El cine de Richard Linklater es siempre interesante. Bien puede generar un film mainstream y de gusto clásico como Escuela de Rock (2003); experimentar con guion y actores en Antes del amanecer (1995) -con secuelas imprevistas, a la manera de François Truffaut y su Antoine Doinel-; hacer de la rotoscopía un elemento de su puesta en escena (recientemente en Apolo 10 ½, de 2022); o llevar al límite un proyecto de largo aliento como Boyhood (2014), cuyo personaje crece a la par del actor -Ellar Coltrane, de niño a adolescente- a lo largo de una década.

Algunas de sus películas manifiestan una atención especial por la fisura que separaría (la división taxativa es siempre discutible) a la ficción del documental. En esa instancia, por ejemplo, está Bernie (2011), aquel film querible y no menos truculento, en donde Jack Black interpreta al afable vendedor de pompas fúnebres Bernie Tiede, quien enamora a Marjorie (Shirley MacLaine), una viuda que le garantiza una buena vida, pero a la que no tardará en asesinar. El hecho es verídico, sucedió en Texas; Bernie era adorado por los lugareños, y Linklater inserta los testimonios verídicos en el film.

El caso de Cómplices del engaño (Hit Man) es similar. Basada también en hechos reales, Hit Man posibilita a Linklater indagar en el cruce fascinante entre verdad y ficción; pero, como es un cineasta, apela a esta cuestión desde un lugar problemático. Vale decir, cuando en su cine el argumento alude a “hechos reales”, lo hace para tejer un micromundo tan personal como autoral, desde una poética lúdica y humorística.

Hit Man es la historia de Gary (Glen Powell), profesor universitario de días previsibles, separado, cuyo talento informático le permite un doble trabajo: ayudar a la policía de New Orleans. Hasta que le piden, de improviso, reemplazar al “hit man”. Según el argot, “hit man” es el policía que se hace pasar por sicario; el que acude a la cita con el contratante, para grabar su confesión asesina y apresarlo. Repentinamente, el profesor de filosofía se ve envuelto en las palabras de Nietzsche con las que enseña, y convierte a su vida en algo sorprendente. Pero conoce a Madison (Adria Arjona), y la atracción que le despierta lo lleva a ocultar las pruebas que la incriminan, en la intención de dar muerte a su marido. Así como oculta a la policía lo que sabe, Gary proseguirá en su faceta de killer ante Madison; entre otras cuestiones, porque ella, fascinada con este “asesino” en su cama, se muestra sexualmente insaciable. El equilibrio de todo esto, se intuye, es inestable; pero visto lo que sucede, ¿por qué resistirse?

Desde su puesta en escena, Hit Man replica una de las obras maestras de Fritz Lang: La mujer del cuadro (The Woman in the Window, 1944), en donde el profesor de Psicología que interpreta Edward G. Robinson, también pone en acto las enseñanzas que profesa: si el Hit Man de Linklater se escuda en el nombre de Nietzsche, Lang hace lo propio con el de Sigmund Freud (escrito en el pizarrón de la clase). Que el film de Lang elija para su resolución la forma del sueño -en donde hubo seducción, liberación sexual y crimen-, la treta argumental no tranquiliza el asunto: se trató de un sueño del protagonista, no hubo castigo, pero los sueños no son inocentes, algo que sabe muy bien el profesor de Psicología.

De modo similar, el Gary de Glen Powell se convierte de a poco en actor de sí mismo, se revela como un maestro del maquillaje y de la emulación de voces, con las que sobrelleva todos y cada uno de los casos policiales. Y lo que hace, como si de un guiño cinéfilo se tratase, bien podría pensarse como un bucle fílmico; porque, ¿de dónde puede este profesor sacar tantas caracterizaciones si no es de las películas que ha visto? De este modo, Linklater hace de su película una declaración fílmica, por evidente. Un rasgo moderno que su cine exhibe con gusto y talento; y que explica, en su “confusión” entre cine y vida, la elección de su inminente proyecto: Nouvelle Vague, dedicado al rodaje de Sin aliento (1960), de Jean-Luc Godard.

Por otra parte, Hit Man sabe ahondar en la perplejidad de su protagonista, quien apela a la mascarada, pero sin dejar de lado un sostén de seguridad: Gary sigue como profesor y continúa en su rutina. Eso sí, las alumnas lo encuentran repentinamente atractivo. Algo en él cambió, motivo por el cual, el equilibrio entre ambas caras no tardará en provocar otras fisuras. La narrativa enredada de Hit Man -comedia de enredos, al fin y al cabo- tocará su extremo; ¿hasta qué momento puede sostenerse el clima de comedia y no devenir ésta una tragedia?

El crescendo hará que el film troque hacia algo más negro. Gary podrá ser el estandarte de la doble-cara, pero Madison y los demás también guardan lo suyo. Nadie es inocente. En todo caso, se trata de reencontrar el equilibrio, a partir de cómo sean ahora repartidas las cartas. El statu quo es prevalente. Y Richard Linklater sabe cómo salir airoso del asunto; luego de haber puesto en jaque a las telarañas internas del entramado social, ni más ni menos.

Cómplices del engaño 7 puntos

(Hit Man)

EE.UU., 2024

Dirección: Richard Linklater.

Guion: Richard Linklater, Glen Powell, a partir del artículo publicado por Skip Hollandsworth.

Música: Graham Reynolds.

Fotografía: Shane F. Kelly.

Montaje: Sandra Adair.

Intérpretes: Glen Powell, Adria Arjona, Austin Amelio, Retta, Sanjay Rao, Molly Bernard, Evan Holtzman.

Distribuidora: Diamond Films

Duración: 115 minutos.