Desde París

Este domingo hay elecciones legislativas en Francia y Agrupamiento Nacional, la fuerza política que preside la ultraderechista Marine Le Pen es favorita para alzarse con la mayoría parlamentaria en todas las encuestas con una intención de voto que ronda el 35%, seguida a unos cinco puntos por el frente izquierdista Nuevo Frente Popular (NFP) , mientras que el oficialista Renacimiento aparece tercero con alrededor del 20% del voto. 

De concretarse en la urnas este escenario impondría al presidente Emmanuel Macron un primer ministro de la extrema derecha, que muy probablemente sería el joven Jordán Bardella, de 29 años. Con lo cual se viviría en Francia lo que llaman cohabitación, es decir, la convivencia en el gobierno de dos fuerzas políticas diferentes, una representada por el presidente  Macron y la otra por el primer ministro Bardella.

Después de la catástrofe

El 9 de junio pasado se celebraron las elecciones para diputados que irán al parlamento europeo. El resultado para el partido político de Macron fue catastrófico. La extrema derecha, Agrupamiento Nacional, se ubicó en primer lugar y duplicó los votos del oficialismo. La respuesta ante este nuevo panorama político fue la decisión imprevista del presidente Macron de disolver la Asamblea Nacional y llamar a elecciones. 

¿Por qué Macron disolvió la Asamblea Nacional si no estaba obligado a hacerlo ? ¿Por qué tomó esta decisión si el crecimiento político de la extrema derecha representa una amenaza a la democracia, como muchos sectores sociales lo denuncian en Francia ? ¿Cuál fue su intención ?

El panorama político anterior a la decisión presidencial de patear el tablero contemplaba una izquierda dividida, con políticas neoliberales en curso, muchas impuestas por decreto presidencial, como el aumento de la edad legal de jubilación, y con un discurso mediático que desde hace años, diaboliza al mayor líder político que tiene la izquierda francesa, Jean-Luc Mélenchon.

La campaña contra Mélenchon

Luego del ataque de Hamás en Israel, el 7 de octubre, al igual que en otros países, el discurso hegemónico no se limitó a condenar el ataque de Hamas, sino que fue más allá, y dio un cheque en blanco al gobierno israelí de Netanyahu para ejercer su derecho a la "defensa". Esto último fue lo que nunca hizo Mélenchon, ni la fuerza política que lidera, La Francia Insumisa (LFI). Tampoco calificó a Hamás como un grupo terrorista, no obstante reconocer como hizo la ONU, al ataque del 7 de octubre como crimen de guerra. Esta posición lanzó a todos los medios de comunicación, concentrados en su mayoría en unas pocas manos de millonarios franceses, al gobierno de Macron y el resto del arco político, incluido los aliados de izquierda de LFI, a catalogar a Mélenchon y sus seguidores como antisemitas.

No obstante esta estigmatización, Mélenchon y su partido continuaron firmes en su posición de condenar todos los crímenes, no sólo los de Hamás sino también los del ejército israelí. El hecho de no alinearse con el discurso hegemónico y de asumir la defensa de los derechos humanos de todas las víctimas y no sólo las de Israel, desembocó en la instrumentalización del antisemitismo como un arma política para desprestigiar a LFI y dividir a la izquierda.

Los ataques contra Mélenchon se reproducen desde que su figura política creció a tal punto de que casi alcanza a competir para la segunda vuelta en las dos últimas elecciones presidenciales. Ha sido criticado por su carácter fuerte, acusado de autoritario, e incluso de delitos que no se probaron vinculados a uso discrecional de fondos para campaña electoral. Algo que llevó a Mélenchon a denunciar que era víctima del lawfare y se comparó con otros líderes de América Latina como Lula, Cristina Fernández o Rafael Correa. Sobre este asunto escribió un libro, « Et ainsi de suite. Un procès politique en France », donde se explaya sobre el lawfare que lo tuvo como blanco.

Cálculo fallido 

En este contexto de desprestigio y división de la izquierda, Emmanuel Macron, al disolver de manera imprevista la Asamablea Nacional, no imaginaba que todas las fuerzas políticas progresistas más los sindicatos y movimientos sociales en sólo cuatro días, iban a consensuar un programa político y candidatos únicos a diputado por cada circunscripción electoral. Es decir que los candidatos de LFI, comunistas, ecologistas o socialistas se presentan bajo el paraguas del NFP. Esta alianza política trae la reminisencia del histórico Frente Popular, coalición de izquierda que ganó las elecciones en Francia en 1936 y que designó como primer ministro al socialista León Blum.

El actual NFP desató la ira presidencial y de los medios de comunicación, que desde entonces han salido como toro al ruedo, a cuestionar al Nuevo Frente Popular. Macron dijo que León Blum se retuerce en su tumba por este hecho, y los presentadores de televisión como Cyril Hanouna, empleado del multimillonario francés Vincent Bolloré, propietario de un imperio mediático (Cnews, radios Europa 1 y 2, editorial Hachette, entre otros medios), atacan con furia la alianza de izquierda señalándola, como dijo el presidente, de "contranatura" y califican como irreales a sus propuestas sociales y políticas como llevar la edad de la jubilación a 60 años. Sostienen que no es aceptable aliarse con antisemitas, un fantasma muy agitado paradójicamente contra las fuerzas políticas que siempre han combatido el racismo. Y más parádojico resulta que entre los paladines de esta nueva cruzada contra el supuesto antisemitismo se encuentra el Agrupamiento Nacional de Le Pen y Bardella, la única fuerza política que tiene un diputado negacionista de los crímenes nazis de la segunda guerra mundial.

La derecha y la ultraderecha francesa en los años 30s eran antisemitas pero hoy son pro Israel, y su ADN racista se focaliza contra los inmigrantes y centralmente contra los musulmanes, reforzando la ola de islamofobia que azota a Francia.

Por otra parte el accionar legislativo de estos años del Agrupamiento Nacional de Le Pen, enseña que tiene en común con Macron su apoyo a las políticas neoliberales de ajuste y privatizaciones, pero con el añadido de un discurso que promueve la intolerancia y es retrógrado en materia de derechos civiles.

Batalla perdida

Regresando a la apuesta de Macron al disolver la Asamblea Nacional, en un contexto de auge de extrema derecha, es posible que su cálculo haya sido, como ya ocurrió en elecciones anteriores que lo llevaron al Palacio del Elíseo, encolumnar detrás de su figura a la izquierda "civilizada" de los socialistas, ecologistas y comunistas, dejando afuera al LFI de Mélenchon. Y de esta manera intentar ganar la mayoría absoluta en el Parlamento,algo que no tiene actualmente.

Pero si esa fue su jugada, la perdió antes de inciar la batalla. Hoy la polarización según los sondeos está entre el Nuevo Frente Popular y la extrema derecha de Le Pen. La fuerzas macronistas están en retirada, y si hay algo que dejaron claro las elecciones europeas del 9 de junio, es que Macron es una figura con altos niveles de repudio popular.