La Biblioteca Popular Juventud Moderna está en la Diagonal Pueyrredon, la avenida de los tilos, un lugar emblemático de Mar del Plata. Fue la primera biblioteca, fundada en 1911, y por décadas generó un sitio de genuina participación social, orientado hacia la educación de los hijos del pueblo.

Cientos de obreros y artesanos, europeos y criollos, levantaron las casas de la oligarquía en los inicios del siglo XX. Los mismos construyeron anónimamente, en su tiempo libre, el edificio de tres pisos y el teatro de planta baja, pensado para generar el ingreso necesario para mantener  toda la estructura. Al Estado no sólo no se le pedía nada sino que, como solo debía esperarse represión de la burguesía que lo detentaba, se lo combatía. No para propiciar el libre mercado, como ahora, sino para socializar los medios de producción y abolir la mismísima propiedad privada, fuente de todos los males capitalistas.

Cuentan que la biblioteca fue administrada por los socialistas, y trabajada en el día a día por los anarquistas. Albergó durante décadas al Teatro Diagonal, donde actuaron elencos de primerísima línea y donde tocaron los músicos más importantes de nuestro país, como Piazzolla. Hasta que la causa política se fue diluyendo, dictaduras y olvidos mediante, mientras los poderosos nos fueron convenciendo de que la revolución no sería posible y que es mucho más provechoso adaptarse lo más pasivamente que se pueda.

La biblioteca empezó su declive en los noventa. Fue decayendo hasta que un grupo de jóvenes la reactivó plenamente a partir del 2018. “Nosotros somos custodios de una llama originaria, nacida del romanticismo y de una puja política, y ahora chocamos contra el mundo neoliberal. Sentimos que este lugar es como un templo pagano, porque de religión nada de nada, pero sí tenemos una historia muy rica. Pude conocer personalmente a algunos de los viejos anarquistas que la sostenían como podían. Cuando asumimos, de a poco fuimos incorporando mobiliario y actualmente estamos logrando hacer algunas mejoras en el edificio. No nos quedamos solo en el pasado, no tenemos por qué ser un espacio para viejos. Luchamos contra el 'fijismo', posibilitando nuevas construcciones, abriéndonos a los intereses de los más jóvenes”.

“No es nuestra, es de todos”, dice el entrevistado anónimo por elección propia. Y amplía: “Desde 2010 albergamos un bachillerato popular, que en los últimos años se amplió con el programa FINES, posibilitando que muchos adultos concluyan sus estudios secundarios interrumpidos en su momento. Ahora tenemos doce comisiones en los tres turnos. A la biblioteca, a la mañana vienen personas en situación de calle a tomarse un tecito y a leer el diario, vienen estudiantes universitarios a la sala de lectura porque está cerrada de hace más de una año la biblioteca municipal, que no es tan pública. Tenemos diversos talleres, de tango, de autodefensa y acondicionamiento físico, de artes, destinado a personas con padecimiento mental. Como te darás cuenta, se contiene y se acompaña. Muchos egresados del FINES regresan y se suman a organizar actividades y le dan vida al lugar, se sienten parte de algo. Porque más allá de los libros, hay una mística, muchos vienen simplemente a estar. Hemos crecido mucho, cerca de doscientas personas pasan por acá cada día”.

“La pandemia nos golpeó, pero vamos resurgiendo. Ya estamos volviendo a tener recitales, una vez por mes vienen bandas del rock under de la ciudad, y se llena de pibes. Cada tanto, los domingos se organiza alguna milonga”. Tango y rock se combinan sintetizando las distintas épocas, entremezclando culturas y personas diversas. Libros, música e ideas encarnadas en cuerpos y afectaciones colectivas convierten a la biblioteca en un lugar único.

“Hace unos años nos incorporamos a la Comisión Nacional de Bibliotecas Populares, que se articulaba desde el Estado. Eso es una diferencia con los fundadores. Pero eso fue lo que nos permitió acceder a subsidios, y pudimos actualizar nuestro catálogo de libros. Actualmente, eso se está derrumbando por la desinversión en políticas culturales del gobierno nacional, pero buscamos sostenerla con el aporte de la provincia a través de Identidades Bonaerenses, hemos recibido decenas de libros de escritores actuales con excelentes ediciones. Todo eso se suma a nuestro tradicional archivo histórico con los diarios de la ciudad y de manuales escolares, a los clásicos de literatura universal y a la más completa colección de obras anarquistas, socialistas y comunistas de la zona. Suelen venir investigadores a bucear en este acervo cultural invaluable. Esperamos digitalizarlo algún día, porque es un auténtico patrimonio marplatense, y más allá también”, nos relata.

El puro presente nunca es solo eso. Aunque hoy en día haya muchos cultores del momento sin ancla ni catapulta, ya sabemos que la búsqueda de lo efímero no solo no trasciende, sino que arma vacío. Y si bien los fundadores socialistas y anarquistas hoy son fantasmas que recorren nuestras calles, y sus identidades políticas han sido travestidas y profanadas, no dejan de producir sentidos, como lo demuestra esta biblioteca, más popular, más joven y más “moderna” que nunca, más allá del significado de esa palabra en la época que nos toca vivir. 

El nuevo anónimo concluye: “Queremos que permanezca el carácter autogestionado con el cual se inició, en eso nunca transaremos. Y lo más satisfactorio es cuando vemos que en nuestras redes sociales, alguno de los pibes dice: “nos vemos en casa”. Ahí sentimos que vamos en el sentido correcto, que la biblioteca sigue siendo un espacio de encuentro, una auténtica casa de ideas, y que generará las nuevas utopías para construir un mundo mejor”.