Hay novelas que no dan respiro por el escenario terrorífico que despliegan. Una niña de cinco años desaparece en condiciones misteriosas “en aquella época de balas, muertos, evaporados, detenidos, ejecutados a diario que a diario para los diarios eran abatidos durante enfrentamientos que jamás habían ocurrido”. Y que en la jerga los llamaban “caídos en combate”. El “Pampa” Bazán, subinspector de la Policía Federal, “un lobo solitario”, “un investigador con mirada propia”, deberá encontrar a la niña. Aunque está acostumbrado a meter la mano en la mierda, la incursión en el horror es peor de lo habitual. En La bala que llevo adentro, publicada por Bardos, el escritor y psiquiatra Gustavo Abrevaya explora el horror de una dictadura genocida que incinera “subversivos” en los basurales. El libro se presentará ese sábado a las 17 en el Centro Cultural de la Memoria Haroldo Conti. El autor estará acompañado por el escritor Luis Gusmán, autor del prólogo, el artista plástico Daniel Santoro, el escritor Raúl Argemí y la actriz María Fiorentino.

El terror, el clima persecutorio, aparece a lo largo de la novela. “Preferí tratar este tema desde un ángulo diferente. Entonces instalé una idea que atraviesa la novela, que es un basural donde van a parar lo que se llama ‘caídos en combate’, es decir los asesinados, en un crematorio que acaso nunca existió. Uno de los personajes está inspirado en alguien que yo conocí de cerca, que tuvo la mala fortuna de hacerse policía poco antes de la dictadura, alguien bondadoso y tibio, gran tipo, muy generoso, que estaba más para hacer música que para participar de ese horror. Y el trabajo que le tocó fue justamente lo que aparece en la novela que es cargar cadáveres en camiones y llevarlos a esos crematorios. Me consta lo de los camiones que manejó esta persona no así los espacios donde quemaban esos cadáveres”, plantea Abrevaya y agrega que otra novela, Chau, papá, del escritor argentino Juan Damonte (1945-2005), que recibió el Premio Hammett en 1996, fue “el empujón que necesité para avanzar yo también en algo que venía cocinando hacía mucho”.

El escenario de fondo de La bala que llevo adentro, que se publicará en Estados Unidos en 2025es el mundial de fútbol de 1978. “Durante la dictadura hubo dos momentos que deben ser leídos con serenidad. Uno de ellos fue una concentración en Plaza de Mayo para celebrar el triunfo de la selección. En el mundial se gritaban los goles a pocos metros de donde los detenidos desaparecidos gritaban por las torturas. Son dos gritos que coexistieron. Me parece una muestra de la esquizofrenia social en que vivimos y que hoy culmina con un presidente paranoico”, compara el escritor y psiquiatra. “El otro momento fue una concentración en Plaza de Mayo a raíz de la invasión en las Malvinas. Subrayo la palabra invasión. Lo que no quita lo justo del reclamo -aclara-. Fue el comienzo del otro gran genocidio de esa dictadura que mandó chicos de 18 años a guerrear con soldados expertos. Por no mencionar a los Gurkas, unos energúmenos que pasaron un batallón entero a degüello. Insisto con esto: chicos de 18 años con un mínimo de entrenamiento, peleando contra gente a la que nunca le iban a ganar”.

El escritor eligió relatar la historia desde el punto de vista de un policía de origen tehuelche, lo que le dio cierta marginalidad, “una capacidad de conservar la distancia del discurso demoledor que bajaba del poder”. “Bazán sabe bastante bien lo que está ocurriendo pero él decide hacer su trabajo siguiendo una ética profesional. De hecho es profesor en la academia de policía. Y me parece algo muy feliz haberlo diseñado de esta manera, un personaje que tiene metodologías que no son las habituales, una mirada de mosca, cubista, al decir de Daniel Santoro, que es quien acuñó esta descripción de la mirada de las moscas. Fue tan fascinante escucharlo desarrollar el concepto que decidí gestar este personaje siguiendo las líneas que él pensó”, cuenta Abrevaya (Buenos Aires, 1952), autor de El criadero (2003), con la que obtuvo el Premio Boris Spivacow y que fue elegida por The New York Times como una de las diez mejores novelas de terror editadas en Estados Unidos en 2023.

Abrevaya confiesa que le llevó años diseñar un policía que pudiera ser “heroico” y “creíble”. “En la Argentina la policía está siempre sospechada de corrupción, de violencia; no es un personaje confiable. Sin embargo en todos estos años de preguntarme cómo labrar un personaje querible y creíble fui topándome con gente que me hizo pensar”, reconoce el escritor y psiquiatra. “Un día llegó a mi consultorio un comisario retirado, al que habían echado de la fuerza durante el menemismo por arrestar al diputrucho. La anécdota que me contó fue que cuando se produce el evento donde este hombre genera un voto ilegal en el congreso él era el comisario de la comisaría del congreso. Algo que yo desconocía que existiera. Entonces procedió a detenerlo. Le puso las esposas, se lo estaba llevando y el recordado (Roberto) Dromi, lo cruzó y le dijo: ‘usted no puede arrestar a este hombre’. Este comisario le contestó que si podía hacerlo, que de hecho ya lo había arrestado y que se lo estaba llevando. Al día siguiente le llegó la orden de traslado a Comodoro Rivadavia, con lo cual este comisario se dio por aludido y pidió el pase a retiro”. Cuando empezó el tratamiento psiquiátrico, era un hombre depresivo que trabajaba investigando estafas a las compañías de seguro. “Al entrar a mi consultorio dijo: ‘tordo le quiero decir que yo no estuve en la joda’. Le pregunté de qué joda me hablaba y me dijo que él no había estado en la represión, aunque por edad estaba en la fuerza. Este hombre fue el inspector más joven de la historia de la policía Federal. Y fue un poderoso soporte para diseñar a Bazán”, confirma. El otro soporte para armarlo es un amigo del escritor, Gustavo Federico Bazán, “un súper intelectual que vive en Francia, de quien me vine a enterar que era descendiente de indios también, y a quien le pedí autorización para usar su nombre, cosa que le causó mucha gracia y que por supuesto aprobó”.

La bala que llevo adentro la escribió durante la pandemia. “No tenía horarios; eran las cuatro de la madrugada y yo estaba sentado escribiendo. La temática por definición me resulta desoladora, terrible, y creo que el título de la novela expresa muy bien eso. A diferencia de El criadero, acá quise entrar de un modo más brutal, si cabe. El criadero invita a pensar en estas cuestiones. Esta novela es ‘estas cuestiones’ -compara-. Como dijo (Francis Ford) Coppola en referencia a su película Apocalipsis Now, esto no es sobre Vietnam, esto es Vietnam”.