Si en los '90 aparecía una mujer rubia de ficción a la que perseguían, secuestraban, disparaban o mutilaban, probablemente estaba interpretada por Maggie Grace. Entre la taquillera serie Lost, en la que interpretaba a Shannon Rutherford, una chica rica con remordimientos, y Búsqueda implacable, en la que era la hija eternamente secuestrada de Liam Neeson, Grace acaparó el mercado de las damas en apuros del nuevo milenio. Para un ratón de biblioteca que se describe a sí mismo como una fanática de Jane Austen y que creció con historias de mujeres polifacéticas capaces de sacudirse los grilletes del patriarcado, esto era... complicado.
"No sé si tenía una esencia de fragilidad", dice hoy esta mujer de 40 años, despacio, suavemente, con una ligera... fragilidad. "Pero eso era lo que había y cómo veíamos a las mujeres jóvenes. Al menos durante la primera mitad de mi carrera me gané la vida interpretando a víctimas de violación". Hace una mueca. "Así que es muy alentador ver que muchas mujeres jóvenes tienen ahora más poder y hacen avanzar la historia".
En la última década, Grace evolucionó más allá de las mujeres en peligro, aniquilando zombies en Fear the Walking Dead y luchando contra tornados en la película de acción Hurricane Heist. Sus transformaciones resultan aún más impresionantes cuando se habla con ella: admite ser introvertida, tanto antes de la fama como durante ella, y con el Zoom colocó la cámara un poco más alta de lo normal. Esto significa que se sitúa en la esquina inferior derecha del encuadre y que su rostro a veces desaparece por completo.
Esa cualidad de encogerse se utiliza con gran efecto en su nueva película, el thriller psicológico Blackwater Lane. Al principio, Grace no tiene mucho que ver en la película, como la mejor amiga de la propietaria de una finca rural (Minka Kelly, de Friday Night Lights), cuyo marido (Dermot Mulroney) está convencido de que está perdiendo la cabeza tras la desaparición de una mujer de la zona. Pero a medida que avanza la película, el personaje de Grace sorprende, convirtiéndose en alguien casi tan polifacético como los héroes que idolatraba de niña.
Con giros que se adivinan a la legua, la película igual tiene su encanto. Grace también lo cree así. "Me gustaba la alienación y la idea de rodar en una gran casa de Inglaterra que parecía encantada", recuerda. "Era un grupo divertido". Grace es una orgullosa anglófila -Austen y Emily Brontë tienen la culpa- que visitó por primera vez el Reino Unido a los 13 años. Formaba parte de una tradición familiar: cumplir la mayoría de edad, obtener el pasaporte y visitar el país que se eligiera. Al volver a su Ohio natal, había adoptado un acento británico. "Era increíblemente embarazoso, pero también tenía 13 años", reitera. "Simplemente me incliné mucho". Nunca interpretó a una británica en la pantalla, pero sí se presentó a audiciones. "Tuve un momento de orgullo en el que convencí a Christopher Nolan de que era británica", se ríe. "Antes vivía con ese acento: iba por ahí siendo británica, contestaba al teléfono como británica".
Grace tenía sólo 20 años cuando saltó a la fama en Lost en 2004 -tras unos años de telefilmes y papeles de estrella invitada en series como CSI: Miami y La ley y el orden-, pero se encontró aislada de la masividad de la serie. Lost fue uno de los mayores programas de su época, un culebrón de ciencia ficción de enorme influencia sobre los supervivientes de un avión derribado varados en una misteriosa isla llena de trampas, viajes en el tiempo, osos polares y bichos raros.
"Lo siento por el reparto de Crepúsculo, o cualquier otra serie en la que de repente te ves empujado a ser el centro de atención cuando te sentís muy mal preparado", dice. "Es mucho a esa edad, pero creo que el hecho de que yo fuera el bebé del reparto ayudó". También rodaron la serie en Hawai, lo que significaba que "estábamos tan apartados en este pueblito que parecía una pequeña compañía de teatro". Fue justo antes de las redes sociales, lo que fue una enorme bendición para la salud mental de todos. Y el concepto de que la serie fuera popular era algo vago, difuso, una especie de 'Oh, qué bien'". Se ríe.
El paso de Grace por la serie también duró relativamente poco. Incluso hubo quienes dejaron de verla cuando, a los seis episodios de la segunda temporada, Shannon fue asesinada sin piedad, justo cuando su relación con Sayid (Naveen Andrews), un oficial iraquí de pelo alborotado, se estaba calentando. ¿Cómo pudieron? Muchos se burlaron de la teoría de que Shannon era el corazón secreto de la primera parte de Lost: al principio era insípida, pero Grace le imprimió la suficiente garra y determinación como para que fuera fácil animarla e imaginar lo que podría haber llegado a ser si la serie se lo hubiera permitido. Desgraciadamente.
"Pensé que iban a llevarla un poco más lejos", suspira Grace. ¿Quería irse? "¡No!", exclama. "Sigue siendo el peor desengaño de mi carrera. Estaba destrozada". ¿Entendía por qué había sucedido? "Bueno, quiero decir, lo entiendo, ella era una especie de caricatura del privilegio blanco antes de que eso fuera una frase. Y quizá yo era demasiado buena en el trabajo que me habían asignado de ser increíblemente molesta. Pensé que tal vez haría algo sorprendente, o que tendría otro color en su personalidad. Tal vez, en el último momento, se redimiría y sería increíblemente abnegada de alguna manera. Supongo que hubo destellos de ello, pero no de la forma que yo esperaba". Sin embargo, no quiere parecer demasiado crítica. "Es el punto de vista de un actor egoísta. Definitivamente tenían peces más grandes que freír".
Aunque Lost sigue siendo un gran éxito -su llegada a Netflix no hizo sino aumentar su reputación-, su cultura entre bastidores fue objeto de polémica en los últimos tiempos. El año pasado, la periodista Maureen Ryan publicó un libro sobre los abusos en Hollywood, con un capítulo dedicado a la sala de guionistas de Lost, de la que se decía que era un entorno de trabajo tóxico y racista, descrito por un antiguo guionista como un "ecosistema depredador con su propia megafauna carnívora". Damon Lindelof, uno de los creadores, se declaró "conmocionado y horrorizado" por las acusaciones, agregando que, aunque no recuerda nada de eso, "no quiere decir que no ocurriera".
Fue una novedad para Grace, que rara vez interactuaba con los guionistas, que estaban en Los Ángeles, mientras que el reparto y el equipo de la serie estaban en Hawai. "No me sorprende oír que era caótico, dado el mandato y el hecho de que estaban construyendo el avión en el aire mientras lo pilotaban. Pero estábamos tan aislados... hubo un emisario que vino al set para bendecir los procedimientos. Y ni siquiera nos daban los guiones, la mayor parte del tiempo todo era muy 'Acá tenés tu monólogo para mañana'". ¿Fue frustrante? "Si ése es su proceso, ése es su proceso. Pero creo que es difícil encontrar a un actor que no quiera esforzarse mucho y profundizar. Uno lo hace lo mejor que puede".
Después de Lost llegó Búsqueda implacable, con Neeson, a quien recuerda como un "bobalicón" con un sentido del humor "totalmente fuera de lo común y muy oscuro". Siguieron sus dos secuelas, una película de acción y ciencia ficción con Guy Pearce titulada Prisionera del espacio, Fear the Walking Dead y varias películas independientes.
Si trabaja un poco menos que antes es porque ahora es madre. Blackwater Lane era perfecto porque parecía un lugar de vacaciones: lo rodó en el campo, cerca de Norwich, y trajo a sus padres, a su marido y a su hijo pequeño. Intentó recrear parte del asombro que experimentó por primera vez a los 13 años, pero admite que llevar a un niño de dos años a tomar el té fue "desacertado". "No sé si interactuaste con niños pequeños", pregunta, "pero creo que no he dormido en cuatro años". No es lo ideal. Pero probablemente es mejor que ser secuestrada de nuevo.
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.