le vemos tanto sentido a ponerla a funcionar en un jardín, para treinta, cuarenta chicos, porque la realidad es que acá hubo una inversión muy grande y también hay una inversión actual de tiempo muy grande y de personas, entonces la idea es poder llegar a la mayor cantidad de gente posible a la hora de hacer un traslado, y por eso decidimos movernos más que nada como a lugares donde sea distinto el impacto. Ir a un lugar y que puedan subir en una jornada de seis horas unos mil chicos digamos”.
Ellos desean que la calesita llegue a todos lados y en especial a quienes menos acceso tienen. Por eso buscan generar contacto con distintas municipalidades y organizaciones sociales.
Gabriel afirma que si bien hoy en día, la competencia con las pantallas y los juegos virtuales existe, la calesita sigue representando un momento lúdico que es único y no hay otra forma de emularlo. Eso lo comprobaron con creces cuando inauguraron en San Justo hace unos días. “Pudimos ver la sorpresa de todos los chicos y chicas en la inauguración y realmente fue increíble. Ahí es donde te das cuenta de que vale la pena ver las caritas de ilusión de todos cuando están por subir, cuando agarran la sortija, cuando están haciendo la fila, la ansiedad. Nos etiquetaron en muchas fotos y las vemos y realmente es emocionante”.