El filósofo Michel Foucault afirma que el discurso del poder elabora a través de dispositivos ciertos enunciados que tienden a justificar el ejercicio de la dominación.

Ahora bien, donde hay dominación también hay resistencia y entonces en las luchas emergen contra discursos que buscan contrarrestar los relatos que enturbian la realidad.

La realidad de la opresión y la explotación tiene materialidad y contundencia: se manifiesta sobre los cuerpos.

En una entrevista, el escritor y ensayista Ricardo Piglia afirma: "La realidad está tejida de ficciones. La Argentina de estos años es un buen lugar para ver hasta qué punto el discurso del poder adquiere a menudo la forma de una ficción criminal. El discurso militar ha tenido la pretensión de ficcionalizar lo real para borrar la opresión".

Y agrega que: "las relaciones de dominación son materiales y sobre ellas se establecen relaciones discursivas".

En efecto, las maniobras para ocultar que la situación económica y social de la Argentina no se asienta en los cimientos del terrorismo de Estado y el genocidio perpetrado en los años de plomo son maniobras continuas.

Un supuesto "pacto democrático" sería la garantía de no volver al horror.

La realidad desmiente esta falacia, ya que la represión estatal nunca estuvo ausente.

El sistema del capital mercancía tiene su coartada en la alternancia de planteles políticos que lo perpetúan.

Queda a las claras que cuando se busca hacer más miserables nuestras vidas, la maquinaria de guerra viene como complemento de los discursos.

Cabe preguntarse cómo en casi 50 años se pasó de un porcentaje de pobreza del 5% a más del 50%.

Las condiciones materiales de existencia empeoran y la sobreexplotación y precarización de la fuerza de trabajo se acrecientan cada día.

No se trata de confrontaciones discursivas, hay que transitar las calles para observar la realidad con su materialidad contundente.

Carlos A. Solero