Cualquier lugar puede convertirse en un set de filmación. No importa que tres hermanas hayan asistido de forma urgente al hospital para acompañar la agonía de su madre. Ese sitio un tanto perimido que se parece más a la escenografía de un hospital ya en desuso que a una institución médica en pleno funcionamiento, les sirve para soportar la espera del informe médico y se convierte en el espacio para transitar una serie de reproches. Al mismo tiempo, para Diego (Santiago Zapata) es la locación de una película en la que las hermanas no tardarán en involucrarse.

Pero El fondo de la escena comienza con el relato de Viviana, la hermana más joven a cargo de Fernanda Pérez Bodria que oficia de narradora. Para ella cada situación esconde una materia literaria porque Viviana es una aspirante a guionista, entonces los hechos que para sus hermanas se dirimen desde las cuestiones prácticas o emocionales ligadas a lo concreto de la realidad más próxima, para la narradora son los primeros atisbos de algo que podrá transformarse en una historia.

En la dramaturgia de Federico Olivera el punto de vista es un dato estructurante. La anécdota importa en la medida que está atravesada por diferentes estrategias. Las tres hermanas tienen en un primer plano sus dramas personales pero son extras en el marco de la película que está siendo filmada por un director que no aparece en escena, salvo por la figura de su asistente. Tanto ellas como Damián (Lautaro Murúa) el novio de Sandra (Fernanda Bercovich) tendrán que cumplir con algunos requerimientos para que ese fondo de la escena del film tenga cierta verosimilitud. A su vez Nelly, la enfermera (Fabiana Brandán) que se ocupa del parte médico también va a enredarse en la trama de sus vidas a partir del film. Tendrá algunos intercambios amorosos (más precisamente unos largos besos nada desdeñables) con Damián, siempre justificados en el marco de una presunta improvisación. Nely y Damián van a convertirse en personajes de esa película, del mismo modo que Viviana podrá transformarse en su guionista. Esta situación lateral, un tanto casual que se presenta mientras ellos están ocupados en los detalles médicos de la internación y en los conflictos familiares que no logran dirimir, pasan a adquirir un carácter determinante porque la vida de cada uno de ellos podría volverse más interesante, o al menos sustancialmente distinta si esa película lograra una factura aceptable estéticamente.

Federico Olivera construye una historia realista invadida por la dinámica de una filmación donde algunas de esas posibilidades ficcionales parecen colarse como un designio mágico. Pero lo más interesante de El fondo de la escena es el desplazamiento de los roles de protagonistas a extras como entidades o categorías que cada persona puede establecer en el marco de sus propias biografías ¿Hasta que ́punto somos los personajes más importantes de nuestra vida o nos limitamos a mirar a los otros, a quedarnos en ese fondo para ser figuras de un contexto que realmente nadie ve? Bajo una lógica que se acerca mucho a la comedia, que se ofrece a momentos descabellados donde los personajes parecen animarse a lo inminente del deseo, El fondo de la escena tiene algo de existencial y hace del espacio una matriz que se arma y se desarma con muy pocos elementos, en una acertada escenografía de Natalia Byne y Ezequiel Galeano. Algo de ese mundo externo parece responder a la fantasía de los personajes, a una estructura donde las líneas que dirigen la filmación o el relato que establece Viviana, entran en una disputa que consigue su síntesis. 

Buena parte de nuestra vida transcurre en nuestra cabeza, a partir de lo que imaginamos o inventamos. Los hechos que vivimos siempre están siendo pensados y si los personajes se dedican a crear, a escribir, a producir historias la separación entre la fidelidad de los hechos y lo que se establece como un dispositivo narrativo, no siempre está clara.

Pero en esta historia hay un personaje excluido, que queda como remanente de un episodio perdido. Ximena (Catalina Piotti) es una chica que repite un relato delirante sobre un joven al que conoció en una fiesta electrónica y, supuestamente está internado en ese hospital. La chica se mezcla en las situaciones pero permanece en la encerrona de su propia fantasía y ve a los otros personajes como seres que responden a su ficción. Ximena cortó la relación con lo real y desde su punto de vista toda la trama (tanto la que involucra a las hermanas como la que sucede en el marco de la filmación) quedaría invalidada.

En El fondo de la escena todos los personajes son transformados por una ficción que desconocen pero que ha tomado sus cuerpos, a las que aceptaron entregarse como un juego mientras un hecho determinante de sus vidas estaba sucediendo. Eva, la hermana mayor (Fiorela Cominetti) que parecía el ser más resistente a ese mundo de la realización de una película, también recibe su irradiación porque lo que termina desarrollándose en esta obra es ese cuerpo colectivo que se modifica a partir de la variación de sus roles, de los lugares asignados en una familia. Federico Olivera se pregunta qué sucede cuando ese fondo de la escena pasa a ser el tema, el objetivo, el lugar para mirar y descubrir.

El fondo de la escena se presenta los sábados a las 19:30 en el Portón de Sánchez.