Desde Barcelona
UNO Ayer Rodríguez soñó con Malcolm Lowry. La culpa --la inocencia, piensa; porque aquí no hay nada interpretable a interpretar, nada revelado a develar más allá del desvelo hasta el amanecer que le costó el soñarlo-- fue de que por la tarde Rodríguez había empezado a leer libro del autor de Bajo el volcán. El libro --en inglés y ahora por fin traducido al español-- se llama igual, con las mismas palabras en mexicano: La mordida. Y era libro más que difícil de conseguir: Rodríguez se lo había comprado hace mucho, en librería cercana al Zócalo del D.F.. Edición académica, única en su idioma original. Pero, claro, la leyó de a partes: su inglés no es tan bueno y el idioma en el que Lowry escribe es como magma-lava destilando letras en llamas. Ahora, por fin, flamante edición local y en la lengua con la que alguna vez Lowry, con voz consular y empastada, sintiéndose no como barco sino como gusano, pidió otra náufraga y mensajera botella de mezcal. Así, Rodríguez decidió pagar no la mordida (lo que en mex-argot equivale a coima o soborno) sino su más que