Un lugar en silencio: día uno - 6 puntos
(A Quiet Place: Day One; Estados Unidos/Reino Unido, 2024)
Dirección y guion: Michael Sarnoski.
Duración: 100 minutos.
Intérpretes: Lupita Nyong'o, Joseph Quinn, Djimon Hounsou, Alex Wolff, Denis O'Hare, Elijah Ungvary.
Estreno en salas.
Era inevitable: llegó la precuela. El inesperado éxito de Un lugar en silencio y su segunda parte, aún mejor que la original, ambas dirigidas por el actor y realizador John Krasinski, empujó de inmediato la producción de un tercer largometraje, abriendo así el camino de una verdadera franquicia. Hay una noticia buena y otra mala. La mala es que Un lugar en silencio: Día uno –la historia, como su nombre lo indica, transcurre con anterioridad al presente de las otras dos películas– no está a la altura de sus antecesoras. La buena, aunque suene algo paradójico, es que el film de Michael Sarnoski se sostiene por sí mismo como un noble ejercicio genérico, al menos durante un buen tramo. Aquí la familia Abbott, héroes de los títulos seminales, brilla por su ausencia, y la protagonista (casi) absoluta es Sam, una joven afroamericana con cáncer avanzado cuya salida del centro de cuidados paliativos donde pasa sus últimos días no tiene finalmente los fines recreativos esperados.
El segundo largometraje del director de Pig, la película protagonizada por Nicolas Cage y una cerda secuestrada, se toma algunos minutos para describir a Sam, poeta de profesión (Lupita Nyong'o en un rol más sufrido que el de 12 años de esclavitud, si acaso eso es posible), antes de salir de excursión a la ciudad para ver un espectáculo de marionetas. Pero justo ese día los invasores ciegos, pero nada sordos, caen a la tierra desde el cielo, como si se tratara de un auténtico apocalipsis. O un atentado terrorista masivo: las imágenes de Nueva York bajo ataque recuerdan sin fisuras a las del 11 de septiembre de 2001.
Los agresivos bichos comienzan a masacrar humanos, Manhattan es puesta en cuarentena y para sobrevivir sólo es necesario guardar silencio. Así avanza la trama durante un buen rato, con la pobre chica en grupo o acompañada solamente por su gato Frodo. El gato más silencioso jamás creado para el cine (los guiños al felino de Alien, el octavo pasajero, resuenan con ironía).
A mitad de camino, el guion de Sarnoski introduce un compañero de ruta, Eric (el británico Joseph Quinn), un joven estudiante de abogacía con temores profundos que Sam primero rechaza y, finalmente, abraza como a un verdadero amigo. La tensión, como en las películas anteriores, funciona correctamente, y son varias las secuencias en las cuales, juntos o por separado, tanto los humanos como el animal, deben utilizar toda su destreza para moverse sin hacer el menor ruido.
El gran enemigo de Un lugar en silencio: Día uno es el abuso de sus cualidades de “drama humano” en medio del desastre, la insistente búsqueda de un lugar en el mundo que le recuerda a la protagonista su vida antes de la invasión (y la enfermedad) y el vínculo que se establece entre esos dos seres solitarios. Cuando Eric y Sam comparten una pizza (¡finalmente!) entre los despojos de lo que supo ser un pequeño bar de jazz, la sensiblería invade la pantalla, a lo largo y a lo ancho, preparando el terreno para una conclusión previsible. Sí, amantes de los animales que interpretan criaturas de ficción: el gato se salva, como es la costumbre.