Se sabe que no hay encono más feroz que el que puede haber entre dos ex amigos. También suele decirse que las guerras comienzan mucho antes del primer tiro. Y como todo tiene su génesis, vamos a comenzar por ahí para intentar entender que está pasando, que no es tan fácil como la dicotomía mediática y tuitera con la que Movimiento al Socialismo entretiene a sus adversarios.
Tras algo mas de veinte años de acuerdos, el 7 de febrero del 2009 surge por votación popular una de las demandas más fuertes del pueblo boliviano y promesa de campaña de Evo Morales: la nueva constitución política del estado. Entre sus muchos artículos, hay dos que sobresalen: jamás se podrán privatizar los bienes estatales ni los recursos naturales, y por otro lado, los jueces serán elegidos por votación y mandato popular cada seis años.
Luego de la puesta en marcha de la nueva constitución, los recursos naturales fueron nacionalizados, y se crearon empresas estatales permitiendo que las ganancias fueran reinvertidas en el país. Ambas decisiones dieron lugar a una nunca vista movilidad ascendente, y previendo esto, al intento de golpe de estado del año 2008, que fue derrotado por un gobierno tan sólido como sus bases populares, amalgamadas rígidamente bajo la conducción del presidente Evo Morales, y de una bancada política sólida e indivisible, que ostentaba más de dos tercios en ambas cámaras del congreso. Épocas en las que no se jugaba con las instituciones democráticas, que fueron garantía de funcionamiento de la vida ciudadana.
El golpe de estado de 2019 dio lugar a todo tipo de desastres al que el MAS, obviamente, no fue ajeno. Allí se generaron heridas, traiciones, reclamos y resentimientos varios, que lejos de resolverse, se consolidaron tras las elecciones con que fue superado el golpe.
A los primeros meses de haber asumido nuevamente el MAS en el gobierno, se comenzaron a ver los quiebres que (para cualquiera que quisiera ver) auguraban una guerra interna. Las declaraciones de funcionarios tanto designados como electos, dejaban ver que el antes solido e indivisible Movimiento al Socialismo, acabaría en el estéril “Arcismo versus Evismo”, abriendo la puerta al lugar donde todo lo malo puede suceder. La pelea entre el líder natural del movimiento y el presidente del estado plurinacional pasó de rumores de reuniones ásperas a los titulares de las noticias haciendo honor a la frase de Tomas Borge: “En la política hay buenos y malos, pero cuando comienza la guerra todos nos volvemos locos”. Y así comenzó a caerse el mundo.
En Bolivia se habla hace tiempo de acuerdos que no se cumplieron, de organigramas que no se respetaron y de personal gubernamental que está bajo el manto que la mayoría de los bolivianos usan para casi todo en la vida: el de la duda. Este mal germen casi congénito hace que hoy Bolivia camine sobre arenas movedizas donde nadie cree en nadie, mientras muchos festejan los memes que quedaron tras el 26 de junio pasado evitando que se vea el riesgo real.
Lo cierto es que según mandato de la constitución, el año pasado debería haber habido la pre selección que daba lugar a las elecciones que culminan con el cambio de jueces. La falta de acuerdos del Movimiento al Socialismo fue una traba infranqueable y no sucedió. No hubo elección de jueces y tras una martingala inexplicable, fuera de toda ley, representantes del gobierno boliviano dejaron sospechar que Evo Morales estaba proscripto y no podría presentarse a las próximas elecciones.
Sobre la base de la desconfianza ronda la suposición de que el gobierno boliviano tiene que ver con este retraso que pretende trabar la candidatura de Morales, ya que tampoco se hizo nada cuando el 25 de junio el general Zuñiga declaró públicamente que las fuerzas armadas impedirían que Evo Morales fuera candidato, y amenazó al gobierno, sin reacción ninguna por parte del poder ejecutivo.
El año pasado tras una convocatoria para ocupar noventa y seis cargos, se presentaron mas de cuatrocientos postulantes. Quienes quedaron afuera trabaron la preselección con demandas antes las salas constitucionales, y entre dimes y diretes el máximo órgano judicial decidió que no habiendo cumplido los plazos, las elecciones a jueces se pasarían para el año 2026. O sea, se auto prorrogaron, y esto dio lugar a que voceros del gobierno dijeran (sin razón aparente) que Evo Morales sería proscripto, porque una semana antes el máximo tribunal había hecho referencia a la “reelección indefinida” en otro caso y sin que viniera a cuento.
Hasta hoy el Tribunal Supremo Electoral no se ha pronunciado sobre el tema.
Todo esto es ni mas ni menos que la falta de acuerdo al interior del Movimiento al Socialismo que, quebrado y en guerra pública no hace mas que agregar presión a una situación que parece no aceptar un milímetro más de nada. Pero todo indica que va a seguir, para solaz de una oposición que no tiene ninguna representatividad pero a la que este enfrentamiento la divierte tanto como le sirve, y claro que no termina aquí. porque (y acá comienza algo de claridad) cuando en octubre pasado Evo Morales llamó al MAS a un congreso, este no fue reconocido por el Tribunal Supremo Electoral, el mismo tribunal que no quiso supervisar el “congreso paralelo” convocado por el presidente Arce, pero que tuvo que dar por válido por orden de los jueces auto prorrogados de la sala constitucional de La Paz.
Hasta aquí son movimientos de gato escaldado que por distintas razones y con distintas armas pugnan por el poder y deja por el camino a un pueblo que luchó por tierra y territorio, que luchó por asamblea constituyente, que batalló la nacionalización de los recursos naturales, que guerreó contra el golpe de estado del 2008, que sufrió el golpe del 2019, velando de a ocultas a sus muertos y escondiéndose para no ser parte de los mil quinientos presos sin causa, y los más de mil exiliados. Nadie supuso que esta riña de gallos se llevaría todo. Nadie imaginó que una lección tan ruda, tan dramática, tan traumática, y tan cercana en el tiempo no sería aprendida, y que esta guerra interna pero sin cuartel tendría a los bolivianos y bolivianas en un hilo de aliento y atravesaría las fronteras exponiendo ante el mundo el miserable e incompresible espectáculo, producto de unos desacuerdos que bien podrían haberse resuelto con un poco de humildad e inteligencia. Pero no. Tan encarnizados como enfocados están en su cuestión que dejaron al enemigo la cancha libre para ese globo de ensayo del 26 de junio.
Y todavía no hemos visto casi nada.