Andrés Larroque, ministro de Desarrollo de la Comunidad de la Provincia, es uno de los organizadores del acto convocado para mañana en San Vicente por los 50 años de la muerte de Juan Domingo Perón. Se autodefine como un militante del movimiento nacional justicialista y dice que "no es un momento sólo para recordar sino fundamentalmente para cargar al fecha con sentido de futuro y poder pensar la reconstrucción del peronismo y el peronismo que viene sobre todo en el contexto de la crisis que representa Javier Milei para la Argentina". Sobre Axel Kicillof, que será el orador de fondo en San Vicente, dice que "tiene capacidad, humildad, empatía y contracción al trabajo, todos los atributos que necesita un dirigente político", y que frente a los desafíos "no hay que ser apurados ni retardatarios".
"Uh, estoy viejo", dice entre risas, mientras piensa cuál fue su primer contacto con la figura de Perón. Recuerda que en la casa de sus abuelos paternos peronistas tenían la medalla de la lealtad. "Todavía la tengo guardada", advierte. Su abuelo era médico, y Larroque cuenta que durante su primer gobierno, "Perón tuvo muchos problemas con los profesionales, pero mi abuelo era de los pocos profesionales peronistas que bancaban la parada".
En esa casa que atesoraba la medalla de la lealtad, trabajaba una señora que con el tiempo se convirtió en un tía para él. "Ella era muy peronista, siempre me contaba que en 1955 trabajaba en una casa de gente muy acaudalada de zona norte, y que cuando fue el golpe de Estado sus patrones habían brindado por el derrocamiento de Perón. Yo tenía seis años, y ese relato siempre me quedó muy presente", reflexiona, mientras mezcla en su relato los recuerdos de la elección de 1983, a sus seis años. "Mi viejo votó a Ítalo Luder, pero como todos fuimos a la movilización del día de la elección." Recuerda que cuando comenzó a militar, a principios de los años '90, "era un momento muy complejo por todo lo que se vivió en torno al menemismo, pero con nuestra militancia social nos empezamos a encontrar con el peronismo real".
--¿Cuál era el "peronismo real"?
--En aquel momento estaba el menemismo en el poder, aplicando un programa neoliberal, pero estaba el peronismo real de carne y hueso en el territorio, que un poco rememoraba las historias gloriosas y épicas del justicialismo. Había muchos compañeros del movimiento villero que estaban muy golpeados por las traiciones de ese tiempo, y que traían recuerdos del padre Carlos Mujica. Tenían la necesidad de reconstruir la esencia del peronismo. Cuando salió la película "La sinfonía del sentimiento", de Leonardo Favio, la pasábamos en los barrios y la gente lloraba diciendo "esto no va a pasar nunca más en Argentina". Uno me contaba que su papá lo llevaba a comer pizza al centro, a Las Cuartetas, y era gente que hacía muchos años no salía de la villa. Es un recuerdo trivial, a primera vista, pero expresa cómo se había dividió la sociedad. Después vino Néstor Kirchner, que para mí es justamente la restauración del peronismo de Perón.
--¿Cuándo empezó a estudiar el peronismo de lleno?
--Empecé a leer más cuando estaba terminando el secundario. En ese momento falleció mi abuela paterna, en 1995, a mis 18 años, y en la típica repartija familiar de las pertenencias a mí me trajeron la biblioteca de mi abuelo, que tenía todos los libros típicos del movimiento, como "La hora de los pueblos". También estaban la biografías de Juan Manuel de Rosas e Hipólito Yrigoyen por Manuel Gálvez. Cuando era más pibe leía lo que necesitaba para zafar en la escuela y nada más, pero luego de eso me agarró una pasión de lectura muy voraz y no paré hasta el día de hoy.
--¿Qué sensaciones le generaban las cosas que leía?
--Me conmovieron. Me sigue pasando cuando los leo a Perón y a Eva. Y cada vez que vuelvo a leer algo del peronismo lo siento como nuevo. Voy encontrando la resignificación según la experiencia, la evolución y las circunstancias que uno va viviendo. Leer a Perón al principio era decir 'descubrí algo nuevo', y luego uno descubre la profundidad. Perón fue, fundamentalmente, un gran pensador. Un hombre de acción, pero un gran pensador que además fue muy valiente, porque en un mundo bipolar se animó a plantear una tercera posición. No geopolítica nada más, sino que filosófica. Eso explica la vigencia del peronismo hoy, que no quedó atado ni al capitalismo liberal individualista, ni al socialismo estatizante que de alguna manera niega al individuo. Ése es el desafío actual.
--¿Qué momentos de Perón y qué políticas marcaron a fuego la historia del país y del movimiento?
--La evolución del movimiento nacional en Argentina tiene cuatro etapas. La primera es la emancipación. La segunda tiene que ver con la discusión de la organización de ese país que se liberaba. La tercera es la participación, con el yrigoyenismo. Y la cuarta es la dimensión de la justicia social, de realizar un país para todos aquellos que viven en esa patria, entendiendo al pueblo como sujeto y protagonista. Eso construyó el peronismo. No construyó desde la racionalidad pura, sino desde la sensibilidad de comprender el sentir de ese pueblo que necesitaba encarnar en una doctrina, en un cuerpo teórico y filosófico, lo que abrevaba en su espíritu. El gran acierto de Perón fue palpar el espíritu del pueblo y transformarlo en una concepción política. En el prólogo de "Modelo argentino para el proyecto nacional", que es un texto fundamental y de una vigencia absoluta, él plantea en 1974 que si el cristianismo fuera una doctrina política no habría necesidad de construir al justicialismo, pero al ser una doctrina de la dimensión espiritual, en términos políticos debían construir el justicialismo.
--¿Y por qué Perón pudo?
--Porque tenía el óleo sagrado de Samuel, como a él le gustaba decir. Si uno quiere explicar las cosas desde lo material, llega un momento en que se llega a un callejón sin salida. Los que creemos en lo trascendente podemos dimensionar que claramente Perón es una figura que trasciende el espacio y el tiempo. Es un enviado desde mi punto de vista. Trasciende cualquier explicación. Él era sabio y valiente, que son dos atributos que no siempre confluyen. En su caso, tenía la sabiduría y la capacidad de posicionar una tercera mirada que fundamentó desde el comienzo. Hubo procesos similares en distintas latitudes del mundo, de gobiernos de carácter nacional y popular, pero no gestaron doctrina, no sentaron posición filosófica y se fueron desvaneciendo. Sin embargo Perón, ya con el congreso de filosofía en 1949, planteó la comunidad organizada con la corporización de la doctrina justicialista, y planteó que el justicialismo busca un equilibrio entre lo material y espiritual. Con esa esfera que le da a los espiritual, terminó construyendo un pensamiento de plena vigencia.
--¿Qué rol tuvo el peronismo en la provincia más grande del país? ¿Se explica en el justicialismo el hecho de ser el corazón productivo de la Argentina?
--El peronismo tiene un carácter federal de por sí. Perón reivindicaba la soberanía, el federalismo, la participación y la justicia social. En el caso de la provincia de Buenos Aires, siempre se dice que el peronismo bonaerense es el elemento dinamizador por volumen, pero está claro que, al tratarse del corazón productivo y la locomotora de Argentina, peronismo y producción son cosas inescindibles, y lo mismo pasa con el trabajo. Es lo que tenemos que consolidar, defender y reconstruir en este momento de tanto ataque por parte de las políticas que implementa el Gobierno nacional.
--¿Qué papel jugó el peronismo para los sectores más necesitados en su tiempo? ¿Qué rol juega hoy en día, ya sin Perón?
--Yo me crié en la zonas necesitadas porque mis abuelos maternos vivían justito en la entrada de Ciudad Oculta, en la última manzana previa a la villa 15. Estuve ahí toda mi infancia y buena parte de mi juventud, y milité en barrios de esas características, donde se respira peronismo permanentemente. Está claro que el mercado no resuelve los problemas de la sociedad. Quizás al principio, en un momento de confusión y crisis política, pueden penetrar miradas facilistas con respecto a que cada uno se arregle sólo. 'Lo moderno es el mercado' o 'basta de Estado'. Todos tenemos derecho a la individualidad como lo reconoce la doctrina justicialista, pero siempre y cuando esa individualidad respete al conjunto de la comunidad, entendiendo que ambos elementos deben ir de la mano. Está claro que no hay salida individual. Puede parecer un atajo, pero a la larga trae más dolores de cabeza y más dificultades que las resoluciones, que seguramente serán más tortuosas en un camino colectivo pero que a la vez llevan a soluciones más duraderas. Para eso debemos recuperar orden político, porque cuando todo se dispersa y el peronismo entra en un proceso de turbulencia, tienen asidero las miradas simplistas y facilistas que llevaron a Milei a la presidencia.
--La Provincia y la amplitud de su territorio tienen muchísimos municipios rurales, alejados de las grandes ciudades y con otras concepciones. ¿El peronismo llega a esos lugares?
--Mi compañera es de Rauch. La semana pasada recorrimos cuatro distritos del interior. Creo que es al contrario de lo que se piensa. En el interior de la provincia hay una mirada más tradicional que tiene que ver con el peronismo y el radicalismo, hay menos espacios para otras alternativas. Pero en el caso del peronismo, el conflicto por el tema de la 125 nos generó una dificultad y un distanciamiento con muchos sectores que no tenían un posicionamiento hostil. En esta última elección hemos recuperado muchos distritos del interior.
--¿Y a qué se debe esa recuperación?
--Axel Kicillof ha mantenido una política basada en recorrer y poner en la centralidad ese interior olvidado en algún momento. Recorrió los distritos del interior por lo menos tres veces cada uno, y en algunos casos más. Es algo inédito en la historia bonaerense. Y ese kilometraje no tiene que ver con ir a sacarse una foto. Está asociado a obras, a presencia del Estado provincial, a acompañamiento, a resolución de problemas y demandas y a escuchas, porque Kicillof mantiene permanentemente reuniones con todos los sectores. Ése es el camino para recomponer un vínculo que es fundamental, porque muchas veces se dice que el interior es conservador, pero yo relativizo un poco esta idea.
--¿Por qué?
--Porque, ¿qué es ser conservador? Yo creo que conservar las cosas buenas está bien, y modificar las que están mal también. Debemos encontrar un equilibrio entre qué es ser conservador en buenos términos, y qué es transformar en buenos términos, porque cambiar por cambiar tampoco tiene sentido. Asociar la idea de justicia social al caos no es un buen camino. A veces parece que en ciertos discursos que por ahí dan pátina revolucionaria queremos trasladarle a la sociedad que la turbulencia se asocia a un cambio positivo, y no es así. Nosotros apuntamos a un cambio ordenado, y eso está en la base de la filosofía justicialista. Perón lo decía. El justicialismo es una revolución, pero una revolución en paz. Tenemos que recuperar ese camino, porque es lo que le permitió al movimiento ser tan popular y tan eficaz a la vez. En un mundo que estaba tan convulsionado por un proceso de transformación que no siempre redundó en buenos resultados, y bajo la excusa de una supuesta modernización, se combatieron valores y tradiciones que son fundamentales en el espíritu de una sociedad.
--¿En qué consiste la identidad peronista de hoy en día? ¿Queda algo del movimiento además del nombre y la imagen de Perón y Evita?
--Sí, por supuesto. Hay un sentimiento. Por eso digo que nunca van a poder explicar al peronismo desde la razón. El peronismo se explica desde el sentir, es el amor hecho política. Es ese sentimiento que está en la raíz del cristianismo, que es el de solidaridad con el prójimo, de empatía y de identificación con aquel que padece una injusticia o un momento doloroso. Ayer fui a un acto en Berazategui y estaba lleno de pibes y pibas jóvenes. Casi ochenta años después sigue el mismo fervor, porque hay algo que se siente. Eso es lo que del otro lado, desde las miradas frías, racionalistas, mercadistas y economistas no pueden interpelar. Acá hay un sentimiento que se conecta con lo más profundo del ser humano, y eso hace al peronismo invencible, inmortal. Más allá de la crisis que transitamos, estoy seguro que nos vamos a recuperar.
--¿Qué se necesita para tener el olfato y el termómetro de lo que le pasa al pueblo? ¿Se entrena?
--Hay que recuperar la efectividad, que siempre estuvo basada en la simpleza de mirar a la sociedad y construir respuestas. La sobreidealización o la sobreorganización muchas veces nos llevan a ponernos en tensión con las necesidades de nuestro pueblo, colocando al peronismo en falsa escuadra. Hoy es central poder recuperar esa impronta, que requiere de los dos elementos. Hay algo que viene del sentir y que se trae de la cuna, pero en el día a día la propia organización debe tender a robustecer ese sentimiento. Perón decía que el ser humano es imperfecto pero la organización debe ser perfecta. Entonces, cuando una persona flaquea, está el conjunto para sostener o compensar ese traspié natural que puede tener cualquier ser humano.
--¿Y cuando el traspié no es individual?
--No quiero entrar en polémicas, pero hay un problema en el goce de la derrota. Entonces, para metaforizar o comparar, diría que fuimos víctimas de un exceso de menottismo en una versión degradada. No quiero ofender a nadie, pero en el movimiento aparece eso de 'perdimos pero jugamos bien'. Y si ahora perdemos y jugamos mal, entonces estamos en el peor de los mundos. Ganar es fundamental, porque todo aquel que pateó una pelota sabe que el resultado genera confianza. Y en política pasa lo mismo. Es dificil construir confianza desde la derrota permanente. Cuando la satisfacción pasa por el confort intelectual de creer que se tiene razón al margen de los resultados, estamos suicidando al peronismo.
--Hizo hincapié en el lado espiritual.
--Perón destacaba dos elementos, lo moral y lo espiritual. En "Conducción política" lo hizo permanentemente, remarcando la calidad moral del conductor y la honestidad del fin que se persigue, que es fundamental. Pero también habla de la trascendencia. Si nosotros creemos que lo único que existe es este mundo material, la forma de posicionarnos y de trazar nuestros objetivos, estamos acotados. Cuando uno puede asimilar y asumir lo trascendente encuentra una perspectiva mucho mayor y más profunda que nos obliga a ser más responsables en un sentido amplio de la realidad. Para algunos la realidad es sólo material, pero para quienes tenemos una mirada de lo trascendente, lo trascendente es la realidad, y en todo caso lo material es un reflejo, como lo planteaba Platón. Yo soy más de las cuestiones religiosas y espirituales, me interesa y me apasiona más. La astrología está un nivel distinto pero es subvalorada, es la ciencia más antigua que conoce la humanidad, que cayó en desprestigio a partir del auge científico positivista de la modernidad para acá, aunque hoy encuentra un reverdecer.
--¿Por qué?
--Porque el ser humano no se siente contenido en las explicaciones materiales y racionales, y entonces busca otro camino. Como la religión quedó muy condenada o desprestigiada, por ahí entienden que un lugar más cool es la astrología, pero todo eso conduce a un sólo lugar, que es dios. Respeto todos los caminos, entendiendo también que la religión de dios es la del corazón, más allá de distintos tiempos, culturas y religiones, y por eso el justicialismo se conecta mucho con eso.
--Hoy la urgencia es que la gente coma.
--Más allá de que nuestra obligación es garantizar el pan, la felicidad sin una dimensión espiritual y trascendente es imposible. Definir la felicidad es una discusión muy larga, pero podríamos decir que tener paz espiritual es eso. Yo identifico la felicidad con la paz, y eso no se logra a través de lo material nada más. Por eso el justicialismo, mediante la constitución de 1949, y en todas sus expresiones de gobierno, no sólo plantea la justicia social en términos materiales y de reparto o distribución, sino en acceso a los bienes culturales y a la posibilidad de desarrollo espiritual de las personas. El justicialismo lo planteó desde un primer momento. No somos una fuerza política que entiende que la justicia social se agota en lo material.
--¿Ve la posibilidad de que nazca una nueva doctrina con las bases del peronismo? ¿Después de tantos años puede haber una vuelta de tuerca?
--El peronismo planteó siempre la necesidad de la actualización doctrinaria. Hay banderas eternas, como soberanía política, independencia económica y justicia social, pero cuando entrás en un desarrollo más particular, y en cómo entra eso en cada momento, hay que adaptarlo a las circunstancias. Si algo explica la vigencia del peronismo es esa capacidad y esos reflejos. Si bien siempre existirán sectores más apegados a una liturgia ajena a lo que transcurre en un proceso social, también están los que entienden que la manera de fortalecer y sostener la doctrina es realizando las adaptaciones pertinentes. La política se hace con seres humanos, y nosotros tenemos que mirar a esas personas. Si no, caeríamos en una posición dogmática de querer adaptar la realidad a la idea, como les pasó a muchos sectores de izquierda. Nosotros decimos que nuestro pensamiento debe mirar permanentemente la realidad. Así y todo, hay premisas doctrinarias que siguen manteniendo plena vigencia, por este carácter trascendente de la filosofía justicialista que no es coyunturalista. Nuestras ideas políticas no tienen que ver con 'hago dos encuestas y entonces salgo y digo', no, hay un planteo de fondo muy profundo. El respeto a esa profundidad tiene que ver con no disociarlo de la realidad presente.