La Policía Federal y la Gendarmería detectaron manchas rojas en la rueda derecha de la camioneta Ford Ranger del exmarino Carlos Guido Pérez, así como hundimientos en el guardabarros y el paragolpes delanteros del vehículo, del lado izquierdo. Dentro de la camioneta se encontraron pelos, con bulbo, es decir analizables y se puede establecer el ADN. Los fiscales enviaron todas las muestras a laboratorio para saber si se trata de sangre --de sangre humana o animal--, o tal vez óxido y si los rastros son recientes o anteriores al 13 de junio, el día que desapareció Loan. Lo mismo respecto de los pelos: no se puede descartar que sean de los dueños del vehículo. En paralelo, Tito González, el abogado de Pérez y su esposa, María Victoria Caillava, ambos presos en Salta, presentó a la justicia un pedido para que presten declaración. Desde el penal, los imputados afirman que es falsa la versión de que atropellaron al nene y escondieron el cuerpo. Por ahora, la jueza quiere esperar: verá las pruebas científicas respecto de la camioneta, los pelos y también el análisis de los teléfonos. Todo eso tendrá un peso mayúsculo.

La causa Loan dio un giro importante el viernes a la noche cuando una tía del chico, Laudelina Peña, declaró ante la justicia provincial de Corrientes que Pérez y Caillava habían atropellado a Loan, que ella ayudó a plantar una prueba falsa --una zapatilla-- y que el matrimonio se llevó el cuerpo para esconderlo en algún lugar desconocido. La hipótesis del accidente, seguido de ocultamiento, fue anticipada en exclusiva por Página/12 hace una semana. En ese momento fue una alternativa planteada por el criminalista Raúl Torre en base a lo que decían, en voz baja, los jefes de la policía correntina.

El análisis de la camioneta plantea una serie de enigmas que habrá que aclarar. La supuesta sangre está de un lado y los supuestos golpes del otro. Y tampoco se entiende cómo es que la policía y justicia correntina no encontraron los pelos cuando se hizo el rastreo hasta con perros. No obstante, nada es concluyente todavía.

Tras la declaración de Laudelina se pusieron sobre la mesa varias posibilidades.

Por qué creerle a la tía

Los investigadores correntinos piensan que Laudelina abrió las puertas a una pista certera. No en vano se jugaron por ella el gobernador Gustavo Valdés y la ministra Patricia Bullrich. En un insólito show político casi dieron por resuelto el caso durante el fin de semana, en lugar de respetar el secreto de sumario.

Lo que lleva a los correntinos (y a Bullrich) a creer lo que dice Laudelina es lo siguiente:

* Los rastros odoríferos marcados por los perros. Uno de los dos equipos --instructor y perro-- estuvo a cargo de Mario Rosillo, un especialista muy reputado. De manera que ahí hubo un indicio.

* En un audio de una llamada de Pérez al comisario de la zona, el exmarino manifestó su preocupación “porque me planten alguna prueba en la camioneta. Así que me gustaría llevarte la camioneta y dejarla en la comisaría”. El diálogo le resultó extraño a los policías correntinos.

* Antes que eso, Pérez contó que, estando ya en la ciudad, 9 de Julio, una hora después de que se perdió Loan, la familia del chico lo llamó por teléfono y le pidió que se fijara si Loan estaba en el asiento trasero de la camioneta o si estaba debajo del vehículo. Según la narración que hizo, su esposa, Caillava, salió a fijarse en la Ranger y se tiró debajo de la camioneta. Por supuesto no encontró nada. Es otro relato que a la policía correntina le sonó rarísimo.

* Pérez y Caillava volvieron a El Algarrobal a ayudar en la búsqueda poco después de ese diálogo. Ahí se habrían cruzado, en la escuela abandonada, con Laudelina. Y es en ese lugar que la tía dice que le dieron el botín para sembrar la pista falsa.

O sea, es un conjunto de elementos --perros más dichos extraños de Pérez-- lo que puso a los correntinos en la pista del matrimonio. Los fiscales federales no descartan la posibilidad, pero esperan algo que confirme o descarte la hipótesis: tal vez se ecuentre en  los celulares, en la geolocalización de todos a partir de lo que surge de las antenas de los celulares y, por supuesto, del laboratorio y los peritajes sobre la camioneta.

Los agujeros de esa variante

Un hecho asombroso es que el gobernador y la ministra se subieron al barco de la pista Laudelina y el domingo al mediodía terminaron diciendo que no tienen información. Irrumpieron de manera brutal en la escena que correspondía a los fiscales y la jueza en lugar de seguir la investigación con bajo perfil.

* Lo que no cierra del relato de Laudelina es por qué ella encubriría a Pérez-Caillava. La versión de que estaba amenazada parece poco creíble. No es razonable que haya mantenido el silencio 15 días.

* Tampoco parece encajar mucho el hecho de que existiera el atropellamiento y ningún otro integrante de la familia se haya dado cuenta. Alguien debió escuchar un golpe, más aún teniendo en cuenta que todo habría ocurrido cerca de la casa de la abuela.

Si lo que dice Laudelina es falso

Lo primero que hay que preguntarse es por qué la tía mentiría. La única explicación razonable es que intenta tapar a su marido, que está preso, Antonio Benítez. El individuo volvió aquella tarde sin camisa, transpirado y agitado. Y, para colmo, una de sus hermanas lo acusó de ser un violador. Esto encajaría dentro de una de las hipótesis que mencionan los fiscales especializados en el delito de trata, Marcelo Colombo y Alejandra Mangano, de que no se puede descartar el abuso sexual, seguido de muerte. Es lo que ocurrió en otros lugares del país con otras dos nenas de cinco años y lo que se presume que sucedió con Guadalupe, la niña desaparecida en San Luis.

Esta hipótesis sigue vigente y los fiscales también buscan evidencias en el trabajo sobre los celulares.

La trata y el accidente no se pueden borrar

Durante los diez primeros días de la investigación estaba en el centro de la escena la posibilidad de que alguien secuestró al niño y lo entregó para venta o para pedofilia a una red. Ahora esa pista se borró por completo y, de hecho, todos los rastrillajes se hacen cerca de la casa de la abuela. Los fiscales siempre sostuvieron que era una variante poco probable, porque no suele ser común “vender” chicos de esa edad.

Tampoco puede ser descartada otra variante del accidente: que el chico se haya caído a una laguna de las tantas que hay en la zona. En algún momento, Bullrich hizo una grosera mención a esa alternativa diciendo que van a llevar equipos de radiología para analizar a la fauna. Siempre el show en lugar del bajo perfil.

Un antecedente del Luminol

Cuando la fiscal Vivian Fein investigó la muerte de Alberto Nisman, los peritos de la familia del fiscal pidieron que se hiciera la prueba del aerosol Luminol en el baño del departamento del piso 13. El resultado fue positivo, en la bacha.

Sin embargo, se hizo una segunda prueba de confirmación con otro aerosol químico, Bluestar. Se demostró que el Luminol había reaccionado ante un abrasivo, no ante sangre. El abrasivo estaba en los líquidos de limpieza. Peor aún lo que ocurrió en el caso García Belsunce: el Luminol reaccionó en casi toda la casa. Después quedo en claro que fueron falsos positivos, salvo en dos muestras, en el antebaño.

Esto significa que ahora la pelota está en el laboratorio de la Policía Federal. No hay nada definido. Si es sangre humana, habrá que ver de cuándo es el rastro y si hay chances de hacer la comparación de ADN. También se verá qué dice el laboratorio de los pelos que se encontraron dentro de la camioneta.

Mientras tanto, Pérez y Caillava piden declarar. Sin embargo, la jueza responde que si quieren aportar algo, presenten un escrito. Ella y los fiscales buscan pruebas antes de seguir tomando declaraciones. Lo mismo ocurre con Laudelina. Los fiscales pidieron la detención, la jueza dijo que no hay suficiente evidencia y todo indica que el ministerio público volverá a la carga. Una nueva declaración de la tía está también entre las posibilidades, pero la magistrada quiere hacer preguntas con buen respaldo en evidencias.