La UNR editora presentó el libro Grela: Memoria gráfica, un novedoso archivo gráfico al cumplirse 110 años del nacimiento de un clásico de la pintura argentina. La publicación recupera en más de 120 imágenes, estampas de cuatro décadas de producción gráfica de Juan Grela y propone, desde la lúcida mirada de Guillermo Fantoni, una trayectoria artística incuestionable en la trama de la historia visual de Rosario y la región.

“Si algo heredamos de Grela fue una forma de mirar. El decía que no tiene sentido que conozcas el Museo de Arte de Nueva York, el Louvre o el Pompidou si no conoces el Museo Castagnino. Es fundamental saber quiénes son tus artistas para después mira a los de afuera”, cuenta el Doctor en Humanidades y Artes.

Recuerda que Grela hacía comparaciones que en un momento eran muy provocativas, ponía en diálogo el arte de Rosario con el llamado arte universal. Decía por ejemplo: “¿Gambartes no es un creador de formas equivalente a Miró? ¿Cuando mirás una obra de Tito Benvenutto, no pensas en Morandi? ¿La obra de Schiavoni, no te lleva al arte italiano de entre guerra? Yo pienso que sí, los artistas de nuestra ciudad están al nivel de los del mundo.”

Guillermo Fantoni y Nico Manzi, autor y editor.

Algo destacable es que se dedicó a difundir artistas de la ciudad olvidados o segregados por el propio arte moderno. De esta forma redescubrió a Musto, Schiavoni, Berlengieri, Benvenuto, distintas generaciones que habían quedado opacadas y él los repone para la historia a través de muestras, estudios, ensayos. Asimismo, ve en sus discípulos y los de sus pares, un nuevo relevamiento que va a alentar. Siendo parte de una vieja generación, apoyó a los hijos vanguardistas de los 60. Es decir que recupera la historia y a su vez, avala el arte del presente, proyectado hacia adelante.

Grela se inicia en los años '30 con Antonio Berni en la Mutualidad Popular de Estudiantes y Artistas Plásticos, una agrupación que sostuvo una escuela taller durante cuatro años y cuando el grupo se extingue, comienza una formación autodidacta. Empieza a leer todos los tratados de pintura, manuales de técnicas y materiales de grandes artistas publicados en los años 40 por las editoriales Poseidón y Losada.

El último que lee y adopta como de cabecera es “Universalismo Constructivo”, una serie de lecciones del autor uruguayo Joaquín Torres García. Este plantea una estructura que consiste en tomar el soporte, dividirlo en rectángulos proporcionales y en cada uno incluir una forma muy simple. Grela traduce ese sistema para introducir una iconografía litoraleña sin la necesidad del modelo. “Esos esquemas le permiten ejercitar la imaginación y representar a través de un dibujo muy lineal, sencillo y a la vez sofisticado, preferentemente al agua, acuarelas o témperas muy diluidas”, explica Fantoni. En los años 50 empieza a enseñar y su taller que estaba en Alberdi se convierte en un foco de irradiación de arte donde se desarrollaban muestras y actividades culturales.

El libro Grela: Memoria gráfica contiene un ensayo de Fantoni que da cuenta del vínculo del artista con la técnica del grabado y sus transformaciones. “Grela es una figura relevante porque no sólo tiene un gran nivel como representante del arte moderno argentino sino que también participó de las principales agrupaciones modernistas dedicadas al grabado en nuestra ciudad”, expresa.

El docente de la UNR destaca que Grela cultivó esta disciplina pero además se ocupó de difundirla, afianzarla, popularizarla, de llegar al público, de acercar los nombres de los pintores y grabadores de nuestra historia a la comunidad en general. Por otro lado, el ensayo hace referencia a los avatares de la imagen, a cómo se va transformando a través del tiempo y dando cuenta de distintas concepciones estéticas en cada momento.

Las obras seleccionadas en el libro son representativas de cada momento. La primera gran serie, de fines de los años 30, es en torno a la maternidad que es un momento de introspección de Grela que coincide con el desarrollo de la segunda guerra mundial. “El de alguna manera afirma el sentido de vida y de esperanza con el tema de la maternidad, que puede ser su esposa Aida embarazada, el nacimiento de su hijo Dante, la madre y el niño en distintas situaciones, en interiores, en exteriores, con el paisaje del Litoral como fondo”.

Luego, en la segunda mitad de los 40, Grela frecuenta el barrio “La Basurita” (hoy Villa Manuelita) donde estaban los grandes basureros de la ciudad, un lugar al que iban los pintores de una determinada inclinación social. Ahí crea una galería de personajes que tiene como trasfondo ese paisaje con las colinas de residuos, que luego Rosa Wernicke llamó en su novela Las colinas del hambre. En los años 50 reelabora esos primeros personajes de formas redondeadas y con volumen y los aplana, los muestra a través de un juego de texturas visuales, fundamentalmente con taco de madera, más que con la plancha de metal.

"Hay un período entre 1955 y 1962 en que se dedica a hacer pinturas al agua, figuras sintéticas que se geometrizan al extremo, a tal punto que se convierten en abstractas. Luego retoma el grabado con una galería de personajes de las villas, de los suburbios, con un sentido más fluido, más redondeado pero siempre dentro de un esquema constructivo, con nombres más humorísticos donde ya se atempera el sentido fuerte que tenía este tipo de imagen anteriormente”, explica el autor del libro.

En los 70 las figuras empiezan a inclinarse, a rotar, lo que lo lleva a un mundo más surrealista, fantástico y ahí aparece “toda una suerte de nueva naturaleza que puede ser un universo celeste, acuático, terrestre o todo eso al mismo tiempo”. Allí el grabado es xilografía pintada, con una matriz común pero la elaboración de pintarlo es siempre distinta. Esto es lo que mantuvo casi hasta su muerte en 1992.

“La obra de Grela vive porque nos interpela y moviliza las sensibilidades del presente”, afirma Fantoni y resalta que la familia trabaja mucho para que su obra siga viva. Para el investigador, el hecho de que el artista muera, no lo convierte simultáneamente en gran figura de la historia y del arte, tampoco del mercado. Eso depende de lo que el artista hizo en vida y lo que aquellas personas que poseen la obra hacen con la misma y con la difusión. En este caso, destaca la labor de su hijo Dante y su nuera Ana Correa.

 

Este título de la UNR Editora inaugura la colección Original/Múltiple, dirigida por Gabriela Rodi, que propone construir un repertorio visual a partir del imaginario de artistas en clave gráfica multiejemplar. Su objetivo es reconocer prácticas locales y señalar los peculiares aportes que estas realizan en diálogo a expresiones tradicionales y contemporáneas de la escena nacional.