Transitamos la tercera década de un nuevo siglo en la historia de la humanidad. Uno de los aspectos más impactantes y novedosos de este tiempo es el poblacional. Durante el tiempo de Cristo, se calcula que la población mundial ascendía a unos 50 millones de habitantes. Mil años después, la población mundial creció 5 veces hasta llegar a 250 millones de habitantes. En el 1500, se duplicó a poco más de 450 millones. En 1800 alcanzó los mil millones y se volvió a duplicar a dos mil millones en el 1900. En 1950 se llegó a 2 mil quinientos y en la actualidad, la población mundial asciende a más de 8 mil millones de habitantes.
Esto significa que, en los últimos 100 años, la población del planeta se multiplicó por cuatro. La expansión poblacional que hace 2 mil años tardó un milenio, ahora se concreta en 100 años. Estamos ante uno de los más grandes desafíos que nos depara la historia: pensar en la sostenibilidad del planeta y sus habitantes con semejante cantidad de población, cuya velocidad de crecimiento no se vio hasta ahora.
Existen teorías que plantean un amesetamiento poblacional en 10 mil millones de habitantes para el inicio del Siglo XXII, comenzando un proceso de disminución poblacional cuyo final desconocemos. La cuestión poblacional debería ser materia prioritaria de cualquier agenda política, internacional, regional, nacional y local.
Desorganización
La tasa de natalidad, el acceso a alimentos saludables y a precios justos, el aprovechamiento de los recursos naturales, la energía, la tierra, el agua, la vida en comunidad, el rol de las ciudades, la ruralidad, el ambiente, las formas de vida en comunidad, deben ser parte sustancial de cualquier planificación seria pensando en el desarrollo de cualquier país del mundo.
Argentina no sólo no escapa a esta necesidad urgente de incluir temáticas de población en el debate público y político, sino que debería ser uno de los mayores interesados. Somos la octava extensión territorial, aunque nuestra población apenas llega a los 50 millones de habitantes. Argentina es el país del mundo con mayor cantidad de población en zonas urbanas respecto de las rurales, siendo única nuestra diversidad climática y productiva, como así también la buena convivencia entre nosotros y países hermanos, sin conflictos bélicos ni religiosos internos.
El 98 por ciento de los más de 2.300 municipios (o unidades territoriales similares) que existen en Argentina tienen menos de 100 mil habitantes cada uno. Sólo el 2 por ciento de los municipios acumulan casi el 40 por ciento de la población nacional, que además se ubica en una superficie territorial menor al 5 por ciento del total de nuestra extensión. Se suma una fuerte caída en la tasa de natalidad.
Desde Movimiento Arraigo estamos convencidos de que esta foto se explica por el permanente desarraigo desde el interior a los grandes núcleos urbanos, principalmente hacia el conurbano bonaerense. La inexistencia consolidada de políticas públicas con perspectiva federal, la ausencia cada vez mayor de oportunidades en el interior, la centralización o porteñización o conurbanización extrema de la política (desde actores, agenda, discursos, estética, escenografía, etc.), la consideración de la población más como un mercado electoral que como un pueblo diverso y arraigado en los distintos territorios que componen la Argentina, ha llevado a una desorganización y desconfiguración absoluta de lo que inicialmente acordamos como objetivos principales para la concreción de Argentina como proyecto de Nación.
Desintegración
El propio Movimiento Nacional Justicialista, el Peronismo, cuya mirada federal y territorial original es innegable, se ha terminado convirtiendo en un Partido Vecinalista del Conurbano junto a una Confederación de Partidos Provinciales donde cada uno intenta definir su destino en base a intereses que se encuentran muy lejos de la representación de un país integrado, soberano, libre, independiente, con desarrollo e inclusión.
No hay mayor injusticia social que ser un argentino de diferente categoría y oportunidades de acceso a derechos según el lugar donde se nace, se vive o se elige vivir, por condiciones relacionadas con cantidad de población o ubicación geográfica.
La desintegración y fragmentación es inminente. El centralismo economicista elaborado en sets de televisión o redes sociales, con esquemas enlatados o discursos rupturistas cortoplacistas basados en las divisiones, el odio y las agresiones, naturalmente se impone cada vez con más fuerza.
Las frustraciones sociales y la ruptura del contrato social son cada vez mayor cuanto más nos alejamos de las agendas cotidianas de quienes habitan nuestro suelo. La desconfianza en la política como solución a problemas estructurales de nuestras comunidades, el país en general y cada ciudadano en particular, se acrecienta y expande cada vez con mayor velocidad.
Planificación
Estamos convencidos que es tiempo de volver a la planificación estratégica en la que distribución poblacional e inversión pública para garantizar igualdad de condiciones en cada rincón de la Argentina, sea la inspiración y objetivo para transitar con seriedad el Siglo XXI.
Despoblar el interior es la explicación del crecimiento de la pobreza y la indigencia, del aumento de los conglomerados poblacionales donde inseguridad y violencia urbana forman parte de la convivencia cotidiana; de liberar la producción de alimentos, energía y minerales fuera del alcance de la mano de argentinos y argentinas.
No hay mejor Régimen de Incentivo a las Inversiones que una correcta política de arraigo y desarrollo de cada comunidad sin importar su ubicación geográfica ni cantidad de población, con programas de inversión pública y privada que garanticen condiciones dignas de vida en un plazo que no puede superar los 30 años, dividido en módulos de tres décadas de avances concretos.
Educación, salud, acceso a la justicia, políticas de género y diversidad, culturas, cuidado del medio ambiente y sostenibilidad, aprovechamiento de nuestra ruralidad para producir alimentos saludables para el consumo humano en cada región incorporando sus características climáticas y productivas, comercio de cercanía, transporte, acceso justo a la tierra y la vivienda para vivir y producir y conectividad plena.
Nuevas Universidades con carreras adaptadas al potencial de cada zona, renovación y modernización de los modelos educativos locales, infraestructura urbana y rural básica garantizada, son apenas algunos títulos de lo que entendemos debe ser la nueva agenda de debate y participación. No deben ser pensados y ejecutados desde los círculos tradicionales del poder sino desplegados como nunca antes en cada comunidad de la Patria, con involucramiento de sus distintos sectores y referentes.
Una nueva distribución de roles deviene imprescindible. El modelo de hiper concentración de poder en manos de un presidente y su gabinete, con asiento en palacios capitalinos desde donde se resuelve desde la geopolítica más aguda a la financiación del cordón cuneta de un barrio en el Chaco Salteño debe dar lugar a una coordinación plena y federal entre Nación, Provincias y Municipios, cada uno con capacidad absoluta y financiera para atender y dar respuestas a sus roles y funciones.
Liderar un proyecto nacional requiere condiciones para persuadir a los distintos actores y referentes de la vida pública y social a través de las buenas ideas, la capacidad, creatividad, inteligencia y generosidad. El modelo del látigo y la billetera se debe ir desterrando, como quien se desangra.
Arraigo, hacia un federalismo del Siglo XXI.
*Movimiento Arraigo