Julian Assange, uno de los impulsores de Wikileaks ya no está en prisión.
El castigo de los poderosos a quienes perturban con la difusión a los cuatro vientos de sus perversas y letales maniobras no pudo doblegar la voluntad de vivir de este hombre que como parte de un colectivo de contrainformación puso al desnudo las intrigas generadoras de guerras, invasiones y bombardeos.
La tan cacareada libertad de expresión ha sido y es una de las tantas imposturas del capitalismo.
Las ideas que encarnan la aspiración la de abolir el sistema del capital mercancía y de romper con cualquier forma de autoritarismo, las iniciativas que buscan transformar radicalmente la sociedad que manipula cuerpos y perpetúa la dominación, la explotación y la expoliación, todo eso es combatido ferozmente.
La contrainformación difundida por Wikileaks ha exhibido la confluencia de los Estados, las corporaciones y de los complejos militares industriales y los financistas globales y sus destructivas jugadas en el tablero que consideran al mundo.
Julian Assange fue usado como chivo expiatorio acusado de terrorista por quienes siembran el terror económico y militar por doquier, esto, dejando en claro, el rigor y la crueldad de un sistema opresor y predador de vidas.
Quedaron a la luz del día las mentiras e invenciones que son coartadas para perseguir, torturar y aniquilar poblaciones enteras, generando hambrunas y lo que luego la ONU llama "crisis humanitarias".
No se trata de exaltar a un "héroe individual", de lo que se trata es de resaltar los acotados límites en los que podemos actuar de modo disidente si cuestionamos las estructuras de opresión, explotación y expoliación.
Se trata de reivindicar la dignidad de la desobediencia a los poderes establecidos para tornar miserables nuestras vidas. Solo la lucha colectiva puede emanciparnos.

Carlos A. Solero