Desde Barcelona

UNO Ayer Rodríguez soñó con Malcolm Lowry. La culpa --la inocencia, piensa; porque aquí no hay nada interpretable a interpretar, nada revelado a develar más allá del desvelo hasta el amanecer que le costó el soñarlo-- fue de que por la tarde Rodríguez había empezado a leer libro del autor de Bajo el volcán. El libro --en inglés y ahora por fin traducido al español-- se llama igual, con las mismas palabras en mexicano: La mordida. Y era libro más que difícil de conseguir: Rodríguez se lo había comprado hace mucho, en librería cercana al Zócalo del D.F.. Edición académica, única en su idioma original. Pero, claro, la leyó de a partes: su inglés no es tan bueno y el idioma en el que Lowry escribe es como magma-lava destilando letras en llamas. Ahora, por fin, flamante edición local y en la lengua con la que alguna vez Lowry, con voz consular y empastada, sintiéndose no como barco sino como gusano, pidió otra náufraga y mensajera botella de mezcal. Así, Rodríguez decidió pagar no la mordida (lo que en mex-argot equivale a coima o soborno) sino su más que justo y exacto precio. Y --bastó breve exposición a la radioactividad de unas pocas páginas-- por eso lo soñó.

DOS En su sueño, Malcolm Lowry es aún niño protagonizando anécdota que recogerán sus biografías. Allí, el pequeño Lowry viaja en automóvil con su padre desde la casa familiar rumbo a sus escritorios de oficina y escuela. Y todas las mañanas --bajo sol bestial o nieve feroz--, el pequeño Lowry contempla a un hombre que camina al costado del camino. Infaltable, constante, y quien, al verlos pasar, les regala la sonrisa más sonriente que el pequeño Lowry jamás ha contemplado. "¿Quién es?", le pregunta una y otra vez a su padre, día a día. Y su padre finge no oírlo o cambia de tema o le dice que se calle. Y el pequeño Lowry todas las noches se va a dormir. Y es más que probable que en más de una de ellas sueñe con ese hombre, sonriente y caminante, al costado del camino.

TRES Luego, el camino de Malcolm Lowry (Inglaterra, 1909-1957) será no muy largo pero sí muy sinuoso. Lowry quien, probablemente, sea uno de los escritores más póstumos de la Historia. En vida, tan sólo publicó joven y marinera novela breve à la Melville/Conrad (Ultramarina, de 1933) y uno de los indiscutibles monumentos literarios del siglo XX: Bajo el volcán (1947). Catalogada como modernista pero que, torrencial, se adelantó a beatniks y cultores de prosa alucinada y autodestructiva y, además y antes que nada, fue y sigue siendo una de las más admiradas novelas-idioma, a la altura de las de Joyce, Woolf, Faulkner, Proust y Kafka.

El resto de su obra --Rodríguez la tiene completa, incluye títulos imprescindibles como Oscuro como la tumba donde yace mi amigo, la manicomial Piedra infernal, los magistrales relatos de Escúchanos, Señor, desde el cielo tu morada (donde se incluye uno de los mejores relatos jamás escritos sobre la "profesión" de escritor), contundente correspondencia... Todo reconstruido a partir de restos encallados en tierra poco firme por cortesía y amor de viudas y albaceas. Todos procurando ensamblar el puzzle de lo que según Lowry resultaría en ciclo dantesco bajo título acaso premonitorio --ya admitiendo imposibilidad de llevar tal empresa a buen puerto con semejante desbrujulada bitácora a la deriva-- de El viaje que nunca termina.

La mordida --suerte de secuela de Oscuro como la tumba...-- ocupa sitio importante. Y La mordida es, por supuesto, autobiográfica (pero en guerra contra lo que Lowry denominaba "la tiranía del yo"). Y relata la odisea de Sigbjørn Wilderness: alter-ego recurrente y tan preciso como movido de Lowry. Ese Lowry que fue muy precoz paranoico, auto-mitómano, culposo hasta la inocencia, mentiroso compulsivo, plagiario apasionado, sediento dipsómano sin fondo (alguna vez Lowry bebió un litro de aceite de oliva pensando que se trataba de tónico para el cabello), atormentado por el escaso tamaño de su pene, y siempre listo para nuevo accidente (su certificado de defunción concluye dictaminando con el casi poético "death by misadventure"; aunque también se ha propuesto la teoría de que fue envenenado/asesinado por Margerie Bonner, su igualmente volátil y vampírica y vampirizada esposa à la Zelda Fitzgerald). Un inglés errante (convirtiendo aquel "¡Que viva México!" en un casi "México me mata") y, por último pero no en último lugar, genio sin frontera casi por azar. Leer biografía de Lowry --la de Douglas Day o la de Gordon Bowker-- equivale a retrato de hombre siempre encontrando nuevo cráter en el que precipitarse junto a sus acontecimientos. Pocas veces alguien corrió carrera de obstáculos con mejor suerte para el infortunio. Ya se sabe: cósmicas borracheras de años, amor/odio a su mentor Conrad Aiken, sucesivas pérdidas de múltiples manuscritos y pasaportes en taxis o tabernas, éxito mal administrado, entradas y salidas de más o menos inspiradores psiquiátricos. Y el descubrimiento del caos de México como único territorio capaz de contener tanto exceso de carencias y a su genio modernista de idiota savant megalómano, acomplejado e insoportable. Se sabe que los "amigos" de Lowry tenían siempre preparada maleta junto a la puerta para así poder fingir que justo salían de viaje por si se les aparecía el terremoto para instalarse/tomarse una/otra copa y leerles fragmentos selectos de su saga in progress. Lowry --siempre agitado antes de usar-- como bendito y excelente mal ejemplo para todo aquel con vocación de maldito y, niños, no intenten hacerlo en vuestras casas y páginas.

CUATRO Dentro de semejante paisaje y género, La mordida (al igual que la hace unos años redescubierta luego de pensársela perdida In Ballast to the White Sea, traducida Rumbo al mar blanco) ocupa sitio importante. Aquí, lo que le pasa a Wilderness es lo que le pasó en 1945/46 al siempre catastrófico Lowry al ser deportado previa pesadillesca y corrupta y burocrática estadía en calabozo de Acapulco. Un/otro tramo vertiginoso en la prisionera caída libre de quien vivió fuera de toda ley que no fuese la Ley de Murphy. También, texto imprescindible para sus seguidores --aun en su parcialidad e inconclusión-- desbordando prosa volcánica de quien se sabía siempre listo para entrar en erupción. Y arder. Y quemarse. Y seguir viaje para no terminar nunca de apagarse. Porque aún queda por traducir la contracara de Piedra lunar que es Swinging the Maelstrom: The Last Address; y su muy particular adaptación cinematográfica del Suave es la noche, donde Dick Diver comienza como personaje de Francis Scott Fitzgerald y acaba muy parecido al cónsul Geoffrey Firmin del propio Lowry; y acaso lo más interesante de todo: la primera versión, fechada en 1940, de Bajo el volcán en exhaustiva edición crítica-comparada. Todo se andará, todo se temblará...

CINCO ...como sigue andando ese hombre al costado del camino de la infancia de Lowry y del sueño de Rodríguez. Y allí, ya cansado de su insistencia interrogadora, una mañana el padre le responde al hijo que ese hombre "es un borracho". Y el pequeño Lowry, mirándolo al pasar, recibiendo esa sonrisa deslumbrante, se dice que jamás ha tenido visión más épica y digna de admiración. Y entonces, sin saber aún qué significaba ser eso, el pequeño Lowry se dice y se promete: "Cuando sea grande, seré un borracho".

 

Ambición cumplida, sueño hecho realidad.