Y entonces abriremos el libro en cualquier página y lo sabremos: escribir es su pasión y su paciencia. Disidencias leves, la antología poética que hay que tener a mano para recitar en voz alta hasta que los versos se conviertan en memoria, es una selección que recorre los libros que Ida Vitale (Montevideo, 1923) publicó durante más de setenta años.
Ahí están a dos puntas “La noche, está morada”, el primer verso de su libro La luz de esa memoria de 1949 y “en los fuegos del día preparando su lumbre”, el último verso de un soneto que se cuela al final con otros poemas y detrás de Tiempo de claves, su libro de 2021. ¿Y en el medio? En el medio, un cordel de versos de sus otros libros y la mirada aviesa de una poeta que promete la misión que deberá cumplir: devolverles a las palabras ese don de vaivén que comparten con el mar y con el sueño.
Imaginación submarina “mares de la mente, tan provisorios como los reales” con versos que salen a la superficie a clarear repeticiones incansables e impaciencias: “¿Qué aguardo junto a esta puerta a la que nadie va a llamar?”. Un mar de flechas, de acertijos sin resolver, intrusiones del fastidio, individualidad que prefiere ser comunidad y subrutinas: “Amanecimos mal, el día y yo”. Seda hasta el borde con el signo de las flores de la infancia: heliotropos, cinerarias, felpillas y con el filo del pico de un estornino o con la punta cónica de un gorrión: las formas y el borde y sobre el borde, el vaivén.
En cualquiera de las páginas de Disidencias leves (en todas) y guiadas por la celebración verbal y la pesquisa (la pesquisa siempre) encontraremos las variaciones de lo que Ida salió a buscar, el postigo revelador. Tanto si es cierto que el alma se congratula y agradece las batallas que con otra alma tuvo cuerpo a cuerpo, como si el día sin rastro se puebla de ortigas y hormigas para inventar obstáculos, los versos de Ida Vitale, la precisión de su forma, le dan sentido a la búsqueda y al modo en que buscamos para desorientarnos cuando todo se ordena: “Después de los ochenta, /rechazarás el azafrán y el chile, /desde siempre las innobles sandías, / las mentiras del arte del falsario”. Busco un poema y encuentro otro, un sueño por suerte interminable: “Lo desvaído, /triste como/ la ausencia de tentaciones. /Lo fatigoso, /divisor como las tentaciones que sobreviven, / inevitables”.
Pensaba seguir la enumeración sin tregua de esta selección magnífica hecha para descifrar pliegues y ceremonias a disposición de la furia que suman los años como si fuera una brizna, pero pido permiso para un sobresalto: abra donde lo abra descubro en Disidencias leves el recuerdo recién inventado, ese que la memoria poética arma a su gusto.
Viaje de vuelta
Regresar es
volver a ocuparse
de devolver a la tierra
el polvo de los últimos meses,
recibir del mundo
el correo dormido
intentar saber
cuánto dura
una memoria de paloma
También
reconocerse
como una abeja más
que es para la colmena, apenas,
una unidad que zumba.
Eso, solo una abeja más,
muy prescindible.