“Sería terrible dejar de ser una industria y convertirnos en un decorado”, dice Vanessa Ragone, respecto de la aplicación del Régimen de Incentivo para las Grandes Inversiones, RIGI, en el cine argentino. El RIGI tiene innumerables beneficios para empresas extranjeras, pero no las obliga a contratar productos o servicios nacionales. Tampoco incentiva la producción de las empresas locales.

Oriunda de Santa Fe, Ragone, de 57 años, fue la productora de El secreto de sus ojos, ganadora del Oscar en 2010. Es responsable detrás de cámara de más de 40 series y filmes nacionales y estuvo hace pocos días exponiendo en el Senado. Como miembro de la Cámara de la Industria Cinematográfica y activa luchadora por los derechos de las mujeres y disidencias en el área audiovisual, asegura que “en nuestro cine la participación de mujeres en roles jerárquicos sigue siendo baja. No pasa de un 30% de directoras mujeres y un porcentaje casi inexistente de disidencias. Casi en ningún caso con acceso a presupuestos importantes. Desde muchas organizaciones se ha venido trabajando en la consigna 50/50, algo hoy muy lejano y casi imposible de lograr".

“Las mujeres y las disidencias son atacadas con los discursos de odio que hasta hace poco creíamos imposible que existieran, con lo cual ese horizonte de igualdad se ve lejano”, dice. “Ante las crisis políticas y económicas el ‘derrame’ hacia las mujeres y las disidencias es de violencia y aislamiento. Nos fuimos muy lejos de Cannes, de Meryl Streep y de Juliette Binoche. Estamos en una lucha por la supervivencia de nuestras historias, de nuestras miradas y de nuestras perspectivas. Es un retroceso impresionante”, señala.

Para Ragone, el gobierno puso a los sectores culturales y al cine, a las mujeres, disidencias, militantes por los derechos humanos, la ciencia, etc., en el centro de su ‘batalla cultural’. "Para su propuesta de gestión, su plan económico de ajuste, recesión y primarización de la economía no sumamos valor. No hay espacio para desarrollar industrias, ni bienes culturales, ni ampliación de derechos porque su modelo es la Argentina agrícola-ganadera de principios del siglo veinte. No tiene relevancia aprender cosas nuevas, ni disfrutar del arte, ni luchar por derechos humanos. El único rol de lxs ciudadanxs es trabajar y pagar impuestos sin horizontes, futuros más que vagas promesas de mejoras en 30 años", señala. 

Según Ragone, esta visión neoliberal se suma al viejo (y erróneo) reclamo de las ‘películas que no hacen espectadores’, idea falaz de que lo único que valida a un producto cultural es su consumo masivo. "No es así, el cine argentino tiene variedad de obras, todas valiosas y merecedoras de fomento estatal como en cualquier país del mundo. Algunas películas son éxitos comerciales, otras tienen un inmenso recorrido por festivales internacionales llevando nuestra "marca país",unas tienen ventas internacionales e ingresan divisas por derechos, otras se realizan para plataformas y hay documentales que recogen la memoria viva", reflexiona.

"Al igual que en España, por ejemplo, el Estado financia unas 150 películas por año, de las cuales hay quizá 10 que hacen un éxito de taquilla y las demás tienen diferentes destinos y su vida de ‘consumo’ perdura años. En este momento todas las plataformas internacionales están repletas de cine argentino producido en los 90, en los 2000 y vuelve a generar ingresos al país. El freno total a las políticas de fomento del INCAA pusieron al sector en crisis, impidiendo que se terminen proyectos “que se estuvieron desarrollando durante 2 o 3 años como mínimo, con inversiones propias, con compromisos de terceros, coproducciones, créditos tomados. Nos han convertido en un país insolvente como socio de cualquie proyecto, faltando a compromisos de co producción internacional, no llegando a presentar películas a festivales que las esperan”, perdiendo la preponderancia que tienen uestro cine en el mundo", observa.

"El INCAA debe tener una política clara y consistente de fomento, a través de planes que contemplen películas más industriales, películas más autorales, cortometrajes (la cantera de toda cinematografía), óperas primas, desarrollo de polos audiovisuales para federalizar la producción. Debe cumplir el mandato que tiene por ley que es sostener a laE scuela Nacional de Realización y Experimentación Cinematográfica y poner en funcionamiento a la Cinemateca (deuda enorme de todas las gestiones y gran riesgo de pérdida de nuestro cine histórico). A la vez, tiene que implementar una clara política de protección frente alas superproducciones de Hollywood. Debe ser el centro desde donde gravite el sector audiovisual, vincularse con sus pares en América Latina y el mundo, ser un organismo dinámico que recupere el vínculo del cine con el público y que coordine la vinculación con el cine mundial”, sostiene.