Las audiencias del juicio oral por el femicidio perpetrado el 5 mayo de 2014 a la artesana Cynthia Filippone en su casa en Villa Gesell llegaron a su fin y la fiscalía pidió 25 años de prisión para Sergio Muñoz, el único de los cuatro imputados que tiene posibilidades de terminar detenido, ya que el hijastro de Cynthia, Simón Hernández, presentó un recurso de insania por un cuadro psiquiátrico, mientras que Diego Enríquez y Carolina Schulz fallecieron en el transcurso del demorado proceso judicial.

Cynthia Filippone era oriunda de Villa Bosch, había estudiado antropología en la UBA y vendía mates de cuero y madera en el Paseo de los Artesanos de Gesell. Convivía con Daniel Hernández, su pareja, además de los dos hijos de ella y el hijo de él. Estaba por cumplir 41 años cuando fue asesinada mientras descolgaba la ropa de su tendedero en el patio de su domicilio en Paseo 111 y Ave. 6. Aquella tarde recibió dos cortes de arma blanca, uno de ellos en la zona del cuello, y murió desangrada minutos después ante la mirada de sus hijos, entonces de 6 y 9 años.

La reconstrucción

Según la reconstrucción del hecho, tras el ataque la artesana logró ingresar a la vivienda donde sus hijos estaban viendo TV y en su agonía, le pidió al más grande que cerrara la puerta y se comunicara por teléfono con su pareja. Hernández estaba caminando por la playa con Simón, su hijo, tal como certificaron las cámaras externas de un hotel frente al mar. Sin embargo, las cintas no sirvieron como coartada para desligarlos de la investigación, ya que su hijo Simón terminó imputado y la defensa de la familia de Cynthia Fillipone reclamó al Tribunal Oral Nº 1 de Dolores lo mismo para Daniel, su pareja.

La brutalidad del episodio conmovió a toda la ciudad en el contexto de una escalada que había sumado ya seis asesinatos en los primeros meses del año. Sin embargo, el que padeció Filippone se dinamizó con distintas teorías acerca del móvil del crimen, del que se descartó la posibilidad de robo. Es que la policía acudió al lugar del hecho una hora después, tras el llamado telefónico de una vecina que aseguraba haber escuchado gritos de una mujer, y no advirtió en las pesquisas objetos faltantes ni la casa revuelta.

El miedo al hijastro

Filippone y Hernández convivían en una casa junto a los dos hijos de la mujer, mientras que el hijo del hombre lo hacía en un garaje lindero reconvertido en vivienda. Distintas fuentes insistieron en la mala relación que tenía Cynthia con Simón, especialmente porque la artesana aseguraba “tenerle miedo” a partir sucesivas reacciones violentas que la defensa del joven luego intentó enmarcar en un cuadro psiquiátrico.

En lo sucesivo fueron apareciendo, a partir de diversos testimonios, otros sospechosos por fuera del entramado convivencial. El primero de ellos fue Sergio Muñoz, detenido dos días después del femicidio mientras conducía un vehículo. Muñoz tenía un frondoso prontuario y estaba acompañado por Carolina Schulz, quien ante la presencia policial gritó nerviosamente: “¡Él fue quien la mató!”. En el auto, además, hallaron un arma blanca.

Poco después fue aprehendido Diego Caro, vinculado a Muñoz y también con varias causas por robo a mano armada, aunque la pareja del primero salió a hablar públicamente para desligarlo. “No voy a dar nombres, pero hacete cargo de lo que hiciste”, dijo la mujer, lo cuál se interpretó como una indirecta a Muñoz, quien presumiblemente había acusado a Caro para salvar su reputación. Además posó sus sospechas sobre Daniel Hernández, ya que “se oculta y no da entrevistas a los medios ni reclamó justicia por su esposa”, lo cual, en efecto, resultaba verosímil: Hernández solo asistió a la primera de las marchas que se hicieron en Villa Gesell por el femicidio y luego se corrió del centro de atención.

El tercer sospechoso

El tercer involucrado (sin contar a Daniel y a Simón Hernández) fue Diego Enríquez, sobre quien además pesaba un pedido de detención por una tentativa de homicidio en la localidad de Merlo, aunque curiosamente gozaba de una eximición de prisión concedida por Juzgado de Garantías. La investigación intentaba establecer si había existido un trabajo coordinado para la materialización del crimen a Filippone. “Son re plagas, andan calzados y se creen Superman. Tienen un temperamento alto, son agresivos y no les importa nada”, dijo en su momento alguien que conocía el accionar de estos sujetos. “Varios sabían de sus andanzas, aunque acá nadie se mueve por la suya. Podés hacerla una vez, o dos, pero después tenés que ser muy valiente para manejarte por tu cuenta. Es más conveniente relacionarse con gente que te facilita, digamos, ciertas herramientas. Que pueden ser armas, datos o protección. Aunque nada es para siempre”.

Cinco semanas después del femicidio, Sergio Muñoz intentó quitarse la vida tajeándose las venas en el calabozo que ocupaba en la Comisaría 2ª de Villa Gesell, frente a la vieja terminal de la ciudad costera. Caro y Enríquez ya no estaban detenidos y parecía que la investigación se concentraba en una sola figura. Sin embargo, un año más tarde la fiscalía dio un giro en la causa al imputar a Simón Hernández y a Carolina Schulz, la mujer que acompañaba a Muñoz el día que fue detenido.

La nueva línea abría el femicidio a la actuación de varias culpables. En ese escenario, la hipótesis tendía a suponer que Muñoz y Enríquez podrían haber sido los autores materiales del crimen con distintos grados de colaboración, tanto de Hernández como de Schulz. Algunos testimonios refuerzan la bronca que Simón le tenía a Cynthia y, al mismo tiempo, el vínculo que éste tenía con los otros imputados. Pero la demora en el avance procesal de la causa, sin embargo, se encontró con dos imprevistos: los fallecimientos tanto de Carolina Schulz como de Diego Enríquez, éste último ocurrido hace un mes.

El fallo del juicio oral por la hasta ahora impune muerte de Cynthia Filippone será leído tras la feria judicial, en principio el próximo miércoles 10 de julio a las 13 horas en los tribunales de Dolores.