El 1 de julio fue y será, para siempre, un día significativo para los trabajadores y los desclasados de la Argentina toda. Se cumplen 50 años de la muerte de Perón y el movimiento popular, entero, sintió que ese día fatídico del 1974 lo empezaba a cruzar la tragedia. Había perdido al hombre que fundó el movimiento político más importante de nuestra historia. Se había ido el líder que llamaba a la unidad de los argentinos. Ese viejo que predicó sin titubeos ni eufemismos, solidaridad y justicia social.
Y es esa misma gente la que intenta a destajo -con fuerza y día a día- que ese vacío de la ausencia no sea ganado por la falta de esperanzas y la obscena pérdida de derechos que tanto costó conseguir. Son los trabajadores el legado principal, los que hoy de pie y sin miedos reiteran su compromiso de lucha por un hoy más equitativo. Por un futuro de esperanza.
En este aniversario, el vacío dejado por Perón se manifiesta palpable en la cotidianidad de todos y todas que añoran su liderazgo visionario y su compromiso rabioso con los que más lo necesitan. Su legado perdura como un recordatorio: aunque sean tiempos difíciles sólo la fuerza de los trabajadores podrán construir una Argentina justa, libre y solidaria. Como soñamos. Como la peleamos. Como merecemos.