No siempre se tiene la suerte de ser elegido para participar en una película, dado que son múltiples cuestiones las que se evalúan. El caso del actor uruguayo Alfonso Tort, entonces, vale por dos. Con diferencia de una semana estrenará dos películas que lo tienen como protagonista: Naufragios, de Vanina Spataro (estrena este jueves 27), y La ruptura, de Marina Glezer (estrena el jueves 4 de julio). Ambas son óperas primas de cineastas mujeres. Tort es un actor muy reconocido en su país que trabajó en algunas películas del cine argentino. Una de las más recientes fue Un pájaro azul, de Ariel Rotter, en la que Tort y Julieta Zylberberg componen una pareja en busca de su primer hijo, hasta que una tercera arruina las cosas. El “Marmota Chico” en 25 Watts, y Eleuterio Fernández Huidobro en La noche de 12 años -dos películas uruguayas muy distintas- también fue parte del universo de El reino, la serie de Marcelo Piñeyro y Claudia Piñeiro que puso el foco en la relación entre un pastor perverso y el poder político.

Cuando se le comenta que en ambos casos fue dirigido por cineastas debutantes detrás de cámaras, Tort dice: "Sí, y dos mujeres, y eso tiene que ver con una cinematografía argentina que es cada vez más diversa. Eso me entusiasmó: ambos proyectos, con encares muy distintos, con directoras y generaciones distintas con temáticas diferentes". En ese sentido, le pareció que era interesante sumarse a ambos proyectos. "En el caso de Vanina me gustaba algo de un personaje que iba a hacer, en un principio, y después cambié a otro. Y en el caso de la película La ruptura, Marina tenía un punto de vista muy claro del lugar donde se filmó, ya que ella veraneó toda su vida ahí. Era algo muy personal, una ópera prima con algo muy de ella que quería contar. Y en La ruptura se sumó Arauco Hernández Holz, que es el director de fotografía. También hace tutorías de guión. Es uruguayo, lo conozco, hemos trabajado juntos y somos de la misma generación. Lo considero un talento y me parecía que le iba a aportar a Marina parte de su trayectoria en el guión", explica Tort.

Naufragios transcurre en una idílica playa de Uruguay, La Pedrera, en un otoño en el que va cayendo la luz y el sol aún broncea la cara de Maite, una joven bonaerense (Sofía Palomino) que llega a instalarse en la antigua casa de su tía para alejarse de los demonios de un desamor. Sus vecinos son tan variopintos como adorables: el guardavida de la playa, un veinteañero musculoso y adorable (Lautaro Bettoni), una médica retirada entrada en años y en carnes que es pura libertad (Maiamar Abrodos), el pintor (Stort) y su amante, Adriana (Romina Peluffo). 

-Ibas a hacer al marinero y terminaste haciendo al pintor. ¿Cómo trabajaste la composición del personaje?

-No me acuerdo bien cómo se dio el cambio, pero Vanina (Spataro) estaba decidiendo el elenco. Me quedé con la impresión de que me gustaba hacer el marinero, pero después vieron otra cosa. No sé si hubo un cambio o se bajó un actor, no sé qué pasó. El pintor también era interesante de hacer. Pero para mí esa película representa otras cosas, también.

El actor encarna al pintor del film Naufragios.

-¿Como cuáles?

-Fue una película que filmé una semana después que se murió mi padre. Entonces, fue un rodaje de viaje intenso, personal. Fue un laburo que no debería haber hecho, en un punto. Parece que uno no se permite los tiempos para vivir algo personal en vez del trabajo. Entonces, fue algo que fui descubriendo durante el rodaje: qué estaba haciendo. Pero hubo cosas que me ayudaron indirectamente. Me quedé en la casa del personaje. Era una casa que quedaba sobre la playa, una locación real, alquilada. Se filmaba ahí, pero después todo el equipo y el elenco iban a una posada, pero yo me acuerdo que pedí quedarme ahí, donde no había internet ni nada. Entonces, después del rodaje -que son intensos de por sí, con mucha gente pensando-, estaba descansado. Necesitaba un poco descansar la mente y estar solo. Mal o bien, eso indirectamente es la vida del pintor de esa historia: un veterano, un personaje que podemos ver.

-¿Crees que el título de la película tiene que ver con las angustias emocionales de los personajes?

-Creo que eso es una búsqueda de Vanina. Fue haciendo la película y también en la edición se fue dando cuenta de qué película empezó a surgir. Es una película difícil para ser una opera prima y para elegir, esto de llevar varios personajes a un pueblo a la vez. Construir una ficción de un pueblo es difícil. Y creo que Vanina se juega más a lo emocional. Está bueno. Los personajes tienen algo de eso.

-“La búsqueda creativa de soluciones a problemas inventados, la exageración, el engaño, la amistad, el amor, son los temas del film”, dijo la directora. ¿Coincidís?

-Sí. Cuando ves la película, está la visión de que en un grupo humano chico aparece todo eso que ella nombró. Y en el rodaje eso estuvo también como hipótesis de obra. Es lo que se hablaba de qué hacer, qué componer y de qué filmar. Desde la concepción del guión también estaba esa idea, estos conceptos que ella tiraba.

Respecto de La ruptura, a Tort le interesaba ver a Marina Glezer como directora: "Es una actriz que ha hecho muchas películas argentinas y algunas muy emblemáticas. Hace unos años, ella había hecho varios cortos, venía en un proceso de querer dirigir una película. Es un film muy personal. Hay algo de conocer mucho el territorio de donde se iba a filmar. Marina veraneó y sigue veraneando en Cabo Polonio. Y Vanina Spataro veraneó en La Pedrera. Ambas directoras hicieronn casi en el mismo año películas que hablan de un imaginario en una etapa de sus vidas y en una playa", cuenta Tort.

En La ruptura, Julia (Catalina Silva) protagoniza junto a Pablo (Tort) una historia de dudas y conflicto que acarrea el decir adiós a una relación de manera unilateral. Una relación y un pueblo, que se han constituido y construido en base al amor, y hoy por hoy también a la Julia que decide irse definitivamente. El pueblo costero está en manifestación y organización permanente contra aquellos negocios que quieren comercializar la vida y la vivienda. Debido a la protesta, no entran ni salen camiones, pero cuando Julia encuentra el modo de irse, salta hacia la arena y vuelve a Pablo. ¿Es el apego el que no le permite avanzar? 

La ruptura es "una película de vínculo amoroso" para el actor.

-¿La definirías como una historia de conflicto amoroso?

-De vínculo amoroso. Paralelamente está lo de las casas que marcan. En esta película hay como dos historias paralelas: el vínculo amoroso entre la protagonista y su pareja, y por otro lado, la historia del pueblo, que es muy verídica y que pasa en Cabo Polonio, que se marcan casas, y se tiran porque están en zonas que no está permitido, o que son ilegales. Por otro lado, hay una cosa de conservar el lugar. Es muy singular Cabo Polonio

-¿Crees que el título alude no solamente a una cuestión amorosa sino también edilicia?

-Sí, es una metáfora. Y Pablo empieza a romper su propia casa: antes que la tiren otros, empieza a tirarla él. Agarra un martillo y empieza a darle a la pared. Creo que la ruptura vale en ambos. Es una síntesis de las dos historias que corren.

-“Voy a inmortalizar lo que es el amor escapando a tiempos neoliberales”, dijo Marina Glezer. ¿Vos cómo lo ves?

-Es compleja esa frase para interpretar. Hay hasta una postura política desde dónde. Inmortalizar es romántico, como que es algo para siempre. Es interesante estar en el amor, en el presente también. Ahora más que nunca, estar en el amor. Así como a veces puedo decir que odio al ser humano, se puede estar en el odio pero desde el amor, como una cosa contenida. Pero concuerdo con el amor siempre.

-¿Crees que la película reflexiona no solo sobre el amor individual sino también la importancia de lo colectivo para defender y sostener una lucha?

-Sí, eso está muy marcado. Y a Marina le interesaba dirigir desde ahí. Hay una cuestión de Marina muy politizada, en el mejor sentido de la palabra, de ficcionar algo y de este grupo que quiere ir por una causa.

-Cada vez se te ve con mayor frecuencia en el cine argentino. ¿Seguís pensando vivir en Uruguay o planeás mudarte a Buenos Aires como hicieron otros colegas tuyos?

-Viví en la Argentina después de Cromañón y fue un año muy difícil. Nunca me adapté mucho a Buenos Aires. Ahora lo disfruto mucho más yendo a trabajar. O estos años lo disfruté, porque ahora obviamente está todo muy complicado, pero estos años que fui, los disfruté desde otro lado. Esta cosa de dividir me gusta. Prefiero vivir en Montevideo e ir a trabajar allá. Ya viví en Buenos Aires y no me adapté. No me adapto a una ciudad tan grande. Me parece una locura Buenos Aires.

-¿Qué puertas te abrió trabajar en La noche de 12 años?

-Bastantes, pero algunas películas que también me han salido no fueron por esa película. Te diría que, a veces, fue por películas más chicas, como Las olas, de Adrián Biniez, que es argentino, pero vive en Uruguay. Ariel Rotter había visto Las olas y le pareció que era buen actor para hacer Un pájaro azul. Con mi mejor amigo de allá, Augusto González Polo, un realizador de Misiones, hice dos películas. Una de ellas fue su primer largo: Capital (todo el mundo va a Buenos Aires). Con él fue con casting. Han sido diversas las posibilidades. No sé si La noche de 12 años me abrió más puertas. Obviamente que sí más del lado mainstream, como cuando hice El reino.

-Capaz que te da más visibilidad en el exterior...

-Sí, exacto. En Buenos Aires, la gente que le gusta hacer cine independiente va por otro lado. Capaz que alguien la vio. No es que la gente del cine independiente no vea otro cine.

-¿Cómo vivís todo lo que pasa con la nueva película de Celina Murga, El aroma del pasto recién cortado, en la que también participás, y que cuenta nuevamente con el apoyo de Martin Scorsese?

-Bien. Todavía no la vi, pero todo lo que se genera alrededor es parte de la venta, la distribución, con una figura como Scorsese que ya había acompañado a Celina hace años. Hace como diez años que acompaña a Celina. No digo que todo lo que haga Celi esté asesorado por Scorsese, pero acá se dio de nuevo y se ve que se aprecian como realizadores. Todos eso es muy lindo. También es otra película que habla de parejas, de la generación de los de 40. Evidentemente, yo también quería hablar de mi generación, de los problemas del vínculo amoroso. La película de Celina también habla de nuestra generación, de la pareja heterosexual, de la familia, de esa estructura. Un pájaro azul también habla un poco de esta estructura, más indirectamente con un caso más singular, que es el problema de no tener hijos, pero también está toda la parte amorosa. Y la de Celi también. Ella es una gran directora. Me encanta que la película haya ganado el premio a Mejor Guión en el Festival de Tribeca. Habla mucho de su trabajo y de lo buena guionista que es. No es menor el premio que ganó en Tribeca. Es un reconocimiento al esfuerzo de escribir. Y escribir lleva mucho tiempo.

-Después de la experiencia de haber trabajado en El reino, ¿qué opinás sobre los vínculos entre religiosos y políticos?

-Son una combinación horrible. El reino ya estaba hablando de algo que se viene viendo, ¿no? No toda la religión se mete en política, pero en la Argentina, en Brasil, sí, y mucho. Y en épocas oscuras, ni hablar. Estuvo bien que El reino haya salido en ese momento a hablar de nuevo. Y estuvo bien que la gente se haya ofendido, que se haya debatido. El tema es debatir por qué la política y la religión tienen que estar juntas, o de qué manera tienen que estar juntas.

-Estás filmando Barrabrava en Uruguay. ¿Cómo te ves?

-Hago de un intendente garca. Está bueno hacer de intendente garca (risas).

-Está bueno de hacer pero no ser...

 

-¡Obvio! Si es por jugar, juego. Es mi laburo "hacer de". Y me pagan. Ahora, no me pidas que sea… (risas).