“En el último tiempo empezamos a ver cada vez más luciérnagas en el barrio”, dice Betina Zubeldía. No se refiere a los bichitos de luz que pululan en el verano litoraleño, sino a los pibes que en medio de la noche encienden sus pipas para fumar crack, una droga hecha con residuos de cocaína, que crece al ritmo de la pobreza y la marginación. Preside la asociación Madres Territoriales contra las Adicciones, una de las organizaciones presente en la nueva edición de la marcha “Ni un pibe menos por la droga” que se realizó este miércoles en la ciudad. Este año, el lema de la convocatoria fue “Rosario, cuna de redes”, con el objetivo de visibilizar el trabajo silencioso de todas las organizaciones que trabajan el abordaje de consumos problemáticos en la ciudad. El mensaje también es una interpelación al Estado y a la sociedad en su conjunto, que busca llamar la atención sobre una problemática que viene en ascenso y encuentra su cara más cruda en los barrios más vulnerables de Rosario.

Las organizaciones concentraron a las 14.30 en Plaza Montenegro y media hora después comenzó el recorrido hacia el Monumento Nacional a la Bandera. Allí se leyó un documento elaborado entre los distintos participantes, donde se exigió al Estado políticas de prevención, contención y reinserción de los jóvenes con consumos problemáticos de drogas. En ese sentido, también manifestaron su preocupación por la falta de herramientas estatales que den respuestas al impacto de estas situaciones entre los sectores de bajos recursos. La tradicional marcha se realiza todos los 26 de junio en sintonía con el Día Internacional de la Lucha contra el Uso Indebido y el Tráfico Ilícito de Drogas.

Madres Territoriales surgió hace 15 años en Rosario y hoy tiene presencia en distintas provincias de la Argentina como Buenos Aires, Catamarca, Jujuy y Córdoba, entre otras. Para Zubeldía, la pandemia significó “un antes y un después” respecto a la problemática de adicciones. “Los consumos viraron y cambiaron. Ahora vemos mucho consumo de crack, que es una cocaína estirada a la que se le agregan otras cosas. Se las fuma y eso causa mucho daño, tanto a nivel cerebral, como físico”, explicó y agregó: “Estamos luchando contra eso. Hay muchos chicos que tienen problemas pulmonares, tenemos chicos con la garganta destrozada por la virulana que le ponen”.

Ante ese escenario, la dirigente sostuvo que el trabajo en red con otras organizaciones es la mejor manera de encontrar respuestas, tanto para sus hijos, como para las miles de personas a lo largo y ancho del país que se encuentran en la misma situación: “Trabajamos para alivianar las situaciones de los pibes y las pibas que están pasando por estos consumos tan salvajes. Queremos desmitificar eso de que se drogan porque andan en algo, como solemos escuchar. Creo que empezamos a entender que esto es una enfermedad y debemos enfocarnos en el abordaje de estas adicciones”.

De la jornada también participó la agrupación Red Puentes, un espacio de abordaje comunitario para mujeres y diversidades, ubicada en barrio Las Flores. Su coordinadora, Marisa Muñoz, resaltó que la importancia de la jornada pasa por visibilizar la problemática de consumo en la ciudad, pero también el largo recorrido que tienen las organizaciones de Rosario en el acompañamiento de los jóvenes y adolescentes que atraviesan esas problemáticas. “En este momento, donde estamos desfinanciados y el gobierno nos saca recursos para trabajar en los barrios, mostramos que estamos más unidos que nunca”, remarcó.

En una misma línea se pronunció Celeste Fernández, de la organización Vientos de Libertad. Se trata de una rama del Movimiento de Trabajadores Excluidos (MTE) que realiza tareas de acompañamiento a los y las jóvenes de los barrios que están inmersas en situaciones de consumo problemático y adicciones. “Estamos viendo una situación de crisis”, describió. “Así como la gente vive día a día las consecuencias violentas del narcotráfico, hay un montón de otras cuestiones que impactan en nuestras barriadas populares, que tienen que ver con el desmembramiento profundo de los lazos comunitarios y las redes que dan sostén”, añadió. 

Fernández también puso el foco en el tipo de consumo, que se fue transformando en los últimos años: “La droga que consumen los pibes en Rosario es altamente tóxica, es un desecho que se fuma mezclado con otras cosas, y que genera unos niveles de deterioro físico, emocional, subjetivo, que son muy profundos. Nos parece que estamos en un momento de crisis, donde es necesario que el Estado lo declare de esa forma y que pueda poner todos los recursos a disposición para sostener las redes que ya venimos trabajando, pero también para crear nuevas”.

Un Estado más presente

La jornada también estuvo impulsada por organizaciones religiosas de la ciudad: la Comunidad Padre Misericordioso y la Familia Grande del Hogar de Cristo de Rosario. El padre Fabián Belay, que acompañó la cabecera de la marcha, manifestó su preocupación por la gravedad que implica el tema adicciones. “Los chicos empiezan a consumir a más temprana edad. Lo que están consumiendo está dejando consecuencias en lo cognitivo, en lo neurológico, porque lo que se consume es veneno prácticamente”, lamentó. 

No obstante, si bien resaltó que en los barrios más vulnerables las situaciones son más complejas, sostuvo que la problemática abarca a los distintos estratos sociales. “Acá no hay diferencia socioeconómica, ni tampoco cultural, porque el consumo está presente en todos lados”, expresó y agregó: “Después de la pandemia esto se agravó. Y si no construimos una red de contención, prevención y acompañamiento, si no tenemos qué ofrecerle a los niños y adolescentes, se terminan imponiendo esa otra red de bandas ligadas al crimen, que sí está organizada y que sí llega a ellos con recursos”.

Por su parte, Eduardo Del Monte, de la Corriente Clasista y Combativa (CCC) señaló que las organizaciones sociales ven de cerca el impacto de los consumos problemáticos en los barrios y reclamó respuestas por parte de los distintos gobiernos. “La droga está matando a los pibes, pero también los mata el abandono del Estado que no les da a los pibes perspectiva de futuro”, evaluó. “Para eso necesitamos terminar con la marginalidad y que los pibes tengan la posibilidad de laburar y estudiar. Hoy la cuarta parte de la población está excluida y esas familias son presa fácil de la delincuencia”, añadió.

 

Por último, el dirigente social consideró que la situación “se agravó muchísimo” desde la asunción del nuevo gobierno nacional: “En vez de traer soluciones sociales se ha cortado toda la ayuda alimentaria y se han congelado los programas de trabajo. Cada vez es más difícil para una familia mandar los pibes a la escuela y la gente vive en condiciones indignas. Se ha agravado mucho la situación y lo que vemos es un Estado que mira para otro lado”.