Entre el 20 y 23 de agosto de 1979, los integrantes del Grupo de Tareas 3.3.2 de la ESMA sacaron a Thelma Jara de Cabezas del centro clandestino, la llevaron a una peluquería donde le tiñeron el pelo y le compraron algunas ropas y accesorios sobre la avenida Cabildo y en el barrio del Once. Ese tránsito repetido en innumerables ocasiones desde hace casi cuarenta años tenía como objeto prepararla para sentarla en una mesa de la confitería Selquet de La Pampa y Figueroa Alcorta ante un cronista y fotógrafo de la Revista Para Ti. En la confitería desierta con puertas y cortinas cerradas había unos quince hombres de la Armada distribuidos en la barra y algunas mesas. Thelma Jara de Cabezas habló de esa entrevista desde el Juicio a las Juntas. La entrevista, se sabe, salió publicada totalmente cambiada a cuatro páginas en la Revista Para Ti bajo el título Habla la madre de un subversivo muerto. El juez federal Sergio Torres acaba de procesar por segunda vez a quien fue jefe de redacción de la revista en esa época, Agustín Juan Bottinelli, luego de la revocatoria dictada hace dos años por la Cámara Federal, que exigió más pruebas para determinar su responsabilidad. Desde entonces, con el aporte de la querella impulsada por Pablo Llonto, el juzgado reunió numerosos artículos de época y testimonios de trabajadores que abrieron algunas puertas no sólo sobre Bottinelli sino también sobre el funcionamiento de la redacción y las Fuerzas Armadas.
“Se tiene por probado –dice el escrito del juez– que las respuestas que Jara de Cabezas brindó al periodista Alberto Joaquín Escola no fueron aquellas que finalmente se publicaron, sino que el imputado Agustín Juan Bottinelli, una vez que tuvo en su poder la entrevista, fraguó el contenido de la misma, modificando el relato a los fines de poner en duda u ocultar la práctica de las detenciones ilegales y desapariciones forzadas –incluida la de la propia víctima– que existían en aquel entonces en el país y, en consecuencia, difundir la idea a toda la sociedad de que la existencia de las desapariciones eran una mentira sembrada por las organizaciones de derechos humanos”. Torres dictó el procesamiento sin prisión preventiva por el delito de coacción y trabó embargo por un millón de pesos. El antiguo jefe de redacción ya apeló la medida.
–Tenés que ir a hacer un reportaje –le ordenó Bottinelli al redactor–. Se trata de una subversiva arrepentida.
En agosto de 1979, la Junta hacía los preparativos para la visita de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos que finalmente llegó en septiembre y encontró varios centros clandestinos desmantelados y la ESMA sin detenidos y completamente cambiada. Según Escola, el 23 de agosto Bottinelli le ordenó la nota, a diferencia de lo ocurría habitualmente en una revista en la que los redactores proponían sumarios. Llegó a Selquet con el fotógrafo Alberto La Penna. Cuando entró, Thelma ya estaba sentada. A su lado estaba Lázaro Gladstein, un secuestrado de la ESMA enviado por los marinos para secundarla como supuesto sobrino. En el guión preparado por la Armada, Gladstein tenía colocado un micrófono, estaba ahí por si aparecía algún problema y él sabía tanto como ella que lo que tenían que decir era que ella no estaba secuestrada ni desaparecida como reclamaban los organismos de derechos humanos, sino que estaba refugiada en Uruguay porque temía a las organizaciones revolucionarias.
Escola contó lo que ocurrió en esa charla en el juzgado de instrucción y luego en el segundo juicio oral de la ESMA. Lo primero que le llamó la atención, explicó, es que la “señora” “saliera hablando” de los trámites efectuados en la búsqueda de un familiar desaparecido sin asomo de arrepentimiento, ni referirse a su supuesto carácter de subversiva. Que le llamó la atención que le dijeron que iba a ver a una subversiva arrepentida pero se encontró con una señora contando el doloroso periplo de la búsqueda de su hijo. Y que en algún momento mientras escuchaba él le dijo a ella: “Ojalá que no me hagan firmar esta nota”. Luego volvió a la redacción y entregó el material a Bottinelli. Cuando salió publicado el reportaje notó que el texto escrito en forma de pregunta y respuesta no se correspondía con el contenido de la publicación, que se le había otorgado el carácter de arrepentida a la entrevistada. La nota, además, apareció firmada por un seudónimo. “Era una nota que yo no había redactado”, dijo en el debate oral. “Y la vi firmada por alguien que yo no conocía”. El fotógrafo La Penna declaró que “le sorprendió la desenvoltura con que la mujer hablaba sobre el asunto en tiempos en que nadie se animaba a mencionar el drama de los desaparecidos, por temor generalizado”. Y que supo por Escola que el material había llegado a manos de Bottinelli.
Esta causa se inició en 1984 con la denuncia de Eduardo Varela Cid. Llonto volvió a impulsarla en 2008. Ambas actuaciones hoy están integradas. En esos expedientes declaró el dueño de Editorial Atlántida, Aníbal Vigil, y Bottinelli. Cuando fue convocado, Vigil, que ahora está muerto, presentó un escrito que supuestamente le había enviado Bottinelli desde España en el que se atribuía la responsabilidad de la publicación. La defensa de Bottinelli dice que él no hizo ese escrito por iniciativa propia, sino que Vigil se lo mandó ya escrito a España. Dice que si hubiese tenido “la mínima noción de los padecimientos de esta mujer” no hubiese enviado ese documento. “No soy tonto y hubiese sido una verdadera estupidez”, aseguró. También asegura que no tenía competencia para cambiar el contenido de las notas, que a lo sumo corregía errores gramaticales. Y afirma que no es verdad lo que dicen los testimonios de trabajadores de la editorial convocados para la causa, según los cuales Bottinelli era la persona encargaba del tema de los desaparecidos y que iba a reunirse cada tanto al Edificio Alas de donde volvía con “noticias bomba”. “Salvo la nota en cuestión –agregó en su descargo– no se publicó en la revista ninguna nota relacionada con estos temas”. Y pidió un careo con fotógrafo y redactor, medida que el juzgado rechazó al comienzo pero luego habilitó a pedido de la Cámara. El juzgado de Torres trabajó en cada uno de estos puntos. Y los desarmó.
Cuando Bottinelli dice que si hubiese sabido los padecimientos de la mujer, no habría presentado el documento, el juzgado dice que sí debía conocerlos. Y para probarlo detalla un listado de las numerosas publicaciones que se hicieron en 1979 con el reclamo por la vida de Thelma, fundadora de la primera comisión de Familiares de Desaparecidos y Detenidos por Razones Políticas. La secuestraron el 30 de abril de 1979 al salir del Hospital Español. El 6 de mayo, su hijo Daniel publicó en México una carta pidiendo la solidaridad internacional. Y, entre otras muchas publicaciones, el 8 de mayo, el diario La Nación publicó una nota en la que se aseguraba que se desconocía su paradero.
El juzgado afirma que es falso que Bottinelli no escribía y que la revista no publicara más nada sobre ese tema:
- El 16 de diciembre de 1977 la revista publicó un artículo llamado: Cómo viven los desertores de la subversión que da cuenta de la existencia de “centros de recuperación de detenidos” en la que se transcriben declaraciones textuales de personas desaparecidas sin identificar.
- El 26 de enero de 1979 se publica una nota llamada: Dos ejemplos aleccionadores: dos jóvenes fueron conducidos a “casas de recuperación” donde son “atendidos por psicólogos, médicos y sacerdotes”.
- El 24 de abril de 1979 y el 4 de febrero de 1980 hay dos artículos de Bottinelli. “Se elogia lo que sucedía en el país en manos de las Fuerzas Armadas, se afirma que entre 1973 y 1975 había terror en las calles por la presencia de guerrilleros y se denosta la llegada de la CIDH a través de la cólera de diversos testimonios de personas comunes”, señala el juzgado.
Para Torres, la publicación participó de la campaña realizada por la Armada para mejorar la imagen argentina a través de algunos editoriales que mostraba a los lectores “otra realidad mediante la publicación de reportajes apócrifos, entre los que se encuentra el que se le realizara a Thelma Jara de Cabezas, haciendo notas (para mostrar) que no existía la llamada represión sino que los detenidos desaparecidos eran en verdad ‘subversivos peligrosos’ o ‘subversivos en recuperación’ y que los centros clandestinos eran, por lo contrario, verdaderos centros de recuperación de detenidos subversivos”. Por eso, a juicio del juzgado, “las modificaciones en el reportaje ocurrieron porque lo que Jara de Cabezas le manifestó al entrevistador no encuadraba en las directivas que habían sido dadas por Bottinelli cuando encargó la nota”.
Cuando el ofrecieron a Bottinelli, el careo tan requerido con fotógrafo y redactor, su abogado finalmente desistió.