Cuando uno escucha a Cristina desplegar sus argumentos la sensación es muy nítida. En la entrevista que le hizo Gelatina ayer era imposible la traumática comparación: una gran Estadista que con una exposición argumental veloz presentaba una actualización de la historia del peronismo y una descripción llena de matices de la situación geopolítica internacional con el insolente y atropellado que nos gobierna.

Ni el más acérrimo anti K puede negar está evidencia por obnubilado que se encuentre en su rechazo gorila. La Ilustración es Cristina y lo que nos sucede actualmente es la barbarie. Escucharla confirma la pregunta que mejor define la coyuntura: ¿qué tiene que haber ocurrido para transformarnos en una nación gobernada por un experimento de ultraderecha aún más bizarro que los que escalan por el mundo?

Esto abarca muchas cuestiones heterogéneas e incluye la cuestión que nadie supo responder en estos años: ¿Qué desea de verdad esta gran Estadista con respecto al movimiento nacional y popular ? ¿Además de ser una gran intérprete de la situación, hasta dónde la pretende intervenir? ¿Entre los bastones de Mariscal, cuál es el que espera en su mochila, o ese es un lugar vacío? 

Tal vez si se atienden a los argumentos más escondidos en la enunciación de Cristina, algo se podría vislumbrar sobre lo que ella misma desea. El discurso de ayer no se refería a lo ya hecho en su gestión, sino que parecía proponer un futuro en relación al desastre en curso. 

Obviamente, las referencias a Máximo, en al menos dos ocasiones, no eran dirigidas a un hijo sino a un importante líder político de su confianza y del mismo modo sus lecturas de Grabois no eran citas casuales. En otras palabras, sus acompañantes, a partir de ahora, definitivamente deben ser jóvenes y altamente comprometidos. Por lo tanto, ya no se puede apelar a la lógica de sus elecciones anteriores. Nada indica que el desastre en el que se encuentra la Argentina haya encontrado su camino de salida. Sin embargo, ayer la Estadista señaló claramente un punto crucial: las lecturas teóricas sin la experiencia que las traduzca no dicen nada.

Cristina, ayer en Gelatina, como el oráculo de Delfos, no ocultó ni mostró nada, pero dio señales. A partir de ahora la militancia comienza un juego distinto en un terreno nuevo.