La hermandad como sociedad artística suele estar entre las representaciones más poderosas de la tradición musical argentina. La música de elaboración familiar, acaso más que otras, se sustenta en fibras profundas, que tiene que ver con un tema de sangre, con todo lo que eso arrastra, pero también con la gozosa expansión de la intimidad familiar hacia formas anchas de justicia artística. Los Abrodos, los Ábalos y los Carabajal en el folklore; los Canaro, los De Caro y los Fresedo, en el tango, son buenos ejemplos, entre muchísimos más, de esa alianza natural que trasciende el ámbito familiar para proyectarse en la sensibilidad y el gusto de los demás. Desde la cuna, los hermanos Nicolás y Alejandro Guerschberg compartieron música en el ámbito familiar y más tarde giras, conciertos y grabaciones en la escalada profesional. Pero recién ahora pueden hacerlo en un disco propio. Contra las cuerdas se llama al álbum editado por Club del Disco, que ya se puede encontrar en las plataformas.

Pianista, compositor, arreglador y director musical activo en varios frentes –entre otras cosas este año cumple 25 años junto al sexteto Escalandrum–, Nicolás Guerschberg elaboró la música para Contra las cuerdas pensando en el encuentro con su hermano Alejandro, un compromiso varias veces postergado que encuentra al dúo en un momento particular. “Este disco es una manera de reflejar nuestra madurez musical, plasmar desde lo compositivo y lo interpretativo las diversas experiencias que cada uno tuvo”, Dice Nicolás, ocho años mayor que Alejandro. “Para mí es también un momento de introspección. Existen etapas formativas, de experimentación, de trabajo en cantidad, y la de este disco la considero una etapa fundamentalmente de síntesis y sentimientos profundos”, agrega Alejandro, formado en la Orquesta Escuela Emilio Balcarce y bandoneonista de numerosos proyectos, desde la cantante alemana Ute Lemper hasta Raúl Lavié y el cuarteto de Guillo Espel, por ejemplo.

El título del disco deriva en principio del contraste del dúo piano y bandoneón con un quinteto de cuerdas integrado por Guillermo Rubino y Natalia Cabello en violines, Mariano Malamud en viola, Karmen Rencar en violoncello y Cristian Basto en contrabajo. Pero hay algo más detrás de Contra las cuerdas, término que viene del argot pugilístico, que tiene que ver con estar acorralado, casi al borde del Knockout. “Desde ya que jugamos con todo eso al pensar el nombre del álbum. Estamos nosotros dos contra el quinteto de cuerdas y a la vez reflejamos las emociones y situaciones que vivimos en los últimos años como hermanos”, señala Nicolás. La muerte de Eduardo, padre de Nicolás y Alejandro, médico, poeta y alentador tenaz de la vocación musical de sus hijos, precipitó la necesidad del encuentro en la cima de la música. “Fue ahí que le hice la propuesta a Nico, que enseguida se puso a escribir pensando en un homenaje a quien entre otras cosas nos inculcó el amor por la música desde muy pequeños. Una vez más la música fue remedio”, interviene Alejandro.

En el tema que da nombre al disco, una fanfarria con gestos de chacarera se despliega en estrechos diálogos de las cuerdas, que se disuelven cuando el aire sobrio del bandoneón habilita los tonos tenues de “La alucinada”, antes de que la milonga suspire en “Mirando atrás” y sucesivamente se encrespe en “La sanata”. Un vals, “Nocturno”, preludia los enérgicos juegos contrapuntísticos de “Fugando” –con un notable solo de piano–, antes del final dolido con el fraseo certero del fueye quebrando la marcha quieta de las cuerdas en “Elegía” y la serena tristeza de “Despedida”.

El gusto por la melodía clara, el contrapunto, el uso dramático de la armonía –con notables hallazgos expresivos– caracterizan la música que Nicolás Guerschberg preparó para este disco. Cuidadoso de la escritura y el detalle, de alguna manera el compositor se separa del pianista y sus influencias, va más allá en sus búsquedas para que al final el disco, interpretado de manera impecable, suene como una declaración de versatilidad. “No sabría decir si es tanto como una declaración de versatilidad. Seguramente nos anima la necesidad de no encasillar la música dentro de un estilo. Yo escribo para que en la interpretación la música pueda fluir y las obras suenen de la mejor manera posible, haciendo hincapié en la expresividad y la emoción y no tanto en el gesto técnico o estilístico que tiene que quedar detrás de todo”, asegura el compositor. “Este es un disco sin etiquetas, libre. Esa fue la idea y desde ahí elaboramos nuestra forma de encararlo. Desde muy pequeños en nuestra casa se escuchaba de todo, rock, folclore, tango, jazz. Por eso la versatilidad resulta algo natural en nosotros”, concluye Alejandro.