Toto Caputo no será “el Messi” pero sí un ilusionista de las finanzas. Su política económica, tanto durante la gestión Macri como la actual con Milei, tiene una matriz netamente financiera. Ello no sólo por la falta de relevancia que da al desempeño de los sectores productivos, el nivel de empleo o de ingresos reales de la población, sino porque el ABC de sus medidas es generar un esquema que asegure rentabilidad al ingreso de volátiles capitales financieros desde el exterior.
Ese flujo de capitales, reforzado por toda la deuda externa que sea capaz de tomar, provocan un incremento de las reservas y una valorización de la moneda local que, aunque endebles, generan la ilusión de una relativa bonanza económica obtenida como por arte de magia.
Subir mucho el dólar de entrada para después dar todas las certezas posibles de que se va a mover por debajo de la tasa de interés local, equivale a garantizar a los fondos financieros foráneos que pueden invertir en Argentina con elevadas ganancias aseguradas en dólares.
Ese truco implementado junto a Alfonso Prat-Gay en tiempos de Macri fue reforzado por una irresponsable toma de créditos externos que engordaron las reservas y dieron confianza a los especuladores internacionales para pasear en bicicleta por el mercado local.
Así estuvieron dos años disfrutando de la abundancia de dólares hasta que los bancos extranjeros cortaron las líneas de crédito y ello desató la estampida de los fondos especulativos de la economía local.
La historia posterior es conocida, el pedido de salvataje al FMI y la imposición del fondo de una política de libre flotación (que forzó la salida de Caputo por desobedecer), terminando en una brusca devaluación que duplicó los índices de inflación y le picó el boleto a la gestión de Macri en las siguientes elecciones.
Ya con Milei, el mago Caputo intentó de nuevo su truco, una brusca devaluación inicial seguida de un “tablita” de devaluaciones preanunciadas del 2 por ciento mensual, con tasas de interés que la superan (siendo negativas respecto a la inflación pero positivas en dólares). Pero esta vez no hubo posibilidad de conseguir grandes créditos, ya que todavía quedaba a pagar la deuda que había tomado en su gestión anterior.
Unos bonos a los importadores y a las hidroeléctricas sirvieron para sumar algunas reservas en un contexto de brutal recesión (que deprime el gasto de dólares por importaciones). Ello permitió que los operadores locales no se dolaricen bruscamente, pero no alcanzó a generar confianza en los fondos internacionales, que se abstuvieron de invertir en el país. Así, a sólo 7 meses de gestión, el agro retrasa la liquidación de la cosecha y corren los rumores de una nueva devaluación.
Ahí se anota nuevamente el FMI, que en su último documento técnico sugirió eliminar el “cepo” y modificar la política cambiaria. Una política de libre mercado cambiario que en Argentina suena a devaluación y que Federico Sturzenegger banca argumentando que la disciplina fiscal es suficiente para sostener el dólar sin una disparada. Una ilusión ideológica que puede terminar disparando las tasas de inflación, hiriendo de muerte al proyecto político libertario.